jueves, 11 de septiembre de 2025

Lo que aprendí de mi pingüino

Oswald Cobblepot antes de convertirse en enemigo de Batman.

Robert Cattaneo, responsable de la magnífica Full Monty vuelve para traernos la historia real de Tom Michell, un profesor de inglés en un caro colegio argentino que en 1976 (pleno golpe de Estado militar) se ve obligado por las circunstancias a hacerse cargo de un pingüino. Al principio no quiere saber nada de él, pero se acabará haciendo su inseparable amigo, y también le servirá para ver la vida de otra manera y enterrar algunos fantasmas de su pasado.

Ya la propia premisa, y el trailer ayuda, nos advierte de que esto va a ser una película emotiva. No mienten, y es que esta bromance entre Steve Coogan (al que el papel le viene que ni pintado) y el pingüino Juan Salvador (como la célebre gaviota) tiene momentos de diversión y ternura, y un final en el que no puedo negar que he terminado llorando a moco tendido. Y es que el contexto en el que desarrolla la narración acompaña bastante.

Sí me quedo con que me deja un poco con las ganas de que hubieran explorado más la relación de Michell con los alumnos, que es imposible que no evoque al Club de los poetas muertos, que esa parte se me queda un poco cojita. Pero sobre todo echo de menos no haberla podido ver en versión original. Y es que no soy especialmente talibán de esto, pero teniendo en cuenta dónde se desarrolla, y que él es precisamente profesor de inglés, estoy seguro de que muchas cosas se han perdido por el camino.

Pero vamos, que una película muy recomendable. Con un final triste pero bonito.

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