viernes, 20 de julio de 2012

Manifestación antirrecortes

Manifestantes, de los muchos que había ayer.

No me gusta mucho hablar de la situación económica y política en el blog porque me amargo. En el Gobierno hay una banda de sinvergüenzas que están activamente buscando agravar la crisis, y no creo que eso ya lo dude mucha gente, pues ni una sola de las medidas que ha tomado el Gobierno de Rajoy va encaminada a solucionar nada sino todo lo contrario. Y casi que prefiero morderme un poco la lengua, pues si realmente dijera lo que pienso, lo mismo estaría incurriendo en delito.

Precisamente contra las medidas de estos delincuentes, que no merecen otro nombre, era la manifestación de ayer. Una manifestación que fue, no sé qué dirán los medios, completamente pacífica y sin altercados.

Menos respetuoso me pareció en cambio, el protagonista del incidente que relato ahora.

Al acabar la manifestación había una mesita en la que recogían firmas, y me acerqué a preguntar para qué eran, a lo que me respondieron "firma, firma, esto es para que no haya deshaucios y haya alquileres sociales". De vez en cuándo tengo la desagradable costumbre de leer lo que voy a firmar, y le pregunté dónde podía leer para qué eran las firmas, y aunque se quiso hacer un poco el remolón, me enseñó que eran para una iniciativa legislativa popular, en la que defendían, entre otras cosas, la dación en pago retroactiva. Y como de esa medida no soy nada amigo le dije "lo siento, pero con esto no estoy de acuerdo, así que no voy a firmar".

Así que volví a donde estaba con mis amigos, y al de un rato viene un tipo, que debía de ser de los que recogían firmas y nos pregunta si se puede unir a nuestra conversación. Ok, sin problema. Y me pregunta, con tono de reproche, a ver por qué no estoy de acuerdo, que salvo que sea un banquero o un ricachón no tiene sentido. Lo cierto es que cuando uno viene con aires de matón de barrio, lo que más apetece es mandarle a la mierda, pero le respondí que no estoy de acuerdo con hacer esa medida retroactiva, que el que firmaba una hipoteca debía ser consciente de lo que estaba firmando. Se podrá estar de acuerdo conmigo o no, pero bueno, él me pidió mi opinión y yo se la di.

Con tono cada vez peor, sobre todo de sabelotodo y verbalmente muy agresivo, comenzó a decir que eso era una estafa, y que había habido gente que había firmado engañada, y que era una vergüenza, y que además él era asesor financiero y controlaba del tema, pero que no ejercía porque le repugnaban los banqueros, y tal y cual. Lo cierto es que de haber querido entrar al trapo habría sido sencillo meterse en una discusión absurda (vaya, o echarle en cara que no es el único con formación legal, o que los bancos no son los únicos que dicen "firma esto sin leer", que ya me lo habían intentado hacer ellos). Pero como vio que no le dábamos cuerda, y que no le íbamos a dar la discusión que quería.

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