martes, 3 de octubre de 2017

Operación Concha

Ninguno de ellos se llama Óscar.

Tengo una división ante esta película. Es una comedia y es divertida, debo decir. No es la repanocha y resulta más previsible que un capítulo del Equipo A, pero tiene sus puntos y sirve para pasar un rato ameno. Pero por otra parte, me parece una película que más allá de ser insulsa, que es perdonable, me resulta un poco insultante en algunos aspectos, bastante más propios de 1960 que de ahora.

La película nos cuenta la historia de un productor de poca monta que para pegar un sablazo y timar a una millonaria, coge a un doble de Ray Silvela (Jordi Mollá), una superestrella de Hollywood, para hacerlo pasar por el actor, haciendo creer que lo va a contratar para una película, y llevarse así una pasta. Pero como no puede ser de otra manera, la cosa se va liando, entre la gente que quiere meterse en el ajo para llevarse su pasta, y los mafiosos a los que el doble, un tirado callejero, debe pasta, y las clásicas confusiones y situaciones de enredo que esto provocará. Sin más, una de estas películas en las que todos van queriendo timar a todos, que no es especialmente rompedora, de la que ni siquiera diría que esté particularmente bien hecha, pero entretiene, y eso es lo que quería. A veces peca de humor facilón, cogiendo piezas que funcionen (alguna crítica decía, con bastante acierto que juega a coger elementos de Torrente y 8 Apellidos Vascos, lo que no me parece mal), pero bueno, es entretenimiento, no le pido otra cosa.

Incluso le puedo perdonar que al más puro estilo película de suecas de Pajares y Esteso fuerce situaciones cuya única vocación es la de enseñar cacho. Que a ver, no voy a decir yo que ver tetas me desagrade, pero a veces era excesivamente gratuito.

Y lo que de verdad me molesta es el giro final, en el que recompensan la actitud de acosador sexual del, ejem, protagonista, con el premio de... llevarse a la chica a la que ha estado acosando, a la que ha estado intentando sobar sin su consentimiento, a la que ha tratado como un objeto de su propiedad, agrediendo físicamente al chico que a ella le gusta. Pero claro, es el MACHO, y al final el MACHO consigue domar a la fierecilla y ponerla en su sitio. Porque ella es dura e independiente, pero al final sucumbe al MACHO.

No soy una persona que se tome estos temas demasiado a pecho, y menos en una película de humor, pero esta glorificación tan lamentable del "tú acosa, que al final caerá, que lo importante es las ganas que tú tengas de tirártela", es lo que convierte un pasarratos del montón en... no voy a mentir, cuanto más lo pienso más me parece que la cagan estrepitosamente con esa última escena.

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