El título original era ciertamente intraducible.
-Mamá, quiero ser nazi.
-Hijo, tú además de negro, gilipollas.
Seguro que todos hemos oído este chiste un motón de veces, pero Ron Stallworth, primer policía negro de Colorado Springs, llevó el chiste a la realidad y consiguió infiltrarse en el Ku Klux Klan para ayudar a desmantelarlo desde dentro.
¿Pero cómo lo hizo para hacerse pasar por uno de esos majaderos racistas? Pues esto es lo que nos cuenta la película, pues Ron aportaba su nombre y su voz al teléfono pero era su compañero Chuck (en la película Flip) quien acudía a las reuniones. Rocambolesco pero cierto.
Y el resultado es una soberbia película que maneja muy bien los tonos, dejando que nos relajemos con un ambiente a veces amable, otras directamente cómodo, encaminado hacia un final casi de cuento de hadas, para despertarnos de un sopapo y mostrarnos que el discurso que manejaba el KKK en los 70 es, por desgracia, demasiado actual, y que el problema del odio está muy vigente, tal y como demuestra en su duro pero necesario alegato final.
Se hace, tal vez, algo pesada la parte de la relación amorosa de Ron, aunque resulta necesaria para dar peso a algunas escenas importantes, y no llega en modo alguno a empañar el resultado final.
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