sábado, 21 de noviembre de 2020

El año que dejamos de jugar


Nazis y conejos, pero no es Jojo Rabbit, ni se le parece.

Berlín, 1933. Hitler está a punto de hacerse con el poder y los Kemper, una familia de judíos abiertamente detractores al emergente nazismo, optan por abandonar su país para evitar lo que les pueda venir encima, convirtiéndose así en una familia de refugiados que, primero en un pueblecito de los Alpes y luego en París, tratan de sobrevivir ganándose la vida y pasando de ser una familia adinerada, con una vida acomodada, a vivir el día a día y las penurias económicas, mientras tienen que ver en la distancia cómo su país se va a la mierda, y de paso lidiar con ser extraños en todas partes.

Una problemática muy real, pues no solo se parece demasiado a cosas que siguen ocurriendo hoy en día, sino que además la novela en la que se basa es el relato autobiográfico de la autora, en quien se inspira directamente la niña que protagoniza la película.

Una película muy vital, a veces incluso empalagosa, es una película de las que diríamos bonitas, con enormes dosis de optimismo, de saber salir adelante y de la familia que pertenece unida, se quiere mucho y gracias a eso sale adelante. Tiene su drama, por supuesto, y muchos momentos que buscan descaradamente el lagrimón. Pero pese a tocar el tema que toca, no llegaría a calificarla de dramón.

Bueno, con tanta película sobre familias a las que les fue mal, tampoco está mal, y menos en estos tiempos que corren, que de vez en cuándo haya alguna a la que le fue un poco mejor.

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