9 de cada 10 ferreterías la recomiendan.
Que Javier Gutiérrez es uno de los mejores actores españoles del momento y que se mueve como pez en el agua en su papel de psicópata mentiroso con carisma, como ya demostró en El Autor, es un hecho constatado, igual que es un hecho que hace tiempo que Mario Casas alcanzó la madurez y puede por fin ser llamado actor.
Pero con eso no basta para hacer una buena película, y este thriller, que da la sensación de haberlo visto antes, se queda bastante cojito. En primer lugar por su premisa, que no termina de encajar, pues nos cuenta la historia de Javier, un publicista que se queda en paro después de haber estado en la elite y tiene que dejar su casa, un simpático casoplón de alquiler al que parece tener bastante apego. Tal es el apego, que sin venir muy a cuento se dedica a colarse en la casa de vez en cuándo, pues conserva la llave y nadie se molestó en cambiar la cerradura, y a putear a los nuevos inquilinos, pues parece que lo que quiere es recuperar su vida anterior, y lo que en la cabeza del protagonista parece tener todo el sentido del mundo, argumentalmente hace agua por todas partes.
Existen teorías que afirman algo que daría sentido a lo que pasa, en las que todo sería realmente una fabulación en su cabeza al haberse ido su cordura a la mierda, a lo El club de la lucha, y es cierto que hay alguna que otra pincelada que podría interpretarse en ese sentido. Pero me parecería una explicación muy pobre y, sobre todo, insuficiente para salvar la película.
Moraleja: si compráis o alquiláis una casa nueva, cambiad la cerradura.
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