Hablar de Totoro es hablar de uno de los monstruos de ficción más reconocibles de la cultura popular japonesa, al menos de entre los que no van por ahí destrozando ciudades y también es hablar del santo y seña del estudio Ghibli y Hayao Miyazaki.
Nos cuenta la mágica historia de dos niñás que se van a vivir una temporada al campo con su padre, mientras su madre está en el hospital recibiendo un tratamiento médico, y a las aventuras de las dos hermanitas se une la aparición de esta entrañable criatura mágica.
Muy colorida y muy bonita, con un montón de magia propia, debo confesar sin embargo que no me ha enamorado especialmente, incluso a ratos me ha llegado a aburrir. No conseguía conectar con sus personajes y tampoco se me despertaba un interés particular por su historia. El bicho muy salao y el gatobús es maravilloso, pero no me he encontrado con esa maravilla de la que tanto se suele hablar cuando se habla de mi vecino Totoro. Parte de la culpa puede tenerla el haberla visto con el doblaje original japonés, pues me suele resultar demasiado estridente (sobre todo la niña pequeña, que se me hacía difícil de tragar) y me dificultaba entrar en la película.
No puedo decir que sea mala (no me apetece enfrentarme a una turba con antorchas) pero sí que es una película que para mí se queda en la zona del ni fu ni fa.
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