Daniel Guzmán se lanza de nuevo a escribir, dirigir y protagonizar una película y lo hace con bastante buen tino, apoyándose en lo que mejor se le da: hacer historias muy humanas y con un toque de extrarradio.
En esta ocasión nos trae esta película que cabañga entre el thriller y el drama, poniéndose en la piel de Lucas, un parado de edad indeterminada (Daniel Guzmán, o cómo tener 53 años y seguir pareciendo un treintañero) que vive con su abuela, y ante la desesperación por su inminente desahucio acaba cometiendo un delito con muy graves consecuencias. Huido de la justicia, y con un plazo que amenaza cual espada de Damocles con dejar a su abuela (lo único que tiene) en la calle, Lucas tendrá que contactar con gente muy peligrosa para sacar rápidamente el dinero que necesita.
Con un ritmo ágil y un excelente uso de la elipsis narrativa, siendo capaz de contar muchas cosas sin contarlas, la película se pasa en un visto y no visto, aunque el final es duro. Adecuado, pero duro, y es imposible no sentir pena por el personaje protagonista.
Si tuviera que ponerle alguna pena, es la sensación de que se deja totalmente en el aire la segunda trama de los policías que seguían al personaje de Tosar, donde la película abre un nuevo hilo y no tarda en olvidarse de él. Pero por lo demás, muy bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario