Aprendí de Craig.
El teléfono está lejos de tener aquella actividad de hace unos años, cuando no paraba de sonar y el flujo de llamadas era constante. Ahora, al realizar distintas tareas, nos llaman mucho menos, y por tanto se suceden menos ocasiones pintorescas, para prejuicio de este blog (de ahí que tampoco haya apenas batallitas de mostrador).
Pero a veces pasa alguna, y la de hoy me ha servido para darme cuenta de que tengo el superpoder de curar a la gente por teléfono.
Esto lo deduzco de una llamada que ha entrado, en la que al otro lado había una señora que con estertores de agonía susurraba "estoy muy mal... necesito que me manden X certificado a casa", con un hilillo de voz casi inaudible, que hacía temer por su supervivencia a corto plazo. Pero una cosa es lo que quieran los usuarios y otra distinta el funcionamiento de las cosas, por lo que le he informado de que eso no es posible, en primer lugar porque ese tipo de certificados no se envían al domicilio, pero que puede mandar a alguien a recogerlo, y en segundo porque esos certificados no los emitimos en esta sección sino en otra.
Y ahí se ha producido el milagro, cuando para preguntarme la dirección del sitio al que debe dirigirse, ha recuperado de golpe la energía en la voz y todo su impulso vital durante la breve conversación posterior.
Si fuera dado a desconfiar, podría pensar que estaba intentando la estragegia del "voy a dar penita, a ver si me lo mandan a casa y no tengo que ir hasta ahí", pero lo que es bastante más probable es que yo tenga el poder de curar telefónicamente.
¿Por esto canonizan, no?
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