martes, 6 de mayo de 2014

Interraíl (XVIII)

Aunque de día y por fuera, aquí estuvimos.

Seguimos donde lo habíamos dejado, en París. Era ya el día 21 de nuestro viaje, y nos levantábamos después de nuestra última noche en cama de verdad, ya que pensábamos dedicar la de ese día a viajar de vuelta. Y queríamos aprovechar las últimas horas, lo que nos hizo madrugar y levantarnos a una hora bien temprana (concretamente me desperté a las 6:00).

Echábamos de menos el sol de Estambul, ya que en París no paraba de llover y el tiempo era asqueroso, pero eso no fue impedimento para seguir turisteando y encaminarnos al barrio de Pigalle (que viene a ser el equivalente parisino a la zona roja de Amsterdam) para ver el célebre cabaret del conocido musical. 

Otro hito hito cinematográfico, que aunque nos costó mucho encontrar, nos hacía ilusión ver: el Café Deus Moulins. Dicho así, puede que no suene muy familiar, pero seguro que si digo que es donde se rodó Amélie, es más fácil caer. Puede que sea una tontería, pero esa película nos gustaba mucho, y nos hizo bastante ilusión. Aunque recuerdo que era muy chocante que la distribución del bar era bastante diferente a como la habíamos imaginado. Pero mola que aunque estuviera cerrado, el dueño se enrollara y nos dejara entrar a verlo.

Pero antes de eso, el turisteo había llevado nuestros pasos a otra de las etapas en las andanzas de la señorita Poulain y buscar Montmartre, cosa que a juzgar por lo que tengo apuntado en la libreta nos costó bastante. Lo que no encontramos fue la cabina que Amélie usa en la película, ya que esta no existe.

En nuestro devenir por aquella zona, nos habían advertido contra los carteristas, pero realmente eran carteristas alados, las palomas que trataban de comerse nuestros bocadillos, y los verdaderos ladrones, que eran los gerentes de los chiringuitos, done un corneto de Frigo costaba... ¡4 euros!

Y ya por no alargar demasiado la entrada, termino con el curioso detalle del barrio lleno de negros, pero vestidos con al estilo africano, en el que llamábamos la atención porque éramos los únicos blancos. ¿Nos habíamos ido sin querer a Nairobi o a Kinshasha?

Seguiré con esto en la próxima y probablemente última entrada sobre el Interraíl.

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