Javier Gutiérrez de protagonista, ya empieza bien.
Lo peor que puedo decir de esta película, sin duda, es que es una pena que no haya llegado a los cines porque salió directamente en Netflix, por lo que he tenido que verla en casa en vez de en una pantalla grande. Pero esto es por desgracia algo a lo que me temo que me tendré que acostumbrar, de modo que me centraré en los aspectos positivos de la película, que no son pocos.
Empiezo por los actores, a Javier Gutiérrez hay que añadir a Luis Callejo, siempre soberbio pero aquí incluso mejor, Patrick Criado, un inspiradísimo Karra Elejalde (al que le robaron a la cara el Goya que merecía por "Mientras dure la guerra") y un buen elenco de secundarios que redondean el pastel y contribuyen a generar la atmósfera que tan bien crea la película, esa sensación de agobio en mitad de la nada y un frío que huela los huesos y casi se puede sentir.
La historia, que atrapa desde el minuto uno y me reocrdaba mucho a mi amada Con Air, es un tralado de presos de una cárcel a otra, que obliga a que el furgón transcurra por una parte muy aislada de Castilla la Mancha, de noche y en invierno. Lógicamente todo se tuerce, tal y como va anunciando la película, que desde su inicio ya nos va creando ese suspense que nos hace tener un mal presentimiento.
Hasta que todo explota y comienza la lucha por no perder el control.
Lo mejor, además de la vibrante atmósfera que genera y las constantes sensaciones que transmite, además también de las actuaciones (creo que todo es bueno en esta película) es la historia que cuenta, muy cruda y con un trasfondo escalofriante, como también me gusta mucho la forma en la que la va contando. Se va viendo venir, es verdad, pero no desmerece y consigue darle un cierre que sin buscar grandes giros ni artificios funciona a la perfección.
Muy contento con ella, la verdad.
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