Con ese título, tenía que verla.
Muy mala, tanto como prometían el trailer y el cartel. Con una trama ridícula, actuaciones rematadamente malas y chistes de vergüenza ajena. Pero también es verdad que ese tipo de películas me suelen entretener y debo concederle que a pesar de ser todo lo cutre que amenazaba, puede incluso que un poco más, no me he aburrido con ella.
Pero además, tiene a su favor que es una película que me conectaba un poco, pues más allá del apellido de los protagonistas y de que parte importante de la trama se desarrolla en un aeropuerto (a mi batallita del martes me remito), no solo sale Bilbao, sino que tiene escenas rodadas en casa de mi tía (dato curioso, esa casa está en Bilbao y en la película la ponen como si Irala fuera un barrio de Madrid). La sopresa ha sido parcial, pues sabía que habían rodado una película ahí, pero no sabía que era esta, de modo que el momento "¡anda, si es la casa de mi tía!" ha sido, sin lugar a dudas, lo más reseñable.
En cuanto al argumento, pues una tontorronada. Una aerolínea en horas bajas decide contratar a un consultor de éxito (Mota) para relanzar la empresa y a un mecánico talentoso pero algo disfuncional (Viyuela) para reparar su principal avión. La confusión viene porque ambos son de Bilbao y ambos se llaman Javier García (lo del segundo apellido ya tal). Y sucede que cuando llegan a Madrid, una serie de casualidades imposibles hacen que confundan a cada uno con el otro y a lo "Príncipe y Mendigo", el rico hace de pobre (porque el consultor es millonario y el mecánico no tiene ni para la hipoteca, a pesar de ser un profesional altamente cualificado) y el pobre por rico.
Y así va transcurriendo la película, con sus confusiones imposibles en una trama que en la vida real se resolvería en 5 segundos, cameos sin venir muy a cuento y chistes malos, acompañados muchas veces de soniditos más propios de dibujo animado de la Warner Bros. Aunque, como para todo hay gustos, me consta que la gente que la estaba viendo en el cine se ha reído bastante.
En mi opinión, terriblemente mediocre pero simple y en cierto modo funcional. No me he reído y, por supuesto, no me la he podido tomar en serio en ningún momento, pero he pasado un rato entretenido y me ha hecho ilusión ver la casa de mi tía.
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