El jersey me acabó sobrando.
Bueno, pues aunque casi todo lo que pasaba ya lo he ido contando, me apetece tener más o menos centralizada en una entrada la crónica del viaje, de modo que ahí voy. Mi blog, mis normas.
El sábado no tuve que madrugar mucho, ya que el avión salía a eso de las 11 y algo, de modo que tranquilamente me levanté, me duché y fui al aeropuerto en autobús, que te deja en un nada ahí. Y como no facturaba, era llegar, pasar el arco y hacer la cola del avión.
Tres horas de vuelo más tarde, aterrizo en el Chopin, y por no complicarme la vida cojo un taxi, cuyo taxista me grita cosas muy feas cuando ve que una de mis tarjetas no le funciona. Pago con la otra, ya ve usted qué problemas.
Mi primera impresión de Varsovia es que es una ciudad muy soviética, de edificios altísimos y calles muy anchas, aunque luego vería que no todo es así, y que es una ciudad de muchos contrastes. Pero me instalo en el hotel y tiro a andar, hacia la zona turística.
Como algo por el camino y llego a la calle Nowy Siwat, que la recorro hasta el restaurado casco viejo, donde aprovecho para comer algo.
Ese cuenco no hay que fregarlo.
Una vez comido, improviso, cruzo el Vistula y me doy un paseo por el barrio de Praga, donde mi padre me va informando del resultado del partido más importante de ese día (el del Bilbao Basket, por supuesto), con victoria. Sigo andando sin rumbo fijo, disfrutando de la tranquilidad de sus calles y a medida que va oscureciendo vuelvo hasta el hotel. A las 22:00 en la cama y durmiendo, pero...
No me despierta el ruido del fútbol (mandaría cojones), pero sí la luz del rascacielos de Huawei, que unido a la falta de persianas hace que mi cuarto parezca una discoteca. Por suerte el resto de días dormí mejor.
El domingo tour guiado por el Casco Viejo, y al acabar quedo con Lorenzo, residente en Varsovia, a quien no veía en años. Comemos, nos tiramos la tarde de charleta, luego se nos unen su señora y una amiga española, y acabamos cenando en un indio, tan a gusto. Nueva pateada hasta el hotel, y a dormir como un bebé, sin que la luz de Huawei pudiera impedirlo.
Lunes. Por la mañana plan similar, con tour guiado, pero por lo que fue el gueto de Varsovia. Terminamos en el museo judío, y me pego una caminata hasta el museo del alzamiento, lo veo, me vuelvo al museo judío, lo veo y caminata hasta el hotel, con parada en el palacio de la ciencia y la cultura, a cuya azotea subo, para ver las vistas panorámicas.
Me retiro un rato al hotel, donde me doy una ducha, descanso un rato y para cerrar el viaje, me pego otro paseo hasta el centro (como nota, ese día alcancé los 35000 pasos), cenando unos pierogi, viendo la plaza del mercado de noche y retirándome para descansar un par de horas, que el martes tocaba madrugar mucho.
Los pierogi.
Llegó el temido madrugón, pero fue bastante llevadero, ya que me desperté espontáneamente antes de que sonara el despertador, así que tranquilamente me preparé, cogí el taxi, me planté en el aeropuerto tal vez con más antelación de la debida y volví a Bilbao, con otro bonito viaje en la galería de recuerdos.
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