Retomo esta sección, que tenía muy abandonada, ya que a fin de cuentas, pronto me iré al paro y tendré que ponerme a buscar trabajo. Es broma, aunque técnicamente es cierto que me iré al paro.
Pero este irse y volver viene a colación de una empresa para la que trabajé en dos momentos diferentes, para hacer el mismo trabajo, ya había estado en 2004 y volví al redil en 2006. Hablo de:
La campaña de la renta en la BBK
2: Barakaldo
Esta es otra de tantas batallitas que empiezan con "era 2006 y mi vocación como abogado estaba en crisis", y lo cierto es que lo estaba, tanto que ya había tomado la decisión de dejarlo y opositar. Pero para eso necesitaba una cosa: dinero.
Y la forma más eficaz, de entre las legales, era trabajando, así que envié mi CV a la BBK para repetir experiencia rentista y me cogieron. El curso se me hizo fácil, y además tuve la suerte de coincidir con un amigo de la universidad (y que curiosamente trabaja ahora en Diputación), lo que siempre hacía más llevaderas las clases. Obtuvimos muy buenas notas, y me quedé a un paso de ser coordinador (que significaba ganar 6.000 € por dos meses) pero me ofrecieron la opción, eso sí, de trabajar a jornada completa. Lo que significaba, claro, más dinero para el bolsillo. Y tuvo su gracia firmar el contrato el mismo día de mi cumpleaños.
La sucursal esta vez era más accesible que Galdakao. No era Bilbao, sino Barakaldo, pero al menos tenía metro, y no tenía que andar con trasbordos. Había un paseíllo desde el metro hasta la sucursal, pero nada del otro mundo.
La experiencia fue mucho más positiva, ya que en vez de estar en un islote apartado, estaba metido dentro con los empleados, y se hacía mucho más fácil integrarse y ser uno más, y de ahí me dio más pena irme que de la otra (también porque en el bar de al lado hacían unos pinchos cojonudos) y charlaba con ellos, me contaban historietas (les habían intentado atracar un par de veces) y lo cierto es que eran creíbles, porque a veces venían clientes de lo más siniestro (y de verdad), hasta me vino un día el ínclito "José Antonio", quien fuera cliente del no menos ínclito abogado señor "Pedro". O uno de los tipos que vino, a preguntarnos no me acuerdo qué, y que me estuvo un buen rato dando la chapa. Pero sí recuerdo que al día siguiente, apareció la puerta de la sucursal rota, y al próximo ese mismo tipo detenido por vandalismo. No tengo nada contra la puerta de la sucursal, pero oigan, mejor ella que yo.
No siniestro pero sí gilipollas fue uno al que tuve que sufrir, maleducado y más chulo que un ocho, pero con el aval de ser hijo de buen cliente de la sucursal, cualidad que según sus creencias le daba derecho a todo, en vez de colaborar como la gente normal, a la pregunta de "¿y en qué año compraste el piso que has vendido"? me decía "lo tienes en los papeles", pese a que los había rebuscado por todas partes y le expliqué "si estuviera en los papeles no te lo preguntaría", y en ese momento levanta el codo y saca el papel que estaba debajo mientras me dice, de forma desagradable "si es un perro de muerde". En ese momento me daban ganas de decirle de todo, pero hay que tener paciencia y callarse. Lo que no callé, y supongo que me costó emitir una leve sonrisa triunfal fue que al ver la fecha de adquisición no le podíamos hacer la declaración, que se tenía que ir a Hacienda o a una asesoría privada (o a tomar por culo, pero esa última opción no se la ofrecí) y su comprensiva respuesta era "es que no me la quieres hacer". Con una persona normal habría servido explicar la normativa, y que el ordenador no me dejaría hacerle la operación. Con una persona algo menos normal hasta habría servido dar la vuelta al monitor y mostrar el mensajito de "no se puede hacer", pero if not mate then not patata, y se fue airado al despacho del director, a chivarse de que un niño malo no le quería hacer la declaración. El director, le explicó que tenía yo razón, y que sintiéndolo mucho nos era imposible hacerle la declaración por Rentanet, y puede que no fuera así, pero yo recuerdo la escena con una sonrisa burlona en mi boca y el tipo éste lanzando una mirada de "se acaba usted de ganar un poderoso enemigo".
Hubo otro tipo, algo menos cretino, que también logró resultar ofensivo, no por pesado, sino porque cuando vio que la declaración le salía a pagar (el tipo ganaba del orden de los 70.000 anuales) exclamó ofendido, ¡Joder, siempre nos toca pagar a los mismos, a los del zapato! La expresión "los del zapato" nunca he llegado a saber muy bien a qué se refería, pero que el tipo me miraba como si el dinero de su declaración fuera a parar a mi bolsillo, sí. En fin, supongo que me había ganado otro poderoso enemigo.
Y ya que de ganar poderosos enemigos va el tema, en ese saco entraría la señora mayor que a las 8 de la mañana me increpaba por intentar colarme, a quien el hecho de que ella hubiera llegado antes le impedía atender a mi poderoso argumento de: "es que trabajo aquí".
De cosas buenas recuerdo que aunque trabajaba por la tarde, y solo el primero de los dos meses, raro era el día que no salía antes de la hora, ya que el asunto funcionaba con cita previa, y en cuanto venía el primero, si sobraba algo de tiempo (y siempre sobraba) llamábamos al último de la tarde, para que si quería viniera antes. Así ellos encantados, y nosotros también, porque podíamos cerrar antes y marcharnos (y las declaraciones de la renta concertadas eran la única función de la oficina por las tardes)
De cal y de arena. Si eso era bueno, malo era el segundo mes, cuando casi todo el mundo había entregado ya la declaración, y estar sentado en una mesa, languideciendo presa del tedio, era todo lo que podía hacer.
Y cosa buena, claro, que acabé aquella experiencia con dinerito en el bolsillo. Hubo más historietas, más anécdotas, pero algunas las habré olvidado, o simplemente no serán tan interesantes, y como que tampoco es cosa de hacer una entrada interminable. Y hubo un tercer escarceo con la campaña de la Renta, pero esa historia será contada en otra ocasión.
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