sábado, 23 de noviembre de 2019

El camping

Ese puente lo empezó mi padre.

Ayer, aprovechando que tenía el día libre, acompañé a mi padre a Medina, a llevar la tele vieja (y a podar un ciruelo, aunque por circunstancias atmosféricas no fue posible) y al ir aprovechamos para visitar un lugar icónico de mi infancia, el camping La isla, de Villalázara (Burgos), donde solía ir los fines de semana de mi infancia tardía (de los 11 a los 16 más o menos) y que llevaba sin visitar más de 25 años.

Empezamos a ir porque mi sistema respiratorio, que siempre ha sido un poco infame, aconsejaba un poco de aire puro, en una época en la que de forma casi literal me daba alergia Bilbao (tal cual, era volver y ponerme malo, claro que el aire del Bilbao de los 80 era de todo menos saludable), y recuerdo que al principio lo cogía con ilusión y ganas, pero ya los últimos años mis padres me llevaban a rastras, y el buen tiempo era síntoma de "mierda, toca la temporada de perder los fines de semana en el camping, cuando lo que me apetece es quedarme en Bilbao con mis amigos", y era horrible sufrir aquellos atascos que se organizaban para volver los domingos por la tarde. 

Pero si quitamos esa parte de la adolescencia en la que lo último que quiere uno es pasar tiempo con sus padres, aquella época tuvo sus cosas bonitas, hice amigos (aunque no conservo contacto de nadie de aquella época) e incluso hubo momentos de guion de comedia romántica barata cuando el azar tuvo a bien hacer que un verano coincidiera en el camping con una chica de la escuela que me gustaba mucho, aunque a diferencia de las películas, no pasó absolutamente nada. 

Pues lo dicho, ayer pude visitar otra vez el camping (mucho más pequeño de lo que era en mi cabeza), ver el río en el que nos solíamos bañar, y salvo lo de las dimensiones, pues la verdad es que estaba casi todo más o menos igual que cuando lo vi. Así que fue bonito.

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