Dos actores en estado de gracia.
Tal y como nos cuenta la Wikipedia, en España, se llamó topo a las personas que vivieron ocultas tras la Guerra Civil para escapar a la represión franquista, y eso es lo que nos cuenta también esta película en la que Higinio, el concejal republicano de un pueblo andaluz debe permanecer escondido, a lo Ana Frank, para evitar ser asesinado, y así permanece durante unos cuántos años, en un caso que podría estar inspirado en el alcalde de Mijas, Manuel Cortés Quero, pues coincide más o menos en los tiempos.
La película empieza muy arriba, con unas escenas iniciales muy potentes, y una persecución que es puro cine, para luego abandonar lo frenético en favor de un ritmo más relajado pero siempre angustioso, con el miedo a que en cualquier momento pueda saltar todo por los aires. Pero a la vez nos narra el intento de Higinio y su familia de llevar una vida más o menos normal (dentro de lo normal que pueda ser una vida en esas circunstancias) y consigue transmiir muy bien el paso de los años, con un trabajo de caracterización y fotografía muy meritorio.
Aplaudo también al dueto protagonista, sobre todo Belén Cuesta, que se come la pantalla, lo que por raro que suene me hace admirar todavía más a Antonio de la Torre, pues no solo es uno de los mejores actores españoles sino que consigue siempre sacar lo mejor de sus compañeros de reparto. Y algo de mérito tendrá cuando compartir película con él se convierte en sinónimo de hacer un papelón.
Le puede fallar que, dada su duración (147 minutos) puede tener momentos en los que es un poco lenta, pero me parece una gran historia de supervivencia y un gran retrato de esa España revanchista de la posguerra.
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