Podría ser peor, podría... oh, shit.
Un científico capaz de crear los más descabellados inventos; tela sintética indestructible y adhesiva, una televisión que anda, un utensilio que permite convertir en palabras los pensamientos de un mono (o de un señor con bigote)... pero por encima de todo, su gran invento; una máquina que convierte en comida el agua de lluvia. Aunque claro, como es de esperar, lo que al principio trae felicidad al pueblo de Swallow Springs (inexplicablemente traducido como "Aldabas de mar"), se acaba saliendo de madre y la lía parda.
Esta película tiene dos lecturas. Uno puede verla como una divertida comedia familiar, con cientos de sketches, situaciones absurdas y guiños a múltiples fuentes, con entretenimiento para toda familia.
O puede verse como lo que realmente es: una película de TERROR.
Analicemos la jugada. Un científico trastornado y megalómano, que lleva sin cambiarse de zapatillas desde primaria, crea una raza de ratas aladas y un dispositivo que permite inundar de comida todo, generando todo tipo de destrozos y plagas. En su demencia secuestra a una pobre periodista y la encierra en un castillo hecho con gelatina, y la sumerge en el viscoso elemento. En otro acceso de locura, comienza a disparar contra los niños (tirar a un niño una bola de helado a la cara y a quemarropa no me parece muy ético), y ebrio de la sensación de poder, irrumpe en las casas a seguir agrediendo a los aterrorizados ciudadanos. Pero todo eso se lo puede permitir amparado por los poderes fácticos, y por el alcalde (imposible no acordarse del Barón Harkonnen) se sabe intocable y con carta blanca para cometer sus atrocidades. Pero uno empieza a contar la pérdida de vidas humanas que en una visión realista de esta película provocaría ese fenómeno, y un súbito escalofrío recorre la columna.
La segunda parte de la película, cuando todo se vuelve loco y la máquina toma consciencia de sí misma, es cuando Roland Emmerich toma los mandos y esto se convierte en una película de catástrofes. Pero si vas a destruir Nueva York, hazlo con estilo. Lanzando comida.
Pero vuelve el terror, y cosas como pollos zombi, un foso de trampas mortales con crema de cacahuete, o un ejército de gummyositos psicópatas erizarán los pelos del más templado. Mientras sigue petando el mundo claro, que yo no sabía si estaba viendo Lluvia de Albóndigas o un remake de 2012.
Terror es también el doblaje del protagonista, para el que tuvieron la desafortunada ocurrencia de meter a Flippy, "científico" televisivo en el Hormiguero. Supongo que a algún iluminado le pareció buena idea hacer esa estupidez en vez de meter a un doblador de verdad. Aunque en fin, peor es el doblaje de uno de los secundarios, "Manolo" (se llama así en la original) que parece doblado con el loquendo.
Dejando esa cuestión al margen, la película está técnicamente aceptable, y merece ser vista en 3D, que se nota. Y lo que es más importante, el espectador saldrá del cine con HAMBRE.
Esta película tiene dos lecturas. Uno puede verla como una divertida comedia familiar, con cientos de sketches, situaciones absurdas y guiños a múltiples fuentes, con entretenimiento para toda familia.
O puede verse como lo que realmente es: una película de TERROR.
Analicemos la jugada. Un científico trastornado y megalómano, que lleva sin cambiarse de zapatillas desde primaria, crea una raza de ratas aladas y un dispositivo que permite inundar de comida todo, generando todo tipo de destrozos y plagas. En su demencia secuestra a una pobre periodista y la encierra en un castillo hecho con gelatina, y la sumerge en el viscoso elemento. En otro acceso de locura, comienza a disparar contra los niños (tirar a un niño una bola de helado a la cara y a quemarropa no me parece muy ético), y ebrio de la sensación de poder, irrumpe en las casas a seguir agrediendo a los aterrorizados ciudadanos. Pero todo eso se lo puede permitir amparado por los poderes fácticos, y por el alcalde (imposible no acordarse del Barón Harkonnen) se sabe intocable y con carta blanca para cometer sus atrocidades. Pero uno empieza a contar la pérdida de vidas humanas que en una visión realista de esta película provocaría ese fenómeno, y un súbito escalofrío recorre la columna.
La segunda parte de la película, cuando todo se vuelve loco y la máquina toma consciencia de sí misma, es cuando Roland Emmerich toma los mandos y esto se convierte en una película de catástrofes. Pero si vas a destruir Nueva York, hazlo con estilo. Lanzando comida.
Pero vuelve el terror, y cosas como pollos zombi, un foso de trampas mortales con crema de cacahuete, o un ejército de gummyositos psicópatas erizarán los pelos del más templado. Mientras sigue petando el mundo claro, que yo no sabía si estaba viendo Lluvia de Albóndigas o un remake de 2012.
Terror es también el doblaje del protagonista, para el que tuvieron la desafortunada ocurrencia de meter a Flippy, "científico" televisivo en el Hormiguero. Supongo que a algún iluminado le pareció buena idea hacer esa estupidez en vez de meter a un doblador de verdad. Aunque en fin, peor es el doblaje de uno de los secundarios, "Manolo" (se llama así en la original) que parece doblado con el loquendo.
Dejando esa cuestión al margen, la película está técnicamente aceptable, y merece ser vista en 3D, que se nota. Y lo que es más importante, el espectador saldrá del cine con HAMBRE.
1 comentario:
Sabía que a alguien más el alcalde le tenía que haber recordado al barón Harkonnen!! Especialmente cuando le ronda al protagonista susurrándole al oido, cambia al chiflado por Alia y lo tienes todo XD
Lo de ponerle al pueblo Aldabas de mar es para poder hacer luego el renombrado del pueblo de Tragaldabas, o algo así, los juegos de palabras suelen sufrir mucho en los doblajes...
Interesante el blog, me lo apunto en el rss para seguirlo :-)
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