El puente 25 de abril, oculto tras la lluvia.
Seguimos con las crónicas lusitanas, en un día que resume bastante bien el título. Empezando por Belem, donde hemos llegado tras coger un tren que se pasaba de largo la parada, y después de dar un paseíto, pasando frente al memorial de los soldados portugueses caídos, hemos llegado a la Torre de Belem, la cual yo esperaba más grande. Sin embargo, era bastante chula, aunque he de ponerle dos pegas: una, unos techos muy bajos en sus mazmorras, y otra, el nuevo y terrible aguacero de lluvia que nos ha sorprendido cuando estábamos ahí.
Por suerte no ha durado demasiado, y hemos podido ir a nuestro siguiente objetivo, el Monumento de los Conquistadores, para seguir con el Monasterio de los Jerónimos. Acabadas esas visitas, llegaba ya la hora de comer, y por no calentarnos la cabeza buscando, una MChamburguesa, y después ricos pasteles de nata (se llama así pero es crema), muy típicos de ahí.
Por terminar con Belem, hemos visitado el museo del coche (más bien carruaje) y el arqueológico, para encaminarnos de ahí al tren, destino a Cascais.
Cascais ha resultado ser un agradable y bonito pueblo costero, y Estoril parecido, aunque lo hemos disfrutado menos, pues entre la inminente lluvia y la creciente oscuridad, no animaban a quedarse mucho por ahí.
Ya de vuelta en Lisboa, un restaurante típico con espectáculo de fado en directo ha sido el sitio en el que hemos cenado (y no era barato, ni los camareros excesivamente rápidos). Y del fado... pues no está entre las cosas que más me han entusiasmado del día de hoy.
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