Durante el resto del año son gente normal, que ayuda a ancianitas a cruzar la calle.
Segunda parte de "La purga" y tan carente como aquella de sentido. La premisa, recordemos, una noche al año todos los delitos, incluso los de sangre, son legales, lo que hace que el resto del año sea todo armonía y felicidad y no existan la pobreza extrema ni el paro, siendo la tasa de criminalidad muy baja. Durante esa noche, que muchos ciudadanos esperan con ilusión, se suspenden los servicios de policía, ambulancias y bomberos, quedando sin efecto todas las leyes (y en especial las de la física).
Ya la primera película era un fallido patinazo que tomaba una buena idea y la sometía a un desarrollo pobre y nada profundo, cayendo en un completo sinsentido que solo servía de excusa para un intento de thriller pobre y superficial. Aquí pasa un poco lo mismo. Por momentos parece que arregla un poco el desaguisado de la primera, indagando un poco en qué hay detrás de la Purga, con pinceladas que sugieren una cierta crítica social y un trasfondo pelín más maquiavélico, pero decide abandonar ese camino para entregarse al festival del correquetepillo, con unos personajes planos yendo de un lado para otro, de tiroteo en tiroteo, y sin molestarse más allá de esas pinceladas en tapar los agujeros que la propia película deja en su coherencia. Y aunque por momentos parece que no, esta segunda parte acaba pecando de lo mismo que la primera: requiere un salto de fe excesivamente grande para creerse algo de lo que cuenta, y carece de coherencia interna.
Puedo jugar a creerme que en ese futuro distópico exista la Purga, y me encanta además la idea de los comandos antipurga, pero necesito que la realidad que constuyan a su alrededor tenga al menos un mínimo de sentido. Y ni esta película ni la anterior lo tienen.
Suspenso, claro.
Suspenso, claro.
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