Saludando al público.
Lo malo del teatro es que te tiras todo el curso preparando una obra que, para cuando te das cuenta de que has empezado a representar ya se ha terminado. Pero lo cierto es que el subidón y la intensidad emocional que se experimenta hacen que merezca la pena.
Y ayer sucedió de nuevo ese momento mágico, esta vez con "La Malquerida", obra que nos obligó a salir de nuestra zona de confort, que es la comedia (por lo general somos un grupo muy payaso) y hacer un drama con escenas bastante intensas, siendo el resultado bastante bueno a juzgar por la reacción del público, y la verdad es que habiéndonos visto hoy grabados en vídeo, y en comparación con las de años anteriores, creo que hemos dado un salto en nuestro nivel y hemos conseguido un buen trabajo. De hecho, algo que no me suele pasar, es que me veo grabado y casi hasta me gusta cómo salgo.
Este año el reto para mí era doble, pues al desafío de hacer algo serio (si bien ahí estaba "Bodas de sangre" de 2013, no nos quedó muy allá) se sumaba el de tener a dos personajes, con el cambio físico que ello implicaba, teniendo que ir a todo correr al vestuario entre acto y acto para cambiar de imagen y aspecto. Pero no valía con eso, pues tenía que intentar parecer dos personas distintas, cambiando no solo de vestuario sino de voz y lenguaje corporal. Subiré el vídeo, y que los espectadores juzguen si lo conseguí.
Sensaciones ahora agridulces, pues al sabor agradable de haber hecho la obra y que haya salido de nuestro gusto se contrapone la pena de saber que el proyecto ya ha quedado atrás, y que ponemos fin a la etapa que ha sido preparar esta obra. Pero ahora toca pensar con ilusión en qué nos deparará el curso que viene y, quién sabe, si podemos plantearnos volver a representar esta.
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