lunes, 14 de octubre de 2019

Una de chinches

Una de las peores plagas que se puede tener en casa.

Que nadie se alarme: NO TENGO CHINCHES EN CASA.

Pero los tuve en el pasado. No en mi casa actual, sino en una anterior, y son una experiencia horrible de la que no hablé en su momento porque, francamente, no me apetecía. Pero hoy en el trabajo ha salido el tema de conversación y me ha venido todo aquello a la cabeza, así que aquí viene la batallita.

De esto haría algo más de tres años. Llevaba una racha de insomnio, en la que me despertaba a las 4-5 de la madrugada con ataques de ansiedad, y también por aquella época, aunque no lo relacioné, me salían de vez en cuándo picaduras en los dedos, como siguiendo la línea de la vena.

Así estuve un tiempo que no sabría determinar (debió de ser entre Semana Santa y junio, por las Ómicron de 2016 o el viaje a Amsterdam) y un día haciendo el cuarto vi algo que correteaba entre las sábanas. Le di caza y llevé el cadáver a una droguería que tenía enfrente de casa, especializada en plagas. 

La autopsia fue clara en su pronóstico: eso era un chinche. Me dio un bote de insecticida bastante potente con el que proceder a gasear el dormitorio. Lo hice, apliqué el producto, cerré puertas y ventanas y... se abrió la caja de Pandora.

Aquello despertó a un montón de chinches, que tuvieron a bien salir de sus madrigueras esa noche. No recuerdo del todo bien el curso de los acontecimientos, pero sí la repugnante sensación de volver a despertar a las 5 de la madrugada, encender la luz y ver a uno de esos asquerosos bichos corriendo por la almohada.

A la mañana siguiente llamé sin dilación a una empresa de desinfección. También tiré muchísima ropa y muebles (el cabecero de mimbre era una auténtica granja de huevos y heces de chinche), y la ropa que no tiré la tuve que llevar a lavar a la lavandería con agua muy caliente. Compré también una funda para el colchón, de modo que no pudieran esconderse ahí y adquirí el hábito de seguir gaseando todos los días. Entendí el porqué de la expresión de "morir como chinches".

En plena fiebre del Pokemon Go, yo me dedicaba a cazar otro tipo de bichos.

Todas las mañanas me dedicaba a cazar 3-4 chinches que se paseaban por el techo y las molduras de las paredes. Algunos recién alimentados eran como gotitas de sangre con patas, más o menos del tamaño de un grano de arroz.

Era insostenible, y afortunadamente me moví rápido a la hora de llamar a la empresa de desinfecciones. Pero eso tuvo también unas consecuencias negativas, de las que ya hablaré en otro momento. Sin embargo, para tranquilidad del público que me lee, aquello de los chinches ya pasó, y aunque fue una auténtica pesadilla y no se la deseo a nadie, es algo que forma del pasado. Aunque es verdad que durante muchas semanas sentía escalofríos cada vez que me despertaba de madrugada y sentía la más mínima cosquilla.

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