Bueno, solo un poco.
Esta es la historia de Dani, el prototipo de buen chico que trabaja, cuida de su padre enfermo, nunca cruza el semáforo en rojo y demás. Y al morir su padre, su hermana le convence para que se pegue un viaje alrededor del mundo, pero antes de que llegue a hacerlo se cruza con Mila, una chica misteriosa, atractiva, espontánea y más zumbada que las maracas de Machín (la clásica fantasía de la Manic pixie dream girl pero en versión chunga) que le descuadra por completo los planes, le lleva a hacer cosas que Dani nunca se habría planteado y... sí, como bien sugiere el título, alguien acaba muerto.
Eso lleva a que Dani comience a tomar decisiones que con la mente fría y desde la comodidad de una sala de cine parecen estúpidas pero que en el momento a él le parecen de lo más lógico, lo cual es narrativamente muy razonable, de modo que se mete en una espiral en la que para tapar un marrón se va metiendo en una espiral de marrones a cada cual más grande y, siguiendo con el lenguaje coloquial, se lía muy petarda.
Me gusta de la película que consigue transmitir muy bien las sensaciones, como la sensación de agobio constante, el aura de una Milena Smit que a la vez seduce y repele o los golpes, algunos de los cuales llegan a doler de verdad, y que en general, salvando algunas cosas, resulta bastante verosímil.
No me gusta que algunos recursos narrativos que parecen querer contar algo se quedan un poco en el aire (por ejemplo la forma de introducir la música, como queriendo emular a Baby Driver) y que la resolución se queda un poco pobre, con una escena que rompe un poco con la credibilidad que se había ganado y sobre todo ese largo plano secuencia de Mario Casas (que afortunadamente hace tiempo que dejó de ser el pelele musculoso para convertirse en actor) haciendo muecas sin venir muy a cuento, como si quisieran terminar de llenar metraje.
Pero salvo eso, en líneas generales una película bastante correcta.
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