¡Contra el Imperio del mal!
Esto es la historia de lo que pudo ser y no fue, pero que sin duda habría tenido su guasa.
El miércoles recibí un correo electrónico de la sección de Seleción en el que me ofrecían, por estar en la bolsa de empleo a la que me presenté en 2010, una comisión de servicios como Técnico de Administración General. Pero no en cualquier sitio, sino en el servicio de Inclusión, que es básicamente donde estuve trabajando más de 11 años y de donde me tuve que ir contra mi voluntad. La idea molaba, mucho, ya que sería volver a "casa" y cobrando muchísimo más. Pero la realidad tenía trampa, ya que hablé con la compañera que deja la vacante, y a la que tendría que cubrir, y me explicó que ella a su vez está en otra comisión, pero que no sabe si va a estar mucho tiempo o se tiene que volver a su puesto en 3-4 meses, lo que significa que yo me tendría que ir. Y no me volvería a Laguntza, donde estoy muy a gusto, sino a donde me tocara.
Aunque de verdad me apetecía, el riesgo era demasiado grande, y las posibilidades de que me saliera mal la jugada elevadas. Me la jugaba a que igual estaba en febrero o marzo trabajando en un sitio peor, más lejos de casa y cobrando menos que ahora.
La verdad es que me apetecía, sobre todo por la parte del reencuentro con la gente que se quedó allí, pero aunque me pese, sé que renunciar ha sido la opción correcta.
La verdad es que me apetecía, sobre todo por la parte del reencuentro con la gente que se quedó allí, pero aunque me pese, sé que renunciar ha sido la opción correcta.
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