sábado, 30 de octubre de 2021

Sin tiempo para morir


Ana de Armas casi sale más en el cartel que en la película.

Cary Joji Fujunaga consigue quitar la espina clavada y hacer una buena película de James Bond, y además lo consigue con una película que podrás gustar más o menos, pero lo que no se le podrá achacar es de no atreverse a hacer cosas distintas. Tan distintas, que es prácticamente imposible hablar de la película sin reventar sorpresas, de modo que quien siga leyendo, que lo haga bajo su propia responsabilidad.

Esta película cierra, y eso ya lo sabíamos desde el principio, el arco de Daniel Craig, un Bond que con sus altibajos (Casino Royal maravillosa, Quantum of Solace divertida, Skyfall infame y Spectre todavía peor) es considerado uno de los mejores agentes 007. Lo que sorprende es también el importante cierre de arco que ofrece la película, introduciendo cuestiones que yo como espectador no pensaba que iban a introducir, y que hasta que termina la película no pensaba que fueran a hacer. Y vale, es James Bond, nada impide que la siguiente película ignore por completo lo sucedido aquí y comience su propio camino. De hecho, si algo ha caracterizado siempre la saga es la falta de una continuidad rígida, siendo cada película una historia más o menos autoconclusiva.

En esta toma directamente lo ocurrido en Spectra y continúa, repitiendo chica Bond (algo que si ha pasado en otras películas de la saga no es en absoluto habitual, y menos de la manera que lo hacen aquí) y repitiendo (esto sí se ha dado más veces) villano. Esto, sin embargo, no termina de encajar, pues la figura de Blofeld como archinémesis de toda la vida, el Joker de este Barman, cojea, dado que su presentación en la anterior película era cuando menos olvidable, así que ni todo el carisma de Christopher Waltz es capaz de subsanar eso. 

Tampoco me termina de convencer el otro gran villano de la película, con un excesivamente caricaturesco Rami Malek. Tal vez sea cosa de que los villanos Bond siempre fueron ridículos, pero antes no nos lo parecían. Tampoco mejora el papel de M, el líder del Mi6, interpretado aquí por un desdibujadísimo Ralph Fiennes, que no está precísamente en uno de los mejores papeles de su carrera.

Quien sí brilla muchísimo, y se come la pantalla cada vez que sale, es Ana de Armas con un personaje que (atractivo físico al margen) aporta frescura y momentos muy divertidos a la película, siendo la peor crítica que se le puede hacer la de que sale muy poco. 

Me ha gustado, y mucho, ese toque que tiene a ratos, incluso visualmente de homenaje a las clásicas, incluyendo el célebre disparo en el túnel, y que entiende bien lo que tiene que ser una película de superespías, con trepidantes escenas de acción imposible, en las que se trata con el más absoluto desprecio a las leyes de la física.

Quedo contento, porque partía de unas expectativass bajas, porque han sido capaces de hacer algo distinto conservando la esencia de lo clásico y porque aunque cierran una puerta con Bond, abren una muy interesante con Nomi como la nueva 007.

Y al que no le guste, que no mire. 

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