A mí esto no me pasa. Será porque no compro.
Como siempre digo, hay que valorar las cosas en su contexto y en el caso que nos ocupa basta con ver el cartel y el tráiler para adivinar que se trata de de una comedia tontorrona y sobreactuada, con un argumento que no se sostiene y un desenlace feliz y buenrollero que se ve venir desde el minuto uno. Pero es que quien vaya esperando otra cosa no sé para qué se mete a verla.
Esto es un matrimonio (Gracia Olayo y Antonio Resines, que hace tiempo que renunció a ser actor para hacer siempre el mismo personaje que le dio la gloria en Los Serrano) cuyos hijos no les hacen ni caso y solo aparecen para pedir dinero y favores. La gota que colma el vaso es cuando les dicen que no van a ir a la cena de Nochebuena, lo que hace que ideen un plan: fingir que les ha tocado la lotería para que sus interesados hijos aparezcan a hacer la pelota.
Eso genera toda una serie de equívocos y situaciones delirantes (no negaré que me hizo cierta gracia el homenaje a Pretty Woman en el bazar chino) y la inevitable explosión cuando se descubre el pastel, pero como era de esperar triunfa el poder del amor y acaba todo con una oleada de buen rollo navideño que, a decir verdad, le va bastante bien.
¿Me parece una gran película? Desde luego que no. ¿Me ha dado lo que le pedía? Sí, sin duda. Pues ya está. A una trucha no le vamos a pedir que vuele, ¿verdad?
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