jueves, 27 de febrero de 2025

Daniela forever

Literalmente la chica de sus sueños.

Voy a empezar diciendo que no he visto esta película. O sea, verla sí que la he visto, pero no en condiciones que me permitan criticarla con criterio. 

Mi problema es que la vi doblada. Y que nadie se crea que soy un snob que defiende que el doblaje mata automáticamente el cine, porque no es así. Mi problema es que vi esta película doblada. Y no es porque se pierdan esos ricos matices de las interpretaciones no eche a perder el trabajo de los actores, no. Me pasó como me pasa cuando veo cine español doblado.

Uno va al cine viendo que es de Nacho Vigalondo, que aparecen Rubén Ochandiano, Nathalie Poza, Aura Garrido... y no es hasta que estoy en el cine y descubro que está doblada. No suelo tener mayor problema con eso, pero sí con que actores a cuya voz estoy acostumbrado suenan con otra muy distinta y que no tiene nada que ver con la que asocio a su cara. Eso me sacó por completo de la película y no me permitió disfrutarla del todo.

Ahora hablemos un poco de ella.

Nicolas es un DJ de cierta fama que vive en Madrid, donde conoce a Daniela, se enamoran y todo es maravilloso salvo por la parte en la que ella muere en un accidente de tráfico. Despesperado, Nicolas se somete a un tratamiento experimental que le permite controlar todos sus sueños, y volver a vivir una vida paralela en la que está Daniela y como además es un sueño, puede modificar la realidad a su antojo.

Todo muy guay y muy bonito, hasta que como en toda buena película de ciencia-ficción se empiezan a torcer las cosas y a difuminar la frontera entre realidad y sueño, con una historia que adquiere tintes de Lynch, Aranofsky e incluso Amenabar, y nos invita a reflexionar sobre el amor, el egoísmo y la aceptación de la pérdida.

La parte sonora, ya lo he dicho, es lo que me sacaba por completo de la película (si bien esto no es culpa de la propia película) y en lo visual tiene una peculiar forma de indicarnos cuándo una escena es onírica y cuándo del mundo real, siendo que para los sueños usa una imagen en 16:9 (la normal del cine moderno, para entendernos) y para el real en 4:3 (cuadradote de tele vieja), idea con la que juega cuando ambas realidades se empiezan a entremezclar.

Me queda el claro regusto de que la habría disfrutado más en versión original y también la sensación de que necesita un segundo visionado. Tanto por verla sin doblar como para fijarme más en los detalles y pistas que va dejando (y que algunas cosas, si soy sincero, creo que no las terminé de entender).

No la puedo calificar, pues no sería honesto.

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