Falta el espíritu santo.
Hay películas que sin contar nada dicen mucho y que, como esta, tienen el mérito de seguir siendo interesantes a pesar de que no pasa absolutamente nada. Porque es verdad que la narración es un medio de contar historias, pero no es el único y cuando se sabe hacer puedes transmitir un montón de ideas solo por medio de la imagen y los silencios.
Aquí tenemos una película compuesta por tres historias sin relación entre sí, pero con muchos elementos en común. En la primera dos hermanos viajan para visitar, por obligación, a su padre ya mayor y dependiente. En la segunda dos hermanas acuden a la visita anual a su madre, a la que asisten con la misma ilusión con la que se va al proctólogo y en la tercera dos hermanos tienen que despedirse del piso ya vacío de sus padres recién fallecidos.
Y ya está, de eso va la película. No tiene giros, no tiene artificios ni conflictos que impacten. No ocurre nada, pero tampoco hace falta, pues hace una apuesta minimalista por un espacio más íntimista que da para reflexión. Sobre las relaciones familiares, el paso del tiempo o la propia insignificancia de la vida.
Las actuaciones, con ese reparto que tiene (únicamente desconocía a Luka Sabbat) son de primerísimo nivel y la fotografía es espectacular. Con pocos planos consigue transmitir perfectamente la idiosincrasia de cada personaje y las dinámicas entre ellos (demoledora la escena de la larga e incómoda espera al taxi).
He de decir también que hay películas que las disfrutas mientras las estás viendo y otras que las tragas y cuando ya las saboreas es cuando te empiezan a gustar. Es lo que me pasó aquí, que sobre todo al principio me pilló totalmente a contrapie, y en ese viaje sin rumbo aparente los silencios que tiene se llegan a hacer de puro confuso aburridos. Pero cuando empiezan a encajar las piezas y comienzas a entender aquellas referencias y detalles del principio es cuando se ilumina la bombilla y a la vez sientes que es una pena no haber estado preparado para ello cuando pasó, y que ojalá poder rebobinar para verlo con lo que sabemos ahora. Vaya, como la vida misma.
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