lunes, 29 de enero de 2018

El Pasajero

Liam Neeson es su propio subgénero del cine de acción.

Cuando uno va al cine con la sana intención de ver una película de acción sin el más mínimo sentido argumental y repleta de fantasmadas, lo que quiere es ver una película de acción sin el más mínimo sentido argumental y repleta de fantasmadas. Y eso es exactamente lo que nos ofrece el tándem Neeson-Collet Serra, con su hábil mano para seguir haciendo películas de los 90 en pleno 2018.

La película empieza con Liam Neeson, un ex-policía (esto promete) que se despide como todas las mañanas de su familia (toda una declaración de intenciones) para ir a trabajar. Coge el tren (hora y media ida y otro tanto de vuelta a diario, calidad de vida) de todas las mañanas (el mismo puñetero tren todos los días durante los últimos diez años) y van y le despiden del trabajo. Vaya por Dios.

Toca volver, y no solo pierde el trabajo sino que encima pierde el móvil (¡qué diíta!). Pero su suerte cambia cuando una misteriosa mujer le hace una extraña propuesta: "mira chaval, una persona que no sabemos quién es, que no es habitual de este tren, se va a bajar en la otra punta del trayecto. Si nos dices quién es, te soltamos 100.000 dólares. Para que veas que vamos en serio, toma 25000 ahora, que hemos escondido en el tren, y te vamos a demostrar que sabemos hasta cuándo te rascas el culo.

Esto resulta ser cosa de una conspiración megaturbia, de unos tipos muy listos y con muchos tentáculos (metafóricos), capaces de tener sicarios a sueldo en cada esquina pero que no son capaces de hacer algo como, no sé, poner una bomba en el tren, pero que gente del FBI bien que se cargan como quien va a por el pan.

Pero cometen un error muy grave, garrafal. Y es que para convencer a Liam Neeson de que acepte el trabajo, secuestran a su familia. ¡Mal! Vamos a ver, almas de cántaro... ¿todavía no os habéis dado cuenta de que secuestrar a la familia de Liam Neeson es una pésima idea?

Así que, claro, aunque es vendedor de seguros (bueno, ya no), Liam Neeson saca sus artes de ex-policía y empieza a hacer sus cosas de Liam Neeson. Si en una película alguien se baja de un tren en marcha por los bajos, esquiva las ruedas, sale de la vía, adelanta al tren corriendo y se sube en marcha, pues yo me levanto del asiento y monto el escándalo en la taquilla para que me devuelvan el dinero. Eso, o pegar fuego al cine, según mi humor. Pero no tengo nada que objetar, ya que es Liam Neeson, y Liam Neeson puede eso y más, sobre todo si su familia ha sido secuestrada. Si en La Amenaza Fantasma la Federación de Comercio hubiera cometido el error de secuestrar a la familia de Qui-Gon Jinn, las guerras clon habrían sido muy cortas, pero mucho más sangrientas.

Así que algún sicario se muere por el camino, los trenes descarrilan mientras Liam Neeson salta alegremente de vagón y vagón, y se acaba montando un pifostio de tres pares de narices antes del final feliz.

En otras circunstancias le habría gritado a la pantalla del cine, pero salgo contento, ya que es exactamente lo que quería ver. Y si Collet Serra y Neeson vuelven a cocinar hamburguesas grasientas en forma de película, ahí estaré yo pidiendo mi BigMac.

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