El cartel parece de comedia tontorrona, pero no es el caso.
Miguel es un arquitecto que se va a Bélgica a presentar su proyecto en un congreso, el mismo fin de semana que le deja la novia y se le jode el móvil (ya es mala pata), así que tendrá que rehacer su vida y enderezar su carrera profesional. La película nos cuenta cómo es el año de Miguel, siendo un slice of life, que es el anglicismo para decir "las cosas que le van pasando al protagonista".
Muy bien elegido Verdaguer, la película tiene ese toque melancólico y entrañable que tan bien le pega al actor, y en esta sucesión de sucesos y anécdotas hay espacio para la reflexión sobre la vida, el trabajo, las relaciones humanas (que ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos) y también el romance. De hecho es interesante señalar que el interés romántico del hombre de mediana edad en plena crisis existencial no sea una jovencita sino una mujer 25 años mayor que él. Es interesante porque estamos muy acostumbrados a que ocurra al revés, pero mujer mayor con hombre joven no es tan habitual. Y es también interesante porque no es algo que focalice la película sino que es sencillamente parte de lo que pasa. Importante, sí, pero no lo único.
Hay también, sin que sea una comedia, momentos bastante graciosos, algunos de los que se basan en las confusiones idiomáticas, ya que en esta historia trilingue (tetralingüe si contamos el coreano), esto también es importante.
Ejercicio de costumbrismo en el que lo importante no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta.
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