El otro protagonista de esta historia
Esta es una historia que se remonta a los años en los que salía de fiesta los fines de semana, cuiando estaba yo en una popular tienda de bocadillos del Casco Viejo de Bilbao (para quienes lo conocieran, el Dorreko Labea), que se caracterizaba por dos cosas: unos bocadillos embadurnados en mahonesa, que a las 3 de la mañana eran ambrosía de los cielos y un ambiente y decoración muy propios de la izquierda abertzale (algo bastante habitual en el Casco Viejo de Bilbao).
Yo, que tengo la suerte de ser bilingüe, cuando iba a esa bocatería pedía indistintamente en euskera o en castellano. Ese día me dio por pedir en castellano, y el amigo que estaba conmigo me preguntó cómo es que a veces pedía en euskera y otras en castellano, a lo que le respondí que según me diera usaba un idioma u otro, que para algo sabía dos.
Entonces hizo su aparición un niñato, con su uniforme de izquierda abertzale y la actitud chulesca propia de la postadolescencia (yo tendría unos 25 y él unos 17-18) y me dice, arrogante, “Euskalherrian euskaraz egin behar da, eta kitto” (en Euskalherria hay que hablar euskera y punto), a lo que le respondí “beno, hori zure iritzia da, baina ni ez nago ados. Gizarte elebiduna gara eta bi hizkuntza dauzkagu, beraz bi hizkuntza erabil ditzakegu”.
Se quedó mirando con la misma cara de vaca contemplando trenes que tendrá el lector no vascoparlante, así que salté al castellano, “y como veo que no has entendido ni media palabra de lo que te he dicho, te lo traduzco al castellano: somos una sociedad bilingüe y tú parece que no, pero yo sé dos idiomas, así que utilizaré cada vez el que prefiera. Venga, agur”.
El niñato se fue de ahí con el rabo entre las piernas mientras sus amigos se reían de él. Nunca me ha sabido más rico un bocadillo.
2 comentarios:
Me recuerda y mucho la siguiente anecdota que cito con frecuencia:
"En estos tiempos en que muchos se rien del nivel de inglés de algunos políticos, conviene recordar la anécdota que tuvo como protagonista al escritor, político y diplomático Juan Valera y a varias señorías de las que hacen bueno el dicho de que «la ignorancia es osada».
Es una de las anécdotas más famosas de la historia del parlamentarismo español, y relata el momento en que el diputado cordobés, en 1871, está dirigiendo un discurso en la Cámara Alta y en el transcurso del mismo pronuncia el nombre del escritor inglés Shakespeare. Pero lo hace tal cual se lee en español, un hecho que provocó las risas de varios senadores.
Don Juan, todo elegancia, hizo un inciso en su «speech» para disculparse: «Perdón, señores; creí que no sabían inglés». Y prosiguió su discurso en el idioma de Shakespeare, dejando a sus señorías corridos de vergüenza y ajenos al resto de sus palabras, de las que no entendieron nada.
Eligieron mal enemigo para reirse: resulta que Don Juan Valera fue embajador en distintos puntos de Europa y América, desde San Petersburgo a Nápoles, París, Washington o Viena. Y está considerado como uno de los hombres más cultos de su época, dueño de una memoria prodigiosa y capaz de explicarse a la perfección no sólo en inglés, sino también en francés, italiano y alemán."
Conocía la historia, pero atribuida a Unamuno.
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