martes, 11 de diciembre de 2018

Robin Hood: Forajido, héroe, leyenda

¡Como ir a una clase de Historia!

Difícil de clasificar, estamos ante una película que consciente de lo mala que es opta por regodearse en ello y acaba siendo magistral. Es basura, pero basura sublime. En serio, es muy divertida, pese a que no hay por dónde cogerla... No. Es divertida precisamente porque no hay por dónde cogerla.

Ya visualmente es un canto a la originalidad, una revisión moderna del mito o una patada, según dónde se mire, con esos vestuarios que son de todo menos medievales, con más cuero que una tienda de ropa del Casco Viejo y para muestra ese Fray Tuck hipster, o Marian, que va con chaqueta de cuero, escotadísima camiseta, pantalones, maquillaje y el pelo suelto. Muy adecuado para salir de fiesta pero que en un mercado medieval parecería que viene de gaupasa.

La coherencia de los personajes también navega por el río del hago las cosas porque sí, con los malos muy malos (en su papel de Sheriff de Nottingham Ben Mendelsohn repite registro de Rogue One, ropa incluida) y los buenos muy buenos, con la capacida de matar de varias pandemias juntas y la física de película de superhéroes o Matrix, que añaden confetti a la fiesta. Naturalmente, el respeto al mito original de Robin Hood y la Historia ni están ni se les espera.

Pero no importa, porque entre salto, flechazo y explosión uno se lo pasa como un enano, riéndose además de la legión de despropósitos que tiene delante.

Ahora entrando en el maravilloso mundo de los spoilers, todo empieza cuando niño rico noble (Robin de Locksley) sorprende robando en su casa a una atractiva ladrona, Marian, que roba por necesidad. Ahí empieza su idilio perfecto hasta que el vil Sheriff de Nottingham manda una carta de reclutamiento forzoso a Robin, obligándole a servir en los marines las cruzadas y es destinado a Irak Arabia (sí, cruzadas en Arabia). Y como el tema de las clases sociales no parece existir en toda la película, ser noble no le permite librarse de sus obligaciones militares.

Si esto no es un uniforme de soldado americano...

Tras cuatro años de duras batallas en el frente, donde se enfrenta a francotiradores y artillería pesada (no miento, en serio) conoce en un enfrentamiendo a un hassasin (los ninjas de la Europa medieval), en adelante Juanito, que casi acaba con él, pero Juanito es capturado y pierde una mano. 

La mano y lo que no es la mano, pues con los prisioneros capturados los marines malos se dedican a ejecutar gente porque sí, y entre ellos decapitan al hijo de Juanito, a pesar de que Robin se insubordina para intentar salvarlo. Esto le vale un flechazo al protagonista, que es enviado en un barco hospital de vuelta a Nottingham. Y sí, el barco le deja en Nottingham. Que esté a más de 100 kilómetros del puerto más cercano no es relevante para la trama.

Robin es feliz, pues está otra vez en casa y va a recuperar su vida y su idilio con Marian. Pero nada, oye, la mala suerte del héroe. Al regresar ve que le han declarado oficialmente muerto, su castillo ha sido confiscado y Marian expulsada, pues no estaban casados y se ve que el registro de parejas de hecho del Ayuntamiento de Nottingham funcionaba regular.

Así que en vez de hacer como cualquier persona normal e ir directamente a decir "oigan, que estoy vivo, devuélvanme mi castillo", se emobza y va por ahí a ver qué pasa, descubriendo con horror que Marian se ha arrejuntado con otro señoro, un líder sindicalista del sector minero.

Y cuando está Robin mohíno en sus melancolías aparece Juanito, que como buen ninja que es se ha escapado del campo de prisioneros (sin morir por la gangrena que suele producir que te corten una mano y no te trate un médico) y se ha colado en el barco para vengarse del artífice de la cruzada: el sheriff de Nottinhgam. Muy ninja, sí, pero nadie le explicó que lo mismo el Papa de Roma tuvo algo que ver con el asunto. Juanito le come la cabeza a Robin, y le convence para convertirse en una especie de V de Vendetta para atacar la economía del Sheriff que se lo ha quitado todo.

Me habéis matado un hijo, pero lo que nos hemos reído...

Con la ayuda de Juanito, Robin completa su entrenamiento y se convierte en Green Arrow. Ya está preparado para robar al Sheriff y recuperar su riqueza perdida. Ahora bien, ¿si en vez de hacer eso se hubiera dedicado a vender todo el arte sacro que tenía en casa y que destroza como parte del entrenamiento, no habría sacado más dinero? Tsk, tsk, eso es pensar...

Esto avanza y Robin empieza a ser Hood de noche y Bruce Wayne Robin de Locksley de día, robando dinero a espuertas con la ayuda de Juanito, mientras que se hace pasar por un respetable noble el resto del tiempo. No obstante, no queda muy claro qué significa ser noble, ya que los plebeyos pueden hablar libremente y criticar las medidas tributarias en régimen de concejo abierto, y pueden acudir como uno más a la fiesta rave que organiza el Sheriff (que es malo pero sin duda igualitario).

La historia, no obstante, ha de avanzar, y hay que mostrar que el villano tiene un plan malvado, que hasta el momento su único delito es tener cara de malo. Y sí, tiene su plan malvado: usa las cruzadas para financiar el terrorismo islámico a los sarracenos y conspirar así contra los Estados Unidos de América la corona de Inglaterra, conchabado con un senador cardenal corrupto.

Y como ya se sabe que es malo, pues empieza a hacer cosas de malo, como confiscar al pueblo las minas (Marx llegó varios siglos tarde), que dan mucho dinero, y su primera medida como nuevo dueño de las mismas es quemarlas. Sin duda, un gran gestor, si Robin Hood quería que se arruinara solo tenía que dejarle hacer.

Lo de las minas en el fondo es una excusa para poner una sucesión de trepidantes escenas de acción con persecuciones a caballo por las alturas y algo que me encanta, excusas para que los carros exploten cuando les disparan.

Este altercado de la mina es además el detonante de la revuelta popular, el grisú que lo hará explotar todo (sí, dicen literalmente grisú), pero es también la escena en la que capturan a Juanito, pero como el malo es muy malo, en vez de torturarle para sacarle la información, se dedica a hacerle travesuras, para desconcierto del hassasin, y a ilustrarle con gloriosas frases como "el ser humano es el único animal que teme a la muerte". 

¿Cobra algún tipo de prestación por discapacidad intelectual? Creo que podría optar a ella.

Sin perderme en detalles, toda película necesita su escena climática, y en este caso es el transporte del dinero rumbo a las cruzadas: furgón blindado a prueba de robos, soldados con armaduras completas y arreando. Pero todo furgón blindado que salga en pantalla sabe que va a ser irremediablemente robado, que es lo que sucede. Sin embargo, aquí Robin Hood no va solo, sino que ya es la voz del pueblo y una turba de campesinos encapuchados armados con cócteles Molotov (no miento si digo que en uno se reconoce perfectamente una botella de Heineken) se enfrentan a la soldadesca, en una escena batalla en la que yo no sabía si aplaudir como un mono, pegar fuego al cine o irme a casa llorando, pero en la que no podía dejar de mirar a la pantalla. Especialmente con momentos como ese en el que los soldados antidisturbios (la alegoría que nos traslada la película es TAN sutil) cortan el fuego con los escudos con el mismo arte con el que Moisés cortaba las aguas. 

Eso sí, los antidisturbios del medioevo resultan ser bastante comedidos, pues se disuelve la manifestación y no capturan a nadie, no rematan a ningún herido, ni tan siquiera toman los datos para una denuncia, lo que permite que el novio sindicalista, ahora cornudo, de Marian, salga indemne de ahí, pese a haber estado en primera línea de batalla. Se ve que tuvieron la prudencia de no poner urnas.

Mientras tanto, pues Robin Hood y Juanito tienen un malo al que matar, pero Robin es un chico bien educado y sabe que tiene que dejarse capturar para dar al malo su oportunidad de amenazar y soltar su triunfal discurso de malo antes de morir de forma estúpida.

Muerto el perro, sin embargo, no se termina la rabia, pues ponen a otro en su lugar y la historia queda abierta. Termina la aventura, empieza la leyenda. Empieza Robin Hood.

En resumen: todo mal, pero sumamente divertida. 

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