Grave muestra de vandalismo en Miribilla.
Aunque el marcador de 73-60 podría dar a entender otra cosa, lo cierto es que ha sido un partido mucho más sufrido de lo que debería, dada la gran diferencia de nivel entre una y otra plantilla. Pero el Ourense tenía algo de lo que Bilbao Basket carece: un entrenador con experiencia, y eso se ha notado mucho, sobre todo en las jugadas de ataque de la primera mitad.
Sin sistemas de ningún tipo y sin cooordinación alguna, jugaban como pollos sin cabeza y dejándolo todo a la calidad individual de los jugadores, lo que suele funcionar pero no siempre, y lo que hoy estaba provocando era sufrimiento, pues esa desconexión completa y los jugadores sin saber qué hacer con la bola nos ha llevado a meter 9 puntos en el segundo cuarto y a llegar 5 puntos abajo al descanso.
En la reanudación se ha empezado a jugar a algo parecido a baloncesto y se ha llevado el partido a una ventaja más holgada (+11 a falta de 8 minutos), si bien no cómoda, pues parecía que se podían volver a repetir los mismos errores. De hecho, el equipo contrario se ha llegado a poner a 5 puntos (gracias también a algunas decisiones arbitrales que yo no entiendo) y volvía el runrún. Pero se han dado un par de zarpazos mortales y se ha roto el partido, llegando al +13 final. Se ha ganado, sí, pero no me gusta un pelo que no haya sistemas.
Lo que sí me ha gustado es la lluvia de peluches del descanso, que organizaban el club y la Cruz Roja (entiendo que para niños que tienen que pasar las navidades en el hospital), que ha sido algo verdaderamente espectacular y muy bonito. Este tipo de iniciativas están muy bien, la verdad.
Un gran peluche conlleva una gran responsabilidad.
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