martes, 11 de agosto de 2020

Black Mesa

El lugar donde empezó todo. 

Este título no esconde sino un remake con gráficos mejorados y modernizados del clásico juego Half-Life, cuya secuela Half-Life 2 fue la inspiración directa de mi juego de rol 2084, hasta el punto de que posiblemente éste nunca hubiera nacido sin la visión de las fuerzas Combine y Ciudad 17. Pero no he venido aquí a hablar de mi libro (o sea, no he venido hoy, que de mi libro ya he dado mucho la lata, que para eso es mi blog), sino del videojuego, y es lo que voy a hacer.

Bien, toca ser honesto y admitir que, pese a que su influencia es innegable y Half Life supuso todo un hito en el mundo de los videojuegos de acción en primera persona (su motor grádico dio, por ejemplo, el célebre Counter Strike), pese a la mejora gráfica es un juego que hoy se atraganta un poco. Puede que hace 18 años nos fascinara esa combinación de acción y puzzles, o nos maravillase esa manera de irnos metiendo en la historia. De hecho, lo que es la historia sigue siendo bastante solvente, y consigue que queramos ir sabiendo más sobre las causas de ese accidente en las instalaciones secretas de Black Mesa y por qué se está llenando de criaturas de pesadilla. 

Se hace duro de jugar hoy día, porque no solo es más largo que un día sin pan, sino porque llega un momento en el que se hace tremendamente repetitivo. Porque cuando ya hemos explorado una mecánica ya no apetece andar repitiendo todas y cada una de las permutaciones posibles para seguir avanzando. Para eso ya estaba el soberbio Portal, hijo también del Half-Life, y que sin ser uno de mis juegos favoritos, creo que es una joya.

Pero ya está. Tenía una deuda con el Half-Life, que no llegué a jugar entero en su día, y la he cumplido. Gracias por los servicios prestados, mención de honor y todo eso, pero se va al baúl de juegos que casi con total seguridad ya no vuelva a jugar. 

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