lunes, 1 de marzo de 2010

Daybreakers

 
Cuando saquen juego de rol se llamará "Humano: la mascarada"

Un futuro distópico en el que los vampiros se han extendido por toda la tierra y los humanos son una rareza, donde los chupasangres dominan abiertamente la tierra y son los humanos los que deben ocultar su naturaleza. Con semejante planteamiento uno puede temerse un petardo de película, pero por suerte no es así.

Debo admitir que fui al cine sin demasiadas esperanzas puestas en esta película y que mi sorpresa fue argadable al encontrarme con una distopía consistente y bien elaborada, que construye una sociedad creíble (dentro de lo creíble que pueda ser que haya una sociedad de vampiros) y que cuida los detalles. Si el mundo se llenara de vampiros, es probable que se pareciera a Daybreakers.

El guión, aunque correcto, no es nada del otro jueves, sino que está al servicio de la ambientación. La premisa es clara: los humanos son un recurso cada vez más escasos y no hay sangre para todos, y encima la sangre vampírica no vale, así que no hay para todos. Y el protagonista (Ethan Hawke) es un reputado hematólogo que lucha por encontrar una cura o un sucedáneo para la sangre.

 
Hay una crisis y el malo es Zapatero. Esta película es del PP

Entrando un poco más en trama (aunque no mucho) , Hawke está descontento con su naturaleza vampírica, otorgada por su hermano, y busca una forma de curarse, que le vendrá revelada por Willem Dafoe (que también manda cojones que hagan de humano los dos tíos con más cara de vampiro de toda la película) y tendrán como contrincante al presidente de la megacorporación, el malvado José Luis Rodríguez Zapatero (a mí me recordaba un huevo, qué le vamos a hacer). El final no es del todo imprevisible, pero me gustó la forma de desvampirizarse y sus consecuencias, pero no me meteré en más detalles del argumento.

Sobre todo me gustó, como ya he señalado, el universo en que se desarrolla Daybreakers, la distopía que nos ofrece, y donde nos muestra, no sin una cierta crítica social, lo que sucede en una sociedad de bienestar cuando el pastel empieza a ser insuficiente para todos. ¿Simbolismos? Quien quiera verlos ahí los tiene.

¿Diversión? También.

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