El cartel está en castellano pero yo la vi en inglés.
Edgar Wright, conocido por su trilogía del Cornetto y la maravillosa adaptaciñón de Scott Pilgrim, cambió de registro para regalarnos (es un decir, que yo mi entrada la pagué) la soberbia Baby Driver y ahora vuelve a cambiar para traernos otra maravilla, un thriller muy noir, con referencias a Hitchcock, Lynch, Tarantino, Aranofsky y muchas otras que sin duda habré pasado por alto.
Nos habla de Ellie, una chica de pueblo que se va a estudiar diseño a la gran ciudad y empieza a tener sueños muy vívidos que la transportan al Londres de los años 60, donde se transforma en cierta manera en Sandie, una chica misteriosa y sofisticada con sueños de ser cantante, que conoce a Jack, un hombre magnético, al principio un galán maravilloso, que la introduce en la noche londinense. Esos sueños se irán repitiendo y Ellie tendrá que sufrir un inquietante descenso a la locura a medida que los sueños de Sandie se van convirtiendo literalmente en pesadillas.
En esta última noche en el Soho, tanto el director como las actrices protagonistas (en especial MacKenzie, que se come la pantalla cada vez que aparece) son capaces de generar una atmósfera cautivadora y opresiva, que atrapa al espectador, haciendo querer saber qué va a pasar y a dónde va a llevar este camino. Ayuda también, y mucho, la música, con una genial banda sonora con la que Wright vuelve a dar vida a la película, integrando muy bien las canciones con la acción. Sin llegar al nivel que alcanazaba en esta faceta con Baby Driver, pero rayando a gran nivel. Sobre la música, por cierto, fue toda una sorpresa descubrir que la mítica Eloise de Tino Casal no es sino una versión del tema homónimo de Barry Ryan.
Un clásico instantáneo que eleva a Edgar Wright a la categoría de "director del que voy a ver todo lo que estrene".
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