Padres del año.
La propia premisa de la película (un matrimonio que se está divorciando y ambos manipulan a sus propios hijos para que se quieran ir con el otro) chirriará y horrorizará a muchos, y lo entiendo, pues es un tema que puede resultar delicado y herir sensibilidades. Pero aceptado que la película va de eso, lo que nos encontramos es que, disfrazada de entrañable comedia familiar, es una película bastante gamberra, a veces muy ácida (otras, en cambio, con chistes facilones) que a veces puede resultar una película de terror, pues los personajes presentan comportamientos disfuncionales y tóxicos, de esos que en una comedia pueden tener su gracia, pero en la vida real terminarían con la intervención de los servicios sociales y el juzgado de lo penal.
¿Lo bueno? El que vaya a verla debería saber qué se va a encontrar, y dentro de eso es una película que se me ha hecho simpática y, pese a todo, tiene su grotesco punto buenrollista, perfecto para aderezar un par de horas entretenidas. Ahora bien, ni de broma es una película que recomendaría a todo el mundo.
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