miércoles, 26 de enero de 2022

Scream (2022)

Ghostface la vuelve a liar.

No me gustó mucho la Scream original cuando la vi en 1997, pues por aquel entonces no me hacía mucho tilín el cine slasher, pero aunque no lo sabía, estaba ante el nacimiento de un clásico. Y ahora, 25 años después, me encuentro con esta secuela (o, como prefiere definirse a sí misma, recuela) que trae de vuelta al asesino de la careta del grito de Munch y amenaza con volver a llenar Woodsboro de cadáveres apuñalados.

Desde el principio, si algo ha caracterizado a Scream es que no quería ser un slasher más, sino que quería tener su toque distintivo; mezclar asesinatos con misterio y sobre todo un poco de metacine, que arañaba la cuarta pared para ser cine de terror que habla del cine de terror y a veces se ríe un poco de sí misma. Hablamos de una saga en cuyas películas se han hecho películas de terror sobre lo que pasaba.

Aquí este ejercicio de metacine alcanza niveles muy elevados, siendo a la vez una gamberrada muy divertida y una carta de amor a los clásicos. Cuida tanto al espectador que se ha tragado todas las entregas como al que vio la primera en su día y ya ni se acuerda, dotándose de herramientas muy funcionales para reactivar las neuronas congeladas y que eso no sea un problema.

Esta versión de Scream es fresca, muy dinámica y gestiona con bastante solvencia el suspense. Logra adaptarse muy bien a los tiempos y no tiene reparos en reírse de sus propias miserias, de la decadencia y el desgaste inherentes a las sagas que se estiran cual chicle y reparte también cera para el fandom tóxico y los inmovilistas que se quejan cada vez que el cine cambia un poco (concretamente se ríe, y es poético, de algunos sectores del público que más la van a criticar). Lo cierto es que muchos personajes secundarios son apuñalado, pero los mayores golpes se los lleva la cuarta pared.

Era difícil hacer una 5ª parte de una película sin convertirse en un refrito, y eso Scream lo hace muy bien. O, mejor dicho, sí es un refrito, pero porque busca deliberadamente ser un refrito, se ríe de ello y lo hace con gracia. 

Muy contento con ella. 

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