¡Corre, que nos cierran el mostrador!
El adagio "el tiempo es dinero" llevado a su expresión más literal. In time nos muestra una sociedad distópica ultracapitalista en la que los humanos están genéticamente diseñados para no envejecer más allá de los 25. En su lugar, cuando llegan a esta edad, un marcador se activa en su antebrazo, y a partir de ahí disponen de un año. Cuando la cuenta atrás expire, ellos harán lo mismo.
Pero a diferencia de "La fuga de Logan", donde los humanos también tenían fecha de caducidad, aquí el tiempo es algo transmisible. Es moneda de cambio, con lo que todo se paga con tiempo. Efectivamente, los ricos son inmortales y los pobres mueren jóvenes. Aquí el rico no solo es cada vez más rico, sino que además dispone de todo el tiempo del mundo para perpetuar su poderío.
Pero claro, el tiempo no solo se puede transmitir de forma voluntaria, sino que puede ser robado. Aquí entran en juego los miutarios, que lejanamente recuerdan a aquellos siniestros hombres grises de Momo.
El planteamiento, que es una bonita alegoría del capitalismo más feroz, es el telón de fondo para contar una historia trepidante y angustiosa, de una constante lucha contra el reloj entre la vida y la muerte. Una mezcla de Robin Hood y Bonie&Clyde, en la que la pareja protagonista (pobre él, niña rica ella, en otro cliché para la lista) se enfrenta al sistema.
En el lado negativo tenemos que a nada que nos pongamos a rascar un poco, el trasfondo cojea por todas partes, y podemos encontrar una buena cantidad de sinsentidos (y no pocos). Pero aquí no se trata de plantear un mundo totalmente coherente y sin fisuras, sino de poner ese mundo al servicio de la historia. Y eso sí lo consigue.
El espectador que busque una explicación racional sobre cómo se llega a la situación de la película, o una exposición creíble de cómo sería un mundo así, se sentirá decepcionado. El que quiera ver una película de acción frenética con un planteamiento original, y sepa ver el trasfondo con los ojos adecuados, podrá disfrutar de una película interesante.
Pero a diferencia de "La fuga de Logan", donde los humanos también tenían fecha de caducidad, aquí el tiempo es algo transmisible. Es moneda de cambio, con lo que todo se paga con tiempo. Efectivamente, los ricos son inmortales y los pobres mueren jóvenes. Aquí el rico no solo es cada vez más rico, sino que además dispone de todo el tiempo del mundo para perpetuar su poderío.
Pero claro, el tiempo no solo se puede transmitir de forma voluntaria, sino que puede ser robado. Aquí entran en juego los miutarios, que lejanamente recuerdan a aquellos siniestros hombres grises de Momo.
El planteamiento, que es una bonita alegoría del capitalismo más feroz, es el telón de fondo para contar una historia trepidante y angustiosa, de una constante lucha contra el reloj entre la vida y la muerte. Una mezcla de Robin Hood y Bonie&Clyde, en la que la pareja protagonista (pobre él, niña rica ella, en otro cliché para la lista) se enfrenta al sistema.
En el lado negativo tenemos que a nada que nos pongamos a rascar un poco, el trasfondo cojea por todas partes, y podemos encontrar una buena cantidad de sinsentidos (y no pocos). Pero aquí no se trata de plantear un mundo totalmente coherente y sin fisuras, sino de poner ese mundo al servicio de la historia. Y eso sí lo consigue.
El espectador que busque una explicación racional sobre cómo se llega a la situación de la película, o una exposición creíble de cómo sería un mundo así, se sentirá decepcionado. El que quiera ver una película de acción frenética con un planteamiento original, y sepa ver el trasfondo con los ojos adecuados, podrá disfrutar de una película interesante.
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