Ya es domingo, y termina este fin de semana antes de una semana de tres días, pero vamos por partes. El viernes tenía que ir a la lonja, para la formación previa a las #omicron2024, que las tenemos ya aquí. Luego dar un paseo, cenar algo y a casa.
El sábado día tranquilito, donde lo más reseñable es ir al cine a ver La familia Benetón, luego ir a cenar french tacos a Santutxu (buena pateada nos pegamos, pardiez) y luego ver un soso documental sobre raelianos en Netflix.
Más chicha tuvo el domingo. Por la mañana un pinctopote por Rekalde y por la tarde el plato fuerte de la semana: el basket. No suelo ir a Miribilla cuando viene Baskonia, una manía que tengo, pero como la semana pasada no fui y el partido de Gran Canaria me va a pillar también fuera, me animé y fui. Y vaya si acerté, porque ha sido un partidazo, emocionante y con un guion de película, incluyendo remontada cuando peor pinta tenía el asunto y se iban a siete y triplazo de Kullamae desde 8 metros casi en la bocina. Euforia absoluya y victoria 11 de la temporada, que prácticamente ratifica la permanencia.
Luego con mi señora novia, jugando a Castle Party y por último a tomar algo con las amigas, que venía la que vive en León de visita. Pero como mañana se trabaja, prontito de vuelta a casa.
Con un título no demasiado evocador, esta película nos traslada a 1945, y nos cuenta la historia de un grupo de maquis que, en plena retirada hacia Francia, toman por las armas un pueblo, para poder hacer noche, pertrecharse y descansar. Pero entre los rehenes que toman está Reme, una peligrosa mujer, afín al régimen franquista, que hará lo posible por deshacerse de sus captores y colaborar con el asedio al que los milicianos se ven sometidos.
Con una peculiar mezcla de acción, suspense, comedia y fantasía, es sobre todo un thriller bélico bastante ameno, aunque poco convencional en muchos aspectos, que pueden pillar muy a contrapié. Pero un buen reparto, capitaneado por una excelsa Carmen Machi, que nos regala una villana memorable, hace que merezca la pena echarle el ojo a esta película.
Hoy era nuestro particular España-Malta, pues tras el desastroso partido perpetrado la semana pasada en Polonia, Bilbao Basket necesitaba ganar hoy por 20 puntos para poder clasificarse para semifinales de la FIBA Cup. Una gesta difícil, pero no imposible.
Para ello hacía falta salir como motos, para empezar a establecer pronto diferencias en el marcador. Y así ha sido, con un primer cuarto abrumador, en el que la distancia empezaba a parecer más corta, pues terminaba 29-17. Solo quedaban 8 puntos por recortar.
En el segundo cuarto ha empezado la fiesta, y cuando un tiro libre de Pantzar ponía el 37-18 en el marcador y empataba la serie allá por el minuto 16, todo empezaba de nuevo. Euforia en la grada cuando pasábamos de 20, pero entonces han llegado Don Vértigo y Doña Pájara, para dar aire a los visitantes, que con un 0-10 le han dado la vuelta no al marcador del partido, pero sí al global. Tocaba remar, pero las canastas no entraban (menos mal que el nivel del Legia es el que es y a ellos también les costaba), pero se arreglaba un poco el despropósito, llegando al descanso 48-32. Insuficiente, pero se ganaba el cuarto. Solo había que recortar 4.
El tercer cuarto se ha mostrado algo más disputado, y como queriendo copiar el segundo cuarto, un nuevo +20 llegaba otra vez de la mano de un tiro libre de Pantzar. Pero ahí nuevo bajón, rivales envalentonados y por suerte el cuarto termina antes de que les dé tiempo a liarla. Se gana el cuarto, recortando otro puntito. 59-42, a falta de 3.
Ya en el último cuarto, aunque ha habido algo de emoción hasta los minutos finales, las ventajas importantes comenzaban a asomar el hocico, pasando varias veces de 25 puntos, hasta que el partido se ha cerrado con el 81-53, que nos daba la eliminatoria y el record de mayor remontada en la historia de la FIBA Cup, que no es que sea un gran hito, pero siempre hace ilusión.
El rival era flojo, cierto, pero 20 puntos hay que levantarlos. Y aunque en ataque no ha andado muy fino Bilbao Basket, y ha tenido alguna desconexión peligrosa, se ha defendido bien, dejando al rival en poco más de 50 puntos, y los aficionados que nos acercábamos hoy a Miribilla hemos disfrutado como gorrinos.
Siguiente parada Chemnitz, donde todo indica que el poderoso Niners nos va a apear de la competición, pero como lo era cuando jugamos hace años contra CSKA, soñar es gratis.
Ya el viernes fue un día bastante relacionado con la comida. Primero porque a la oficina llevé algunas de las galletas, para compartir con los compañeros (fue gracioso asustar a uno diciéndole que se tenía que "comer un marrón", cosa que técnicamente era cierta), y luego porque era la comida de jubilación de una compañera de Laguntza, con la que he coincidido casi 5 años. Fue poteo, reencuentro con los antiguos compañeros y copiosa comida en el Balicana. Después el plan incluía ir de copas y bailoteo, pero aguanté poco rato, que además había quedado con cierta persona, para conmemorar algo ocurrido 12 años antes.
El sábado por la mañana fui a la lonja, donde además de reorganizar un poco armarios y taquillas, jugamos unas partidas a The Game, antes de ir a dar buena cuenta de unas pizzas argentinas. Y por la tarde, por fin se juntan los astros y podemos jugar, 14 meses después, una sesión de Seafall. Por la noche juego una de Wingspan y ya me retiro a descansar.
El domingo tocaba moverse un poco. Concretamente hasta el sitio de alquiler de coches, para coger uno (un Renault Clio, creo) e ir a Bergara, donde teníamos comida familiar. La comida bien, la conducción bien, mi incapacidad para aparcar... ¿En serio, cómo se me puede dar tan rematadamente mal aparcar?
Una vez regresados a Bilbao, devolvemos coche, paseo bajo la lluvia y a casa, que mañana toca madrugar y ser yo el que entrega los coches en vez de ser, como hoy, el que se los lleva.
