Lo que viene siendo una puta mierda.
Parece que con peliculas como "El Niño" o "La Isla mínima" el thriller español es un género que está al alza, y tal vez tratando de beber de ese rebufo aparece "La ignorancia de la sangre", cuyo trailer promete algo que podría ser interesante, mezclando corrupción policial, mafia rusa y yihad islámica. Pero lo que nos encontramos es con un aburrido totum revolutum sin orden ni concierto en el que la primera mitad de la película sobra (no nos engañemos, la segunda también) y que saca lo peor de los actores, ofreciendo posiblemente la peor interpretación de la carrera del generalmente acertado Alberto San Juan. Esta película haría las delicias de los más feroces detractores del cine español, ya que cuenta con muchos de los vicios que se le achacan, incluyendo la innecesaria y gratuita escena de cama, que metida con calzador, nos enseña las tetas de Paz Vega sin venir a cuento. Y hombre, siempre es de agradecer contemplar los encantos de la muchacha, pero si ese va a ser el único aliciente de la película, se me ocurren alternativas mejores.
El argumento, que es un churro, nos habla de un moro con nombre polaco, Yakub, y severos problemas de dicción (Alberto San Juan) y del policía Javier Falcón (cuya lesión facial que le impide cambiar el gesto es magistralmente interpretada por Juan Diego Botto) que investiga una trifulca entre mafias rusas en Marbella y unas sórdidas y comprometedoras grabaciones en un prostíbulo.
Falcón tiene un romance con la bella Consuelo, que tiene un hijo al que alguien secuestra cuando Falcón investiga demasiado e incomoda a los rusos. Pero después de estarle dando vueltas al tema de los rusos, una prostituta cubana desaparecida y el asesinato de su hermana, pues resulta que se plantan Falcón y Consuelo donde los rusos, para entregarles la grabación, que es lo que le piden para liberar al hijo de Consuelo. Pero no una, sino dos mafias rusas, ambas afirmando haber secuestrado al chaval, y ambas pidiendo la cinta.
Tal embrollo de señores eslavos, que es difícil de seguir a causa del aburrimiento que provoca, se resuelve con un fabuloso (suponiendo que fabuloso sea sinónimo de ridículo) deus ex machina que salva a los protagonistas de ser ejecutados, ya que los rusos se empiezan a matar entre ellos y no queda ahí ni el tato. Pero resulta que ninguna de las dos bandas había secuestrado al hijo de Consuelo.
¿Y este qué pintaba en la película?
A estas alturas de la película es cuando uno se pregunta qué pasa con el moro polaco, del que nos han ido contando que es amigo de Falcón, hermano del hijo de Paz Vega, confidente del CNI, infiltrado en la Yihad islámica y presuntamente homosexual. Y es cuando uno se pregunta qué pinta exactamente en la película, aunque lo que realmente no pinta nada es la historia de los rusos, que está de relleno (y ocupa más de media película), que esto va del secuestro del hijo de Paz Vega, y de que los de la Yihad quieren reclutar al hijo de Yakub. Pero como Yakub no le deja a su hijo irse de fiesta con sus amiguetes muyaidines, estos en represalia son los que secuestran al hijo de paz Vega, que es hermano de Yakub (no desentonaría en la coherencia de la trama que fuera a su vez su propio abuelo).
Todo esto lo explica Yakub en una carta, diciendo que se va a suicidar, y que quiere que Falcón vaya a Fez, mate al hermanastro de Yakub (y por tanto de Darío, el hijo de paz Vega) y así libere a Darío. Pero el CNI también está metido en esto y recluta a Falcón para que vaya a Fez, y en un operativo digno de la T.I.A. mate al hermanastro de Yakub, aprovechando la confusión. Y como a Falcón le da reparo irse solo a una misión secreta, se lleva a la novia, demostrando que en esta película el CNI está en manos de retrasados mentales. Eso, y que había que buscar excusa argumental para meter la escena del polvo.
Falcón se disfraza de Obi Wan Kenobi y se va a la tienda donde trabaja su víctima, con el ánimo de matar. Pero Abdullah, el hijo de Yakub, y al que Falcón había contado todos sus planes, se adelanta y apuñala al hermanastro de Yakub. Falcón tiene la genial idea de dejar todo lleno de pruebas y marcharse, no sin antes dejar por ahí tirada el arma homicida y pasar a la siguiente pantalla y enfrentarse al boss final: una vieja que lanza lámparas molotov a Abdullah. Todo esto en una escena supuestamente climática, que traslada al espectador, como pocas películas lo han conseguido, una intensa emoción de vergüenza ajena.
Y luego el correspondiente final feliz. Es feliz porque es el final y por fin se termina la película.