El aguafiestas.
Querría haber escrito una entrada contando lo bien que me lo he pasado en Santo Tomás, y lo mucho que me he divertido. En su lugar, me invade la mala hostia, por los gilipollas que te joden la fiesta.
La cosa iba bien, y nos estábamos divirtiendo, cuando de repente entra en el bar un imbécil (pues no merece otro calificativo) con un porro encendido. Le he pedido amablemente que se lo fume en la calle, y me ha respondido que el portero le ha dado permiso. Portero que no había por ninguna parte, dicho sea de paso. En ese momento, aunque lo que más me apetecía era apagarle el cigarro en la cara, he ido a donde el camarero y le he indicado que había un fulano fumando, y también hemos podido ver otra cortina de humo en el fondo del bar. "Sí, ahora les digo algo", ha sido la respuesta del camarero. En principio, creíble.
Pero no mucho después, ha vuelto la humareda, con uno, dos, tres gilipollas ahumando el bar. Y ahí está claro que con permiso del bar. Uno, se pueden no dar cuenta, pero tres ya no me cuela. Y como no tengo por qué andarme enfrentando con todos los soplapollas que se creen por encima de la ley, pues me he largado del bar, por no montar el escándalo.
El nombre del bar, al que invito a no ir, es el Txirrindu, en la calle Barrenkale. Por mi parte, cero tolerancia con el tabaco en bares. Es una agresión física que no tengo por qué aguantar.
La cosa iba bien, y nos estábamos divirtiendo, cuando de repente entra en el bar un imbécil (pues no merece otro calificativo) con un porro encendido. Le he pedido amablemente que se lo fume en la calle, y me ha respondido que el portero le ha dado permiso. Portero que no había por ninguna parte, dicho sea de paso. En ese momento, aunque lo que más me apetecía era apagarle el cigarro en la cara, he ido a donde el camarero y le he indicado que había un fulano fumando, y también hemos podido ver otra cortina de humo en el fondo del bar. "Sí, ahora les digo algo", ha sido la respuesta del camarero. En principio, creíble.
Pero no mucho después, ha vuelto la humareda, con uno, dos, tres gilipollas ahumando el bar. Y ahí está claro que con permiso del bar. Uno, se pueden no dar cuenta, pero tres ya no me cuela. Y como no tengo por qué andarme enfrentando con todos los soplapollas que se creen por encima de la ley, pues me he largado del bar, por no montar el escándalo.
El nombre del bar, al que invito a no ir, es el Txirrindu, en la calle Barrenkale. Por mi parte, cero tolerancia con el tabaco en bares. Es una agresión física que no tengo por qué aguantar.
1 comentario:
Haces bien. También me molesta, mucho, el humo, así que por mi parte se han perdido otra cliente.
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