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miércoles, 29 de noviembre de 2023

Glasgow: día 4

Escocia, volveré.

Todo tiene su fin, y mi viaje a Glasgow no era la excepción. Pero eso no significa que el jueves no hiciera cosas, y eso que aproveché para dormir casi hasta las 10 (y porque había que desayunar, que si no, no me levanto de la cama hasta el checkout).

Abandonado el hotel, me fui a la ribera del Clyde, pero en sentido Este, para llegar hasta donde supuestamente estaba el monumento a Dolores Ibarruri, aunque debía de estar cerrado o trasladado, porque no vi nada. Sí una catedral que me pareció bonita y algo raro en Escocia: un cielo azul. 

Por la cosa de ir sin prisas, voy con margen al aeropuerto (diez libras me zumbaron por el autobús), y espero algo más de lo previsto, pues el avión tenía media hora de retraso, así que aprovecho para comer algo.

Llego sin mayores incidencias al aeropuerto Amsterdam sobre las 16 de la tarde, y dado que mi siguiente vuelo es a las 20:30, me cojo el tren, para dar un paseíllo por la ciudad. El paseo es corto, pues el tren tarda en aparecer más de lo previsto, y para la vuelta quería ir sin margen, estando sobre las 18:30 en el aeropuerto.

Y menos mal, porque cuando estoy en el andén esperando al tren para Schipol (no recordaba la estación de tren de Amsterdam tan caótica), anuncian en el panel que cancelan el tren al aeropuerto. Controlemos el pánico, que no son ni las 18:00. Respiro con calma y veo que hay otro a las 18:10 en el andén de al lado. Salto de fe y a esperar.

A las 18:00 aparece un tren, sin nada que indique a dónde va, pero por fuerza tiene que ser el del aeropuerto. Gente con maletas entra en rebaño al tren, debe de ser ahí. Una vez dentro, el operario me confirma que va a Schipol.

Me siento y espero.

18:05, 18:10, 18:15, mierda el tren debería haber salido ya... 18:20, sudores fríos... A las 18:25 se pone en marcha y una jerigonza habla por megafonía. Un discurso en un inglés inaudible. Salta en español, y cito textualmente: "el trensito tiene un retrasito de doce minutitos". Lucho contra la risa.

Llego bien al aeropuerto, y aunque es grande y me pierdo un par de veces, apenas hay cola en el control de pasajeros y me planto en la puerta de embarque con un generoso margen de 50 minutos. Espero y el avión me lleva de vuelta al aeropuerto Bilbao, donde me vuelvo a encontrar con los conocidos del partido y, compartiendo taxi, vuelvo ya a casa.

Una bonita experiencia y ganas de repetir.

lunes, 27 de noviembre de 2023

Glasgow: día 3

La universidad se yergue ominosa, posando para la foto.

El día anterior (el del partido) había sido muy andarín, de modo que me apetecía algo más pausado. Así que tras levantarme sin proisas y desayunar, me puse en marcha y tiré por la ribera del Clyde hacia el Oeste, llegando así al museo Kelvingrove, y como era gratis, me metí a pasar ahí la mañana. Este museo me recordó a una versión en miniatura del Brittish, la National Gallery y el Museo de Historia Natural de Londres, con su parte de bichos, su parte de piedras y su parte de cuadros.

Luego fui a ver la universidad, cuyo exterior es espectacular (era como ver Hogwarts) y me fui a comer, a un resaturante indio que me habían recomendado, cerca de Ashton Lane.

Ya comido, voy volviendo al centro y me acerco a curiosear a la gurdwara (templo sij), donde me tengo que descalzar y poner una bandana, con tan poco estilo que más parecía un cosplay de Doña Rogelia, pero suficiente para entrar.

Vuelvo al hotel, para descansar un rato, y luego vuelvo al callejeo, visitando entre otra cosas, tiendas de juegos locales, que la cabra siempre tira al monte. También compro algún suvenir de regalo y, tras dejar las bolsas en el hotel, salgo de nuevo a cenar. Como no tengo mucha hambre, me atrevo con esta aberración contra las sagradas leyes de la naturaleza.

Es una barrita de Mars rebozada.

Para cerrar el día, me doy otro paseo por el bullicioso Glasgow nocturno, ubico la parada del autobús para el aeropuerto del día siguiente y me retiro a dormir.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Glasgow: día 2 (Visita a Stirling)

Me podrán quitar la vida, pero no la pechada que me pegué hasta subir ahí.

El mirécoles fue el día grande, y no solo por el partido, sino porque fue un día especialmente andarín. Me levanté sin demasiadas prisas, para poder aprovechar el desayuno del hotel, y aunque mi idea original era estar el miércoles por Glasgow e ir el jueves a Stirling, decido cambiar de planes, así que me voy a la estación y cojo el tren.

Sobre las 10 de la mañana aparezco en Stirling, antigua capital de Escocia, y me encuentro un pueblo precioso, con casas muy de postal, y una visita muy recomendable para cualquiera que visite Escocia. 

Subo hacia el castillo, por una cuesta bastante pronunciada, admirando las callecitas y casas locales, y cuando estoy en el castillo, decido ahorrarme las 20 libras de la entrada y opto por perderme por los andurriales agrestes, hasta terminar en lo alto de una loma, donde está la piedra en la que antaño se celebraban las ejecuciones públicas. Afortunadamente, un lugareño me informa de que ya no está en uso. Oye, un alivio.

Charlando, le pregunto por una especie de torre que se ve a lo lejos, y me dice que es el monumento a William Wallace, que está a una media hora andando.

La torre es lo del círculo rojo de la derecha.

Sigo andando, y cruzo el río sobre el que estaba el famoso puente de Stirling (el de la batalla de Braveheart), y camino durante un rato largo. Llego hasta el sitio del memorial, donde veo con agrado que hay una lanzadera gratuita que te sube hasta arriba. Más por un tema de tiempos que de energía (quería comer a una hora decente) hago uso de ella y llego hasta la torre. Subo los 225 escalones de una angosta escalera de caracol (no vayáis con mochila) y arriba disfruto de unas vistas espectaculares, aunque con un viento que parecía que me iba a hacer volar.

Vista la torre, bajo por el paseo, muy agradable, y cuando estoy ya abajo, cojo el autobús, que empezaba a tener hambre, pero me arrepiento de mi decisión cuando no solo me cobra 4 libras por un trayecto de 4 kilómetros, sino que a medio camino el autobús decide no funcionar y dejarnos tirados en mitad de la carretera.

Llego a Stirling, donde voy a comer a un indio, y ahí pruebo unas pakoras de hagis que no es que estuvieran buenas, es que hacía que uno se planteara quedarse a vivir en ese pueblo.

Volvería a Stirling a por más.

De sobremesa, me doy un paseo por la antigua cárcel de Stirling, callejeo un poco más, sobre todo por su precioso cementerio, y vuelvo al tren, que quería estar en Glasgow a una hora razobable (no olvidemos que a las 19:30 tenía partido, y no era precisamente cerca). El tren llega con retraso y encima se queda parado un rato a mitad de camino, pero llego a Glasgow con tiempo para ir al hotel sin prisas, cambiarme y tirar para la estación de tren.

De la odisea que fue llegar al pabellón ya hablé aquí, y afortunadamente volver fue menos azaroso, y ya una vez en Glasgow me fui a tomar una con los bilbaínos, a un pub con música en directo y cócteles ricos. Sin duda, un día completito.

viernes, 24 de noviembre de 2023

De regreso de Glasgow

Haciendo escala en Amsterdam.

Pues ya estoy en casa. Tras esta aventurilla por tierras escocesas, sobre la que ya me iré explayando en entradas sucesivas, por fin he llegado a casa, contento pero con una experiencia más (y menos dinero en la cuenta, pero sabíamos a lo que íbamos).

En cuanto a la experiencia de viajar solo, pues la verdad es que tiene sus ventajas, y es que al no tener que coordinarte con nadie puedes ir totalmente a tu pedo e irte inventando y cambiando los planes sobre la marcha. ¿Que quieres parar? Paras. ¿Que quieres ir a ver ese sitio que se ve a lo lejos y está a tomar por culo? Vas. ¿Que a mitad de camino cambias de opinión y haces otra cosa? La haces.

Evidentemente es mejor cuando tienes otra persona con la que compartir el viaje (en este caso una persona concreta y determinada, que ya sabe que lo es, y no hay que dar más explicaciones), pero esto la verdad es que ha tenido su punto. Pensaba que iba a ser más aburrido, o con muchos ratos muertos y nada más lejos de la realidad.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Glasgow: día 1

Aunque en realidad me voy mañana.

Por ir contando las cosas con un poco de orden, y hecha la salvedad ayer con el partido y sus peripecias accesorias, procedo a narrar de forma cronológica el viaje.

El martes un terrible madrugón, necesario para estar a las 6 en el aeropuerto. Paso las puertas de embarque y cuando estoy ya subiendo al avión, me escribe un conocido (Thor), para decirme que me ha visto en la cola. Hablando, resulta que él también va a Glasgow, por un tema de curro, y que el martes va a ir al partido. El mundo es un pañuelo.

Primer avión, bastante cómodo, trasbordo el Amsterdam y segundo vuelo aún más cómodo (KLM, con espacio para las piernas). Al llegar a Glasgow, con la comodidad de compartir taxi, cada uno ya se va para su hotel.

Me registro, tomo posesión de mi habitación y salgo a comer, que ya son horas y hay hambre. Elijo mal el sitio y termino en un supuesto bufet de pizzas, donde la variedad, la calidad y la cantidad brillan por su ausencia (no así el precio, que se iba a las 16 libras). Era tal el desastre, que habiendo probado solo dos porciones, me hago el tonto y me escapo sin pagar. Ando un poco más, y termino en un Subway, donde al menos sabia qué me iba a encontrar.

De ahí subo hasta la Necrópolis, para disfrutar de las vistas. Me paso también por la catedral, que está cerrada, pero veo el pequeño museo que tienen sobre religiones. Y cuando salgo, aunque son las 16:30, ya es noche cerrada, aunque no me apetece encerrarme tan pronto, asi que tiro a andar. Un buena caminata me lleva hasta el Hidden Lane, una zona muy agradable, y al volver paso por una tienda de juegos (la cabra tira al monte), donde estoy un rato charlando con su gerente, Vlad (que como era ruso y no escocés, podía entenderme). Y como la tenia también bar, aprovecho y ceno ahi. Hay que colaborar con estos negocios.

Ya de retirada al hotel, como aún era demasiado pronto para acostarme (estaba que me caía, pero si me acostaba a las 9, veía que a las 5 iba a estar ya como un búho), así que subo un rato a la cafetería del hotel, hago un poco de tiempo y ya me retiro, agotado por el viaje y las caminatas.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Día de partido

Ese era yo en el Sportcenter. Había costado, pero había llegado.

Ver un partido de baloncesto no es lo único que he hecho entre ayer y hoy, pero como era la excusa del viaje, es de lo que voy a hablar, aunque más que del partido en sí, de la odisea que ha sido llegar.

Primero hay que señalar que los Gladiators no juegan en Glasgow sino en East Kilbride, un municipio del área metropolitana de Glasgow. "Pues nada, me cojo el cercanías, que me dejara ahí en un ti-ta, y para volver igual".

Error. Resulta que el pabellón en el que juegan, el Sportcenter, está en mitad de ninguna parte, donde solo es posible llegar con coche, así que tras un tren que me ha tardado en llevar a East Kilbride unos 40 minutos, tocaba la parte complicada. "¿Como cojones llego yo hasta allí?"

La estación de tren me dejaba ahí a la intemperie, expuesto a los elementos, así que tiro a andar. Mucho, y con lluvia. Lluvia escocesa. Y de noche, que aqui a las 4 de la tarde el sol se pira.

Una explicación corta nos lleva a decir que habré tenido que andar unos 35 minutos, muchos de ellos por carretera, incluyendo algún tramo dé campo a través, cuando ya era tarde para echarse atrás.

Pero llego. No sé cómo, pero llego.

El sitio, muy agradable y muy cuco, se ve que de nueva construcción, es como si en el BEC hubieran puesto un pabellón del tamaño de La Casilla, incluso menos (1600 espectadores). 

Tomo posesión del asiento, y como soy el único de Bilbao que anda por ahí, y además estoy sentado justo detrás, me acerco a saludar al cuerpo técnico y al entrenador, que se ve que hasta les hace ilusión que vaya gente a verles.

Del partido poco que decir, con nada en juego y un rival demasiado inferior, la intensidad brilla por su ausencia y se gana sin ninguna brillantez. Lo mejor, que en mi zona había otros aficionados del Bilbao Basket, y así no me quedo solo con los cánticos.

Al terminar el partido, los jugadores se acercan a saludar a la afición, fotos y demás. Pero llega la parte importante: volver a Glasgow.

Repetir el paseo de la venida no parece muy viable (y a saber si a esas horas iba a haber trenes), pero el grupo de Bilbao me salva la vida, permitiéndome compartir taxi con ellos, de modo que el retorno es bastante más agradable que la ida.

En sucesivas entradas, más cosas glasgowitas. Hoy toca dormir. 

martes, 21 de noviembre de 2023

¡A Glasgow!

Ahí que voy.

Si todo va bien, ahora debería estar en un avión que me lleva a Amsterdam, donde hago escala y cojo el vuelo para Escocia. El motivo de mi viaje, la excusa en realidad, es que mañana se miden Bilbao Basket y Caledonia Gladiators, y ahí voy a estar yo para verlos. El partido es irrelevante, pues Bilbao Basket pasa como primero de grupo hagan lo que hagan, pero espero que al menos sea entretenido (y que ganen, que eso siempre mola).

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Paliza a los escoceses

No hubo color.

Hoy tocaba partido de competición europea para Bilbao Basket, y nuevamente recibía a un equipo exótico, como eran los Caledonian Gladiators de Glasgow, un equipo con un nombre muy épico, pero con una plantilla demasiado limitada, en la que la mayoría de los jugadores ganan literalmente menos que yo.

Pocas conclusiones se pueden sacar de este partido, en el que lo único destacable de los escoceses era un viejo conocido de Bilbao Basket en competiciones europeas (Lukas Palyza), aunque para paliza la que se llevaron ellos.

En la primera parte pudieron disfrutar de la ilusión de un marcador igualado, llegando a ir varias veces por delante del partido y terminando el primer cuarto solo tres puntos abajo (22-19) y llegando al descanso con un digno -9 (42-33). Pero tras el paso por el vestuario Bilbao sacó el rodillo y se puso serio, para acabar pintando el marcador con un tanteador de escándalo, reflejo de lo que se veía en la pista.

Todos, incluyendo los Gladiators, sabíamos a qué íbamos hoy a Miribilla.

martes, 21 de julio de 2020

Under the skin

Sin noticias de Gurb.

Tengo que reconocerle algo a esta película, y es que tiene mucho mérito hacer que salga Scarlett Johansson en todo su esplendor y aún así quieras que se termine la película.

Este engendro con ínfulas nos muestra un viaje de ningún sitio a ninguna parte que juega a sugerir que sugiere cosas pero en el fondo no nos está contando nada. Da a entender que la proragonista, una especie de alienígena o algo por el estilo, va por el mundo tratando de conocer cómo funciona, y de cuándo en cuándo seduce algún incauto y lo devora, para robarle la piel. De vez en cuándo el director juega a creerse Darren Aranofsky y nos deleita con molestos juegos de luz y sonido cuya función en la película no tengo muy claro cuál es, a menos que sea la de despertar al espectador que se haya dormido.

Así va avanzando la película (diría historia, pero no hay), en una especie de relato costumbrista de lo que es ser un alienígena en Glasgow y en la que de vez en cuándo nos muestran los encantos de Johansson, que además de ser una actriz excelente es también poseedora de una de las mayores bellezas de Hollywood. Y una cosa que me gusta mucho de esta película es que sale bastante al natural, con su barriga, su culo con forma de culo, etc. Vamos, lo que para un incel que nunca haya visto una mujer fuera del porno sería "gorda" (por comentarios reales que he leído), pero que en realidad luce espectacularmente. 

Pues eso, que alternando momentos insulsos, con fogonazos y escenas de extraña sensualidad, esto va avanzando, o moviéndose en círculos, hasta que termina sin haber aportado nada. O, peor aún, termina tras una innecesaria escena de violencia sexual que hace que la película que ya iba mal, se termine de estrellar del todo.

 A evitar.

viernes, 28 de julio de 2017

Dirigiendo en Fnac

No se me ve, pero estoy ahí explicando el juego.

Ayer teníamos acto de Ábaco en la Fnac de Bilbao, presentando el juego de Nosolorol Vampiro: La Mascarada, y aunque no estaba previsto en mi agenda, yo también acabé dirigiendo, pues había gente como para hacer dos partidas, y no íbamos a decirles que se fueran, así que por si acaso me llevé en la mochila el manual de Vampiro: Edad Oscura y dirigí la partida "Matar al mensajero" que había escrito ese mismo día, y que al ser de presentación del juego tenía que tirar por lo simple, sobre todo dado el poco tiempo con el que contábamos, pues esto empezaba a las 19:00 y acababa a las 20:30, por cosas del horario de la tienda.

Para la partida mi fuente de inspiración fue mi reciente viaje a Escocia, desarrollándose la partida nada menos que en las inmediaciones de Edimburgo, que la tenía reciente y podía describir así con cierto detalle.

Y ya que estábamos, pues aprovechamos para hacer un poco de publicidad de nuestras jornadas, que son mañana (y me volverá a tocar dirigir).

Por cierto, no recuerdo cuándo fue la última vez que dirigí Vampiro, pero calculo que la cosa andará por los 15 años o más.

jueves, 27 de julio de 2017

Edimburgo: día 4 y regreso

Como puede verse, hubo sol.

Todo se acaba, y este viaje a Escocia no era la excepción. Pero aún quedaban cosas por hacer el último día, que nació lluvioso y acabó soleado.

Las primeras y abundantes gotas de lluvia invitaban a hacer algo de turismo de interior, así que primero nos fuimos a ver la catedral y luego al museo nacional de Escocia, donde entre otras cosas vemos a la mítica oveja Dolly.

Luego comemos en un pub, donde por fin puedo meterme una buena ración de huggies, y tras ver el ángel gaitero de la catedral (esta vez sí), y un animado espectáculo de calle, nos vamos a casa a por las mochilas y cogemos el autobús para el aeropuerto.

El vuelo de Easyjet sale con retraso (como ya pasó a la ida) y a eso de las 23:30, ya agotado, llego a casa.

Un viaja muy agradable en una ciudad que me ha encantado.

miércoles, 26 de julio de 2017

Edimburgo: día 3

Vista desde las alturas.

Día de mucho andar el de ayer. Empezamos con una subida al Arthur's Seat, el espectacular peñón que se ve desde muchas partes de Edimburgo, y al bajar, hacemos un poco más de pierna volviendo al Cañón Hill.

Con la tontería ya es la hora de comer, y a las 14:30 teníamos visita guiada, así que un poco a la carrera damos cuenta de una pizza aceptable y unos spaghetti carbonara de los de "me traigan la olla, que la limpio a lengüetazos".

La mencionada visita, otra vez con Sandemans, es por el New Town, el ensanche de Edimburgo. Una zona a priori menos atractiva que la Old Town, pero la guía es estupenda y nos cuenta mil y una historias de la ciudad

Acabada la visita guiada, hacemos un alto en el tradicional pub Dirty Dick's y nos vamos en busca de la Dean Village, un bucólico rinconcito dentro de Edimburgo muy recomendable. Y con la suerte, además, de que el sol, que llevaba todo el día tímidamente escondido, apareciera en todo su esplendor.

De ahí nos vamos a cenar al original The Standing Order, un antiguo banco convertido en pub-restaurante, pero conservando la decoración del banco.

Una vez cenados, como aún hay energía, nos vamos a visitar un par de pubs en la Old Town; el histórico Banshee's Labyrinth y el The Royal Oak, con música en directo.

Y de ahí ya sí, a casa. Según la pulsera, un total de 25.000 pasos.

martes, 25 de julio de 2017

Edimburgo: Día 2

Calton Hill

Seré breve, que escribo aprovechando un rato libre, para contar el día de ayer.

Por la mañana un tour guiado de Sandemans por la parte vieja de Escocia, en el que al ir sin reserva tenemos que experimentar la emoción de no saber hasta última hora si tendremos sitio o no. Por suerte somos los primeros de la cola, así que entramos.

El tour una maravilla, con una guía muy dinámica y amena, que nos cuenta un montón de cosas interesantes de la ciudad y su historia. Nos gusta tanto que a la tarde decidimos repetir, con el tour del lado oscuro de Edimburgo.

Pero antes habría que comer, así que nos vamos al emblemático Oink, donde me sirvo un bocadillo de cerdo con haggies, y nos vamos a comer a unos bancos en Grassmarket. De postre intento un whisky escocés, que casi me mata.

Para hacer un poco de tiempo, petardeamos por la ciudad, visitamos nuevamente el cementerio de Greyfriars (¡donde vemos la tumba de Tom Ridell!) y la catedral de St. Giles y a las 18:30 tomamos la visita del lado oscuro, con sus truculentas historias de muertes y ejecuciones, y subimos a Calton Hill, lo que en un día tan soleado como el que nos hizo, es una delicia absoluta.

Terminada la visita guiada, nos vamos a cenar unas hamburguesas a un pub y a dormir, que había sido un día de mucho trajín.

lunes, 24 de julio de 2017

Edimburgo: día 1

No es difícil deducir, dado el título, desde dónde escribo. 

Efectivamente, estoy en la capital de Escocia, desde donde hago mi minicuaderno de bitácora, con un vuelo sale a las 11:30 de Bilbao (en principio 10:40, pero sufre un retraso), lo que significa no tener que madrugar. Eso es bueno. Tras un vuelo sin incidencias, llegamos al aeropuerto de Edimburgo, donde nada más bajar del avión nos recibe una terrible tromba de agua. Viva Escocia tropical. Eso es malo.

El autobús al centro resulta fácil de encontrar, y llegamos a la estación central, con más hambre que otra cosa, pero aún hay que ir al alojamiento. Así que vamos a la casa, nos alojamos y corremos en pos de comida, a un italiano franquiciado, donde damos buena cuenta de unos macarrones de comedor de colegio y una pizza con mozzarella antiestrés. Da igual, había hambre.

Terminados los juegos del hambre, comienza la ruta turística. Vamos hacia el palacio de Hollyrood, que nos pilla cerca, y comenzamos la ascensión a la Royal Mile, hasta el castillo, con alguna pausa estratégica por el camino. Luego nos dirigimos a Greyfriar´s Kirk, donde visitamos el Elephant Coffee (donde "nació" Harry Potter, nada menos)) y la estatua del perrete Bobby (homenajeado en Futurama) y deambulamos un poco por la zona del castillo, hasta que ya empezamos a trazar planes de regreso a casa.

Vamos dando un paseo, dejamos las compras y nos vamos a cenar, pero algo más de verdad que la comida del mediodía, y topamos con un restaurante indio donde como, literalmente, el mejor pollo tika masala que he comido en la vida, con un pan naan de ajo que no le va a la zaga.

Y con eso, y el cansancio, a dormir. Hoy hay que ver más cosas.

jueves, 2 de marzo de 2017

T2: Trainspotting

Elige una película, elige ésta.

En 1996 Danny Boyle lanzaba Trainspotting, hoy una película de culto, sobre un grupo de heroinómanos en Edimburgo, maravillando al personal con su banda sonora y su filosofía nihilista sobre la vida y la sociedad. Había nacido una leyenda.

20 años después, el grupo se vuelve a reunir, con el carismático Renton, el amoral Sick Boy, el entrañable Spud y el peligroso Begbie, a los que es un placer volver a ver en una secuela que es redonda, pues consigue ser, aparte de todo un homenaje a su predecesora, una película divertida, con un ritmo trepidante, que hace reír cuando toca y mantiene en tensión en los momentos climáticos, con casi todos los elementos que triunfaron en Trainspotting (¡con el regreso del peor váter de Escocia!). Supongo que habrá quien pueda achacarle que se centra más en seguir con la historia de los personajes que en la incisiva crítica social, la cuál aquí pasa muy por encima, pero eso ya es cuestión de preferencias. La verdad es que yo la disfruté como un enano, y aunque no seré tan osado como para decir que es mejor que la primera, sí diré que disfruté viendo T2 tanto o más de lo que disfruté viendo la original.

Es genial y ha hecho que la espera merezca la pena.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Filth (el sucio)

Torrente a la escocesa.

Bruce Robertson es el paradigma del antipolicía: corrupto, inmoral, mentiroso, ambicioso y amante de las drogas y el sexo más depravado (y por si faltaran paralelismos, fan de un equipo rojiblanco de fútbol). Deberá lidiar con la investigación de un homicidio, que ve como un mero trampolín para el ascenso, ya que se la pela todo.

La definición recuerda a la franquicia de Santiago Segura, pero no vaya nadie a pensar que el parecido pasa de ahí. Tiene el toque reconocible de Traisnpotting, de sordidez escocesa, y un protagonista que es muy inteligente y un hábil manipulador, pero con un severo trastorno de personalidad y un terrible drama interior, que también mueve la película.

El resultado es, salvando las partes surrealistas, muy divertida, con aires de Chuck Palahniuk y frases gloriosas, como "Cuando era niño, la brutalidad policial que presencié me hizo querer ser policía. ¿para acabar con ella? No, para unirme a ella!" o "En esta oficina no solo tenemos el problema de tener que lidiar con un nazi homófobo e intolerante, sino que además tenemos que lidiar con un maricón de mierda" (sí, una frase muy Austin Powers).

Drogas, tetas y palabrotas, con un personaje sombrío y desgarrado, tan carismático como tóxico, dan una película bastante divertida.

Ah, y los mejores títulos de crédito que he visto en mucho tiempo.