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lunes, 23 de noviembre de 2020

Memorias de un ex-demandante de empleo [XXVIII]

Eran camiones, pero esta foto me hacía gracia.

Vivimos tiempos turbulentos en los que las patatas fritas ya saben a cualquier cosa menos a patata, y la guerra salvaje que iniciaron las patas con sabor a huevo frito abrieron una guerra que no parece tener fin. Eso me ha recordado al tema que viene a continuación.

El almacén de Matutano.

Allá por finales de 2006, cuando me encontraba yo preparando mis primeras oposiciones, compaginaba el estudio con días de trabajo suelto en la ETT, y aunque generalmente operaba con Randstadt, también recibía encargos de Select, y uno bastante recurrente era el de ir al almacén de Matutano en Arrigorriaga.

Recuerdo bien que cuando me llamaban tocaba madrugar bastante y tirar de coche, pues esto estaba ya en la carretera, así como recuerdo que la primera vez me costó bastante encontrarlo, ya que estaba al acabar el pueblo, casi en Miraballes, pero una vez aprendido el camino, era ridículamente fácil.

El trabajo era agradable, y aunque podía ser duro, no era extenuante. Básicamente era estar ahí cuando llegaba el camión, vaciarlo y llevar las cajas al almacén. Solían ser trailers bastante amplios, con lo que vaciar uno llevaba varias horas, y como solíamos estar de charleta y la gente era bastante maja (el encargado, no recuerdo su nombre, me parecía un solete), se hacía fácil. 

Y lo más importante, que es lo que todo el mundo se estará preguntando. Aunque no era lo más frecuente, sí que de vez en cuándo alguna de las cajas sufría un horrible accidente, se abría una bolsa de patatas sin querer, y bueno, una vez abierta, pues... Recuerdo también la vez que me quedé a solas con una caja de huevos Kinder (no eran Kinder, eran de la marca de Matutano, pero nos entendemos), y bueno: un Jokin, una caja de huevos de chocolate, la intimidad... Comprenderéis que un caballero no hable de esas cosas.

El trabajo era lo que era: vaciar el camions y barrer un almacén, pero servía para sacar unas pelillas y reconozco que las veces que fui, estuve muy a gusto. 

jueves, 19 de julio de 2018

Memorias de un ex-demandante de empleo [XXVII]

Si te suena el anuncio, posiblemente ya tengas una edad.

Hoy voy a hablar del que lo que posiblemente fue lo primero que tuve parecido a un "trabajo remunerado", relacionado con uno de mis hobbies. Hablo de:

El "buzoneo"

La hoy ya desaparecida franquicia Centro Mail, ahora reconvertida en Game, era toda una institución en el mundo de los videojuegos, y fue toda un acontecimiento cuando abrió una tienda en Bilbao. Por aquel entonces yo estaba en el instituto y una megatienda de videojuegos en la que además te dejaban probarlos era lo más parecido al paraíso. Y yo era uno de los habituales, y que los dueños de la tienda, Javi y Asís eran de lo más enrollados y nos ponían los juegos que quisiéramos, de manera que a veces pasábamos ahí más tiempo que en el propio instituto.

Y la verdad es que se pierde ya en la noche de los tiempos la historia completa, pero me recuerdo con un taco de folletos de la tienda, repartiéndolos en la calle, a cambio de mil pesetas, así como recuerdo que no pude repartir la gran mayoría. Pero en un ataque de honestidad, en vez de tirarlos a la papelera y decir que los había repartido (cosa que habría sido muy previsible en un quinceañero), fui a la tienda cabizbajo a entregar los folletos, asumiendo que no me iban a pagar. Pero para mi alegría Javi sacó de la caja registradora el dinero pactado (tengo grabada la visión de las dos monedazas de 500 pesetas (esas monedas gordas y contundentes) y me las dio, de modo que salí de la tienda más feliz que unas castañuelas.

Y así fue como me gané mis primeros dineros. 

martes, 26 de junio de 2018

¡Pues haber estudiado!

Si tienes estas cartas de mano es justo que ganes la partida de mus, pero acepta que has tenido suerte.

Una reflexión que me viene sobre el mundo del trabajo, sobre un par de hilos interesantes que he visto en Twitter, que razonaban muy bien cómo al final los mejores trabajos acaban reservados a quienes se los pueden permitir, perpetuando muchas veces las desigualdades, es esta en la que voy a hablar de mi libro.

Tengo un muy buen trabajo (en la Administración), con un buen horario, un buen ambiente y un sueldo más que digno. Más alto que la media de mi entorno, incluso. Y nadie me ha regalado nada, PERO. 

Mis padres, sin ser ricos, siempre me han podido pagar los estudios, y no sé lo que es no poder pagar una factura o no poder ir de vacaciones. Sin grandes lujos pero con lo necesario siempre cubierto. 

Eso ya me dejaba de salida en ventaja. 

Nunca fui un mal estudiante, pero cuando se me atragantaba alguna asignatura, si había que ir a la academia, se iba. No era problema de dinero. 

Pude ir a la universidad (privada, además), y me fui sacando la carrera con la tranquilidad de que mi única preocupación era aprobar los exámenes, no si iba a poder pagarme la matrícula. Acabé la carrera y el mérito mío, nadie me lo va a negar, pero por ejemplo nunca tuve que quitarme tiempo de estudio para trabajar y poder vivir.

Terminada la carrera pude hacer un máster (no como Pablo Casado), y no tenía que andar haciendo números. Siempre tenía la certeza de que si quería estudiar ahí estaban mis padres para poner el dinero necesario.

Luego fue la aventura de la abogacía (aquí mis divertidas peripecias). Un desastre que me fue mal a todos los niveles, y estoy seguro de que nadie me dirá que no lo pasé muy mal. Terrible, de verdad, pero cuando llegaba a casa nunca me faltaba comida en el plato. 

Incluso pude opositar. Es verdad que para poder pagarme la academia me apunté (realmente porque quise) a una ETT y me dejaba los huevos currando. No miento, me lo curré mucho, pero es más cómodo currartelo cuando sabes que no es por necesidad. Que además, la casa y el sustento los tenía garantizados.

Llegó la primera oposición. No saque plaza (no tenía puntos), pero como podía dedicarme casi al 100% a ello, saqué una nota altísima, y seguro que quedé por delante de gente que se lo curró tanto como yo pero no tenía la suerte de poder dedicarle tanto tiempo. Porque con la ETT trabajé muy duro, pero también podía permitirme el lujo de decir "en diciembre no me llaméis, que tengo que estudiar". No todos podían. 

De aquella oposición, la interinidad. Es decir, buen sueldo, buen horario, estabilidad... Me pude independizar (cuando quise, no por necesidad) y cuando llegó la siguiente oposición otra vez a estudiar. Estudié como no he estudiado en mi vida: dedicaba cada minuto en que no estaba trabajando al temario, e incluso gaste vacaciones en estudiar. Sí, hasta me podía permitir dedicar a estudiar tiempo que otros no pueden permitirse. Sin cargas familiares, sin problemas de dinero en el banco y con el colchón de, en caso de desastre, saber que mis padres me cubrirían si venían mal dadas. 

Terminó la oposición y saqué la plaza (¡yuhu!). Nadie podrá decirme que no la merecí o que no me lo curré lo bastante, pero jamás seré tan ciego como para no ver que otros que se lo curraron tanto como yo no tuvieron la misma suerte. Por eso nunca me daré por ofendido si me dicen que mi mano de cartas inicial era mucho mejor que la de otros, porque es la pura verdad.

lunes, 18 de junio de 2018

Memorias de un ex-demandante de empleo [XXVI]

El patio donde jugábamos y entrenábamos.

Aprovechando que con el tema del mundial está de moda esto del balompié (como si no lo estuviera todo el año), ha venido a mi cabeza el periodo durante el que fui entrenador de futbito.

El entrenador

Era el año 2000 (¡el futuro ya había llegado!) y un amigo me contó que estaba entrenando a un equipo de instituto, concretamente el de categoría cadete femenino (14-15 años) y que necesitaba alguien que le ayudara, pues a veces tenía que trabajar y no siempre podía ir a los entrenamientos ni los partidos. Y como soy alguien a quien no suele ser muy difícil convencer, accedí.

Me tocó aprender a marchas forzadas el reglamento, ya que una de mis funciones acababa siendo arbitrar los partidos de casa (cosa que me horrorizaba), pero por suerte la parte táctica y técnica no era demasiado compleja. Al final era prácticamente "salid, jugad y no os lesionéis ni lesionéis a nadie" y repartir más o menos los minutos para que todas pudieran jugar (a menos que pasaran del tema, que había alguna más pendiente de charlar con la banda que del balón).

Estuve entrenando dos años, de los cuales el primero fue una experiencia muy bonita, ya que las chicas se lo tomaban en serio y los resultados solían ser positivos, lo que sin ser lo más importante, siempre era de agradecer. Llegaron incluso a clasificarse para playoff, y siempre recordaré esa emocionante tanda de penalties en la que consiguieron el 7º puesto. Recuerdo que ninguna se atrevía a tirar el tiro decisivo, y les decía "a ver, lo tiraría yo, pero creo que el árbitro no me va a dejar".(Y mejor, que con lo zoquete que soy, seguro que yo sí lo hubiera fallado).

El segundo año lo recuerdo peor. Empezaban a pasar de los entrenamientos, y no había manera de que se tomaran las cosas en serio. Tengo el recuerdo especialmente malo de un día que después de pegarme el paseíto para ir hasta el instituto, no se molestó en venir nadie y me tiré toda la tarde esperando como un tonto... para más señas el día de mi cumpleaños. Esa temporada casi ni recuerdo cómo terminó, pero sí que hubo muchas bajas a mitad de temporada, y partidos que no se llegaron a jugar por no tener el número mínimo de jugadoras.

Sin embargo, pese a esa segunda temporada, el balance de los dos años lo doy por positivo, ya que fue una vivencia interesante y otra manera de ver este deporte. Lo que sí recuerdo con horror eran los madrugones y palizones de tenerme que levantar a horas intempestivas los sábados para ir a jugar a los pueblos más recónditos de Bizkaia, muchas veces (qué narices, siempre) habiendo salido hasta las mil y monas el viernes, y volviendo a casa con una borrachera de campeonato.

A veces me pregunto qué habrá sido de las jugadoras y si se acordarán de mí.

lunes, 16 de octubre de 2017

Memorias de un ex-demandante de empleo [XXV]

Hordas de opositores, armados con documentos.

Retomo a esta categoría tan esporádica, en la que de vez en cuándo me voy acordando de mis trabajos previos al actual, para referirme en esta ocasión a mi primer contrato en la Administración Pública, en lo que en su día fuimos a llamar:

El comando OPE

Era marzo de 2007 y los exámenes de las oposiciones de la Diputación (aquellas que no saqué) habían terminado, y ya solo tocaba estar a la espera. Y lo cierto es que fue una espera muy breve, pues en seguida recibí la llamada de Gobierno Vasco. Unos meses antes, en plena vorágine de estudios, me había presentado a un examen para bolsa de trabajo que organizaba el IVAP (Instituto Vasco de Administraciones Públicas), con tan buen tino que saqué la segunda nota más alta de cuantos nos presentamos (y estamos hablando de un examen al que concurrimos miles de aspirantes), y aunque no tener la IT txartela de Word avanzado me quitó muchos puntos, seguía estando muy bien posicionado en la lista (de hecho, fue de esa lista de la que me llamaron para el trabajo de Vitoria en el que estaría 6 meses antes de venirme a Diputación). 

Nos citaron un lunes a primera hora a unos cuántos en Gran Vía 85, sede de la delegación territorial de Gobierno Vasco en Bilbao, y recuerdo que una cosa me fascinó: ¡gente sonriendo un lunes por la mañana! Nos explicaron un poco por encima de qué iba la cosa (recoger y registrar la documentación de la futura oposición de maestros) y nos mandaron al que sería nuestro lugar de trabajo: unas oficinas en la calle Nicolás Alkorta, a solo un par de portales de la oficina en la que llevo ya casi 10 años.

El trabajo era el siguiente: estar en los ordenadores, recibir a los opositores que venían para comprobar y cotejar la documentación que tenían que entregar, compulsar las copias, registrarlo todo en el ordenador y darles el justificante. Nada especialmente complicado, y tampoco muy estresante salvo picos puntuales.

Pero pasaba una cosa, y es que no sé muy bien por qué, el plazo para entrega de documentos se aplazó una semana, de manera que durante 5 días nuestro trabajo consistía en no hacer absolutamente nada. Solo estar delante de un ordenador del que no teníamos las claves, pues hasta que empezara todo no nos las podían generar. Así varias horas al día. El saludo de despedida era "mañana más, porque menos no se puede".

Como éramos todos más o menos del mismo mundillo, pronto hicimos cuadrilla, e ir a trabajar era un poco como ir al txoko (suena a chiste, pero durante esos 5 días tampoco podíamos hacer otra cosa), y teníamos una especie de cocina con microondas, para la que cogimos galletas, leche, café... y pasábamos las horas muertas.

Es verdad que cuando empezó el aluvión de gente la cosa cambió mucho, y que sobre todo los primeros días aquello era un no parar. Pero como suele pasar con este tipo de campañas, la gente es más de entregar las cosas al principio que al final, y los últimos días casi volvían a parecerse a esa relajadísima primera semana. Al menos ahí ya sí que teníamos Internet.

Nada es para siempre, y aquel contrato se nos terminó. Pero quedan para el recuerdo aquellas semanas tan bucólicas, de las cuales incluso conservo algún amigo.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Memorias de un ex-demandante de empleo [XXIV]

¿Y la Europea?

Me pasa un poco parecido a lo que me pasó con esta otra entrada, que no tenía muy claro si meterlo en las memorias de ex-abogado o en las de ex-demandante de empleo, pues de entre los muchos trabajos que tuve para salir al paso, este tenía contenido jurídico y sí requería una cierta especialización. Pero como las memorias de ex-abogado ya las di por cerradas, lo meteré como parte de mi odisea de búsqueda de trabajo.

Base de datos

Se pierde un poco mi memoria cómo conseguí este trabajo (me suena vagamente que por medio del máster), y tampoco me acuerdo bien de cuándo empecé ni de cuándo terminé. 

El cliente, pues aquí trabajaba de freelancer (diría autónomo, pero técnicamente no estaba dado de alta) era una editorial jurídica llamada "Europea del Derecho", sobre la que no he encontrado referencias, por lo que podría ser que ya no existiera. El trabajo consistía en elaborar bases de datos jurispridenciales, para lo cuál había que leer sentencias, muchas sentencias, toneladas de aburridas y monótons sentencias, y de cada una de ellas hacer el resumen y sacar las palabras clave, a fin de que fueran fáciles de localizar por el motor de su base de datos.

Esto iba de la siguiente manera: iba a la editorial, me daban un DVD con unas cuántas sentencias y yo tenía el tiempo que quisiera para pasarlas a la base de datos. Sin plazos ni prisas, cuanto antes las terminara antes cobraba, y básicamente las pagaban, como quien dice, a peso. Cuando terminaba, les emitía factura, con su IVA y su IRPF. No pagaban mucho, pero me servía para mis gastos, por lo que deduzco que lo dejé cuando empecé a trabajar la segunda vez en la BBK. Además, todo hay que decirlo, el trabajo era cómodo, que podía hacerlo en pijama y sin salir de casa.

El dinero me vino muy bien, pero también es cierto que de las sentencias se podían sacar cosas, aunque sea de cultura general, y sobre todo de terminología jurídica. Y saberme los nombres de los magistrados de la Audiencia Provincial de Pontevedra, que me los acabé conociendo casi mejor que a mi propia familia.

jueves, 8 de enero de 2015

Memorias de un ex-demandante de empleo [XXIII]

Los más jóvenes del lugar no captarán la referencia.

A pesar de lo que se empeñen en vender desde el Gobierno, la situación laboral no ha dejado de ser desastrosa (por usar términos suaves), y  desde luego que no es tan brillante como lo era hace unos años, en la época en la que la ETT era sinónimo casi de trabajo a la carta. Cuando hacía falta sacar unos euros, bastaba con llamar y enseguida había algo. Había trabajos mejores, trabajos peores y luego estaban los...

Trabajos chollo

Eran los menos, pero cuando tocaba uno de estos, el que suscribe empezaba a salivar. La cosa es que la ETT pagaba por horas, de forma que si trabajabas 7 cobrabas 7, si trabajabas 8 cobrabas 8, si trabajabas 10 cobrabas 10 (computándose las que pasaran de 8 como horas extra) y si trabajabas menos de 4... pues corbabas 4, ya que era el número mínimo de horas que te podían pagar.

Así pues, recuerdo con cariño dos chollazos que me tocaron. Uno consistía en vaciar un almacén, creo que de las oficinas de Iberia que iban a trasladar. Era curro, y la verdad es que estuvimos sin parar, pero creo que en hora y media ya estaba hecho, así que ese rato me aportó unos 30 euros. 

20 euros netos la hora de duro trabajo no parece mala cantidad, pero mucho mejor fue el auténtico chollazo que me tocó otro día. El trabajo consistía en mover una pesada maquinaria y llevarla a un laboratorio de análisis clínicos. Supongo que era urgente e imperioso, porque estaba muy bien pagado (10 euros la hora), y el trabajo consistía en esperar al camión, ayudarle a bajar la máquina del camión, subirla al portal y dejarla en su sitio. A decir verdad, la parte de bajarla del camión y subirla al portal se hacía sola, con la traspaleta. El quid de la cuestión es que para llegar hasta la sala donde había que dejarla había un recodo en el pasillo por el que no cabía la traspaleta y había que hacerlo a mano... lo que entre dos era ridículamente sencillo.

Así que dejamos la máquina en su sitio, y me tocó acompañarle en el camión a recoger unas piezas. Quedarme en el camión para que no se quedara solo, y ya. Me firmó el parte y a casa. Tiempo total, 40 minutos, tiempo total trabajado... ¿10 minutos?

Resumen: 40 euros por no hacer casi nada. Dinero gratis.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Memorias de un ex-demandante de empleo [XXII]

Yo también fui un oompa-loompa. 

La inminente campaña de Navidad, y la falta de ideas sobre las que escribir hoy, me ha traído a la memoria uno de los múltiples trabajos que desempeñé en mi época de currito de ETT. Esta vez hablaré de un lugar que era bastante menos idílico que lo que podría sugerir su nombre.

La fábrica de juguetes

No era la primera vez que me llamaban de este sitio, pero anteriormente había sido para ofrecerme un contrato de 3 meses (toda la campaña), trabajo que rechacé, pues estaba preparando las oposiciones, y trabajar todos los días era un lujo que no podía permitirme. Pero más tarde me llamaron para un día suelto y acepté.

Debía ir a Bedia, al almacén de una conocida marca de juguetes (Bizak), y por comentarios que había oído de otros compañeros de ETT, el sitio tenía bastante mala fama. Ya de entrada, pagaban bastante poco (por debajo de 6 euros la hora, lo que allá por 2006 era algo pobre) y el encargado del almacén tardó 3 minutos en demostrar el porqué de la mala reputación, cuando en vez de saludar con buenos días saludó con gruñidos, y a unos que llegaron 3 minutos tarde (3 minutos, literal) les soltó un amable "vosotros os marcháis 3 minutos más tarde", sin saludar ni nada.

Y así transcurrió la mañana, vaciando camiones y llenando cajas con peluches y robots de juguete, con un jefe tirano (algo, por desgracia muy habitual, pero a lo que afortunadamente no estoy acostumbrado), al que solo le faltaba restallar el látigo si alguien paraba para descansar.

Pero lo peor de todo era cuando trataba de ser simpático. Estábamos vaciando uno de los camiones, y entre el cansancio y la desgana, y que el contenido no era frágil, pues digamos que no tratábamos la mercancía con toda la delicadeza que fuera necesaria (sin entrar en vandalismos, ojo), y cuando lo vio, se acercó a nosotros, y nos gritó "eh, las cajas tratadlas con cuidado, como a vuestra novia". Y luego, como queriendo arreglarlo y queriendo hacer la gracia añadió algo muy parecido a "al menos al principio, no luego que ya la podéis tratar a patadas". Se hizo el silencio, y hasta los grillos se quedaron callados.

martes, 19 de julio de 2011

Memorias de un ex-demandante de empleo [XXI]

Sin poción mágica ni nada.

Esta sección no la suelo actualizar muy a menudo, pero lo sucedido la semana pasada con la lavadora me recordó a uno de mis trabajos con la ETT, que dio lugar a una de las anécdotas más divertidas que recuerdo (divertido ahora, porque en su momento ni puta gracia). El chico de los electrodomésticos El trabajo era para una empresa de electrodomésticos, y a mí me necesitaban para ayudar en el reparto. El trabajo estaba muy bien, porque los desplazamientos también me los pagaban, y como podía ir tranquilamente estudiando en la furgoneta mientras nos recorríamos las rutas, al final me cundían bastante bien los días. Pero sería injusto no decir que me gané cada céntimo que cobré en esa empresa. 

El trabajo era agradable, ya que no revestía ninguna complicación más allá del propio peso de los electrodomésticos. Además, el jefe era un hombre muy simpático, y cuando tocaba comer fuera, pagaba la empresa. El trabajo era primero cargar la camioneta de reparto con los electrodomésticos a entregar, y después hacer la ruta para dejarlos. Ni siquiera tenía que montarlos ni nada. Solo entregar. Y entonces descubrí la cantidad de casas que hay en el mundo sin ascensor. Cuando lo había era un chollo, pero cuando no, era una auténtica putada andar subiendo neveras, lavadoras, secadoras, etc. por las escaleras, donde cada una era mejor que una sesión de gimnasio. 

Pero las dos que tengo grabadas fueron una en Cantabria (no recuerdo el pueblo), donde llegamos con todo al portal y vemos con felicidad que sí hay ascensor. Constatamos con agrado que el ascensor es grande, y observamos extasiados que las cosas caben y que la puerta cierra. Subimos un par de mesas, y cuando vamos a hacer la segunda tanda... ¡luz roja! En ese momento pasa un vecino y nos dice que curiosamente los lunes (adivinad qué día era) se solía joder el ascensor. Así que escaleras arriba, a dejarnos los hígados. Pero no fue ésa la peor. La peor se resume en el siguiente SMS que no pude evitar mandar a todos mis conocidos:
 
Una hora de ETT, 7 euros Un día completo, 50 euros Darte cuenta de que has subido a un 4º piso sin ascensor la lavadora equivocada, no tiene precio

Recuerdo con horror el momento en el que tras haber subido una pesada lavadora a un 4º piso de estrecha escalera (en cuyos ángulos imposibles nos dejábamos el alma), cuando miro el albarán y veo que el número de pedido no cuadra. Casi con miedo se lo hago saber a mi jefe, confiando en haberme equivocado. Pocas veces habré maldito más el tener la razón. Aquel día fue una putada, ya que los astros se conjuraron para que todas las casas nos tocaran sin ascensor, y acabamos comiendo a las 6 de la tarde, que es cuando terminamos los envíos de la mañana. 

Lo bueno es que debió de gustarles mi trabajo (ese había sido mi primer día allí), ya que me llamaron bastantes veces de aquella empresa, pues cuando llamaban a la ETT preguntaban directamente por mí, e incluso llegaron a ofrecerme algún contrato más largo. Aunque lo rechacé, pues en ese momento las oposiciones eran prioritarias.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Memorias de un ex-demandante de empleo [XX]

Sin roña que había.

Entre los sitios que me ha tocado trabajar hay uno tan dedicado a la cultura como un museo, y en él se encuadra uno de mis primeros y más duros trabajos en la ETT, que fue:

Limpiar el estanque del Guggenheim

Creo que el título es bastante descriptivo de lo que significaba esta tarea que llevamos a cabo en 3 duros días un grupo de unas 6 personas, y que me pareció físicamente criminal.

Primero era criminal por las horas a las que tenía que estar uno ahí, ya que si mal no recuerdo, teníamos que estar a las 7 ya cambiados, con el mono y unas incomodisimas botas de suela de finísima goma, a dar caña a la increíble cantidad de mugre y cieno que se junta en el fondo del estanque. Afortunadamente vacío, que si no iba a ser una risa.

El modus operandi era separar a manguerazos, con chorro de agua a presión, la mierda del suelo, y luego, con unas escobas ir empujando esas cantidades de agua hacia los sumideros. Las masas de agua eran bastante pesadas, y la verdad es que costaba, y así como al principio tienes fuerzas, llega un momento en el que no puedes ni con los huevos.

El horario era duro (mañana y tarde, aprovechando las horas de sol), aunque se agradece que en la pausa para comer, la comida fuera incluida, pero el trabajo era agotador. El último día me costaba mantenerme en pie, y no tanto por el cansancio sino por el dolor de pies, por culpa de esas horrorosas botas. Tampoco ayudó que uno de los días, pasando por una parte muy resbaladiza, la gravedad surtiera efecto y yo me diera de lomos contra el suelo.

Lo que más me llamó la atención de esto fue la cantidad de moneditas (sobre todo de 1 y 2 céntimos) que tiraba la gente. De vez en cuándo, cuando salían yacimientos golosos solíamos cogerlas, y creo que llegué a contar unos 7 euros en monedas de céntimo, que no es barro (bueno, barro había bastante).

Aquel fue un trabajo duro, pero reconfortante, sobre todo a la hora de cobrarlo, y ahora, cada vez que paso cerca el museo recuerdo la ocasión en que me tocó limpiar el estanque.

lunes, 18 de octubre de 2010

Memorias de un ex-demandante de empleo [XIX]

Cantar es fácil, lo difícil es montar el escenario.

Como amenacé el otro día, y a falta de nada mejor que contar hoy, toca poblar el blog con historietas de mi época de currito de ETT, y como lo mejor suele ser empezar contando las cosas por el principio, hablaré de las

Fiestas de Llodio

No llevaría ni dos días apuntado a la ETT, cuando recibí el primer encargo. Tenía que plantarme a las 8 de la mañana en Llodio, para ayudar en las tareas de montaje del escenario principal, donde se hacen los conciertos, así que acepté la oferta, y al estilo GTA, el icono de Randstad apareció sobre Llodio en el mapa.

La putada del madrugón se acrecentaba por el hecho de que eran fiestas de Bilbao, y encima el día antes tenía turno de txozna, por lo que tan pronto acabé de servir katxis, a las 12 en punto, hice lo que no había hecho nunca. Irme directamente a casa.

Al día siguiente, madrugón y coche, con tan mala suerte de que los nervios me jugaron una mala pasada, erré el desvío, y no solo me perdí, sino que encima una de las ruedas de mi coche tuvo a bien pincharse. Yo quería avisar de que iba a llegar tarde (brillante manera de empezar en un trabajo), pero no tenía el teléfono de la empresa, y la ETT, los únicos a los que podía llamar, no estaban todavía abiertos.

Total, que entre cambiar la rueda y las vueltas que di hasta que encontré el sitio (bueno, encontrar Llodio no fue especialmente difícil, el problema era saber dónde me había metido yo), a lo que había que sumar lo que tardé en aparcar y encontrar el sitio, pues llegué como 2 horas y pico tarde, con la cara roja y las orejas gachas.

Poco pude responder al capataz cuando me recriminó mi retraso, y solo pude decirle que tenía todo el derecho del mundo a decirme que me fuera por donde había venido, pero por suerte no lo hizo, y me pude poner manos a la obra, y nunca mejor dicho.

El trabajo consistía, como ya he adelantado, en montar el escenario de fiestas, con todo el montón de pesadas tablas y tuberías que ello implica.

Y la verdad, la experiencia fue entretenida, aunque físicamente agotadora, y más cuando me sentía en el deber moral de hacer un esfuerzo extra para compensar el haber llegado tarde. Acabé sudado cual mona, y con las manos encallecidas, pero con algo más de dinero en el bolsillo, pero pensando que no me iban a volver a llamar por haber llegado 2 horas tarde el primer día.

Aunque tan mal no debí de hacerlo, ya que un par de días más tarde me volvieron a llamar de la ETT.

Pero eso ya es otra historia.

jueves, 14 de octubre de 2010

Memorias de un ex-demandante de empleo [XVIII]

Y eso antes de la Reforma.

Hacía tanto que no tocaba esta sección que ya la tenía totalmente olvidada, una de las ventajas de tener empleo estable, pero hoy me he acordado de ella e introduciré una historia que bien podría dar para subsección propia, y que debería dar de sí para varias entradas (cosa que, de hecho, hará)

Hoy abrimos pues con:

ETT

Nos remontamos a verano de 2006, cuando ya había tomado la decisión de opositar, y de hecho ya estaba apuntado a la academia y llevaba un par de meses de estudio. Pero faltaba una cosa llamada dinero, y se me ocurrió que tal vez una empresa de trabajo temporal fuera una buena opción. Y como resulta que un antiguo conocido de la universidad trabajaba de gestor en una de ellas (Randstad) me acerqué a preguntar antes de acabar el verano, en plena Semana Grande de Bilbao, y a dar mis datos, con la esperanza de que me llamaran para algo y sacarme unos eurillos, cosa que no tardó en suceder, pero de la que ya hablaré en otro momento.

Los curros se fueron sucediendo, y la frecuencia con que me llamaban era la óptima para lo que yo quería. A mi amigo le había explicado mi situación y le había pedido expresamente "trabajos de días sueltos y de no tener que pensar", pues los estudios eran lo primero y una cosa es llegar a casa cansado de haber movido cajas, pero con la cabeza fresca y otra muy distinta llegar con los ojos acuosos por haberse tirado 8 horas cuadrando balances.

Además esto tenía una ventaja añadida, y es que en un par de meses de trabajo físico obtuve una forma física bastante majilla, con un volumen de brazos como nunca antes lo había conocido. Diría que era como ir al gimnasio pero cobrando, solo que mentiría, ya que no pocas veces me tocó trabajar precisamente en un gimnasio, por lo que muchas veces era ir al gimnasio cobrando.

Estuve unos meses, hasta que empecé a trabajar en Vitoria (por las fechas en las que nace este blog) y la verdad estuve muy a gusto. Hubo sitios mejores y sitios peores, pero me llamaban con una cierta asiduidad (a veces más de la que yo quería) y pagaban puntualmente. Y lo mejor, que cobraba todas las horas que trabajaba, y al ser contratos cortitos, no tocaba tragar mierda. Si te tocaba ir a donde hubiera un jefe gilipollas, pedías no volver a ese sitio y ya está. Al menos en aquel momento era posible. Y la verdad, es que no me faltó curro. De mulo de carga la mayoría de las veces, pero curro. Era mejor que ser un ni-ni, y sin duda mejor que ser abogado. Al menos ganaba más pasta.

La experiencia fue grata, y no me arrepiento de haber pasado por esa fase. Todo lo más, me arrepiento de no haberlo hecho antes. Y claro está, todos aquellos minitrabajos dieron lugar a alguna que otra historia graciosa. Pero como dice Michael Ende, eso es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Memorias de un ex-demandante de empleo [XVII]

Dos de mis fuentes de ingresos: la Diputación y la BBK

Retomo esta sección, que tenía muy abandonada, ya que a fin de cuentas, pronto me iré al paro y tendré que ponerme a buscar trabajo. Es broma, aunque técnicamente es cierto que me iré al paro.

Pero este irse y volver viene a colación de una empresa para la que trabajé en dos momentos diferentes, para hacer el mismo trabajo, ya había estado en 2004 y volví al redil en 2006. Hablo de:

La campaña de la renta en la BBK
2: Barakaldo

Esta es otra de tantas batallitas que empiezan con "era 2006 y mi vocación como abogado estaba en crisis", y lo cierto es que lo estaba, tanto que ya había tomado la decisión de dejarlo y opositar. Pero para eso necesitaba una cosa: dinero.

Y la forma más eficaz, de entre las legales, era trabajando, así que envié mi CV a la BBK para repetir experiencia rentista y me cogieron. El curso se me hizo fácil, y además tuve la suerte de coincidir con un amigo de la universidad (y que curiosamente trabaja ahora en Diputación), lo que siempre hacía más llevaderas las clases. Obtuvimos muy buenas notas, y me quedé a un paso de ser coordinador (que significaba ganar 6.000 € por dos meses) pero me ofrecieron la opción, eso sí, de trabajar a jornada completa. Lo que significaba, claro, más dinero para el bolsillo. Y tuvo su gracia firmar el contrato el mismo día de mi cumpleaños.

La sucursal esta vez era más accesible que Galdakao. No era Bilbao, sino Barakaldo, pero al menos tenía metro, y no tenía que andar con trasbordos. Había un paseíllo desde el metro hasta la sucursal, pero nada del otro mundo.

La experiencia fue mucho más positiva, ya que en vez de estar en un islote apartado, estaba metido dentro con los empleados, y se hacía mucho más fácil integrarse y ser uno más, y de ahí me dio más pena irme que de la otra (también porque en el bar de al lado hacían unos pinchos cojonudos) y charlaba con ellos, me contaban historietas (les habían intentado atracar un par de veces) y lo cierto es que eran creíbles, porque a veces venían clientes de lo más siniestro (y de verdad), hasta me vino un día el ínclito "José Antonio", quien fuera cliente del no menos ínclito abogado señor "Pedro". O uno de los tipos que vino, a preguntarnos no me acuerdo qué, y que me estuvo un buen rato dando la chapa. Pero sí recuerdo que al día siguiente, apareció la puerta de la sucursal rota, y al próximo ese mismo tipo detenido por vandalismo. No tengo nada contra la puerta de la sucursal, pero oigan, mejor ella que yo.

No siniestro pero sí gilipollas fue uno al que tuve que sufrir, maleducado y más chulo que un ocho, pero con el aval de ser hijo de buen cliente de la sucursal, cualidad que según sus creencias le daba derecho a todo, en vez de colaborar como la gente normal, a la pregunta de "¿y en qué año compraste el piso que has vendido"? me decía "lo tienes en los papeles", pese a que los había rebuscado por todas partes y le expliqué "si estuviera en los papeles no te lo preguntaría", y en ese momento levanta el codo y saca el papel que estaba debajo mientras me dice, de forma desagradable "si es un perro de muerde". En ese momento me daban ganas de decirle de todo, pero hay que tener paciencia y callarse. Lo que no callé, y supongo que me costó emitir una leve sonrisa triunfal fue que al ver la fecha de adquisición no le podíamos hacer la declaración, que se tenía que ir a Hacienda o a una asesoría privada (o a tomar por culo, pero esa última opción no se la ofrecí) y su comprensiva respuesta era "es que no me la quieres hacer". Con una persona normal habría servido explicar la normativa, y que el ordenador no me dejaría hacerle la operación. Con una persona algo menos normal hasta habría servido dar la vuelta al monitor y mostrar el mensajito de "no se puede hacer", pero if not mate then not patata, y se fue airado al despacho del director, a chivarse de que un niño malo no le quería hacer la declaración. El director, le explicó que tenía yo razón, y que sintiéndolo mucho nos era imposible hacerle la declaración por Rentanet, y puede que no fuera así, pero yo recuerdo la escena con una sonrisa burlona en mi boca y el tipo éste lanzando una mirada de "se acaba usted de ganar un poderoso enemigo".

Hubo otro tipo, algo menos cretino, que también logró resultar ofensivo, no por pesado, sino porque cuando vio que la declaración le salía a pagar (el tipo ganaba del orden de los 70.000 anuales) exclamó ofendido, ¡Joder, siempre nos toca pagar a los mismos, a los del zapato! La expresión "los del zapato" nunca he llegado a saber muy bien a qué se refería, pero que el tipo me miraba como si el dinero de su declaración fuera a parar a mi bolsillo, sí. En fin, supongo que me había ganado otro poderoso enemigo.

Y ya que de ganar poderosos enemigos va el tema, en ese saco entraría la señora mayor que a las 8 de la mañana me increpaba por intentar colarme, a quien el hecho de que ella hubiera llegado antes le impedía atender a mi poderoso argumento de: "es que trabajo aquí".

De cosas buenas recuerdo que aunque trabajaba por la tarde, y solo el primero de los dos meses, raro era el día que no salía antes de la hora, ya que el asunto funcionaba con cita previa, y en cuanto venía el primero, si sobraba algo de tiempo (y siempre sobraba) llamábamos al último de la tarde, para que si quería viniera antes. Así ellos encantados, y nosotros también, porque podíamos cerrar antes y marcharnos (y las declaraciones de la renta concertadas eran la única función de la oficina por las tardes)

De cal y de arena. Si eso era bueno, malo era el segundo mes, cuando casi todo el mundo había entregado ya la declaración, y estar sentado en una mesa, languideciendo presa del tedio, era todo lo que podía hacer.

Y cosa buena, claro, que acabé aquella experiencia con dinerito en el bolsillo. Hubo más historietas, más anécdotas, pero algunas las habré olvidado, o simplemente no serán tan interesantes, y como que tampoco es cosa de hacer una entrada interminable. Y hubo un tercer escarceo con la campaña de la Renta, pero esa historia será contada en otra ocasión.

viernes, 17 de abril de 2009

Crónicas de un ex-demandante de empleo [XVI]

¿Hacienda y la BBK dando dinero? No, solo lo devuelven.

Ahora que se acerca la campaña de la Renta, el periodo en el que la mayoría de los contribuyentes reciben felices el dinero que Hacienda les "da", y otros pagan malhumorados su cuota tributaria, viene muy a colación esta entrada, ya que entre mis múltilpes empleos estaba:

La campaña de la renta en la BBK
1: Galdakao


Había hecho el curso. La teoría la dominaba bien, y el programa lo manejaba de forma adecuada, pero me enfrentaba al dilema del novato, me daba cuenta de que no sabía hacer la O con un canuto, y que no sabía qué hacer con los papeles.

Mi trabajo consistía en que los clientes de la sucursal me traían los papeles, y yo les hacía la declaración de la renta. Hasta ahí bien, pero luego, ¿y qué hago con los papeles? ¿qué meto dentro de cada sobre? ¿dónde les hago firmar?

Lógicamente, le fui pillando el truco, y a la fuerza, ya que mayo era un aluvión de gente, que no te dejaba tiempo ni para respirar. No así junio, donde como todo el mundo tenía ya hecha la declaración, no venía nadie, y me aburrí como una ostra. Encima, como el ordenador no tenía internet, mi mayor diversión era escribir cosas en word (al menos las podía mandar por e-mail) ¿un protoblog de Jokin?

Para que luego digan que en la Administración Publica no se trabaja y en la privada sí, doy fe de que nunca he trabajado menos que aquel junio de Galdakao, en el que estuve días enteros, desde que entraba a las 8 hasta que salía a las 2, sin hacer absolutamente nada. Y donde digo nada es nada. Horroroso aburrimiento.

En cuanto a anécdotas, siempre me acuerdo de estas dos. Una, la de un tipo que vino a hacer la declaración, y se topó con que no se podía deducir a la hija de 10 años, y todo porque la niña tenía unos ingresos por acciones de 7.000 euros.

Le dije que la hija tenía, por tanto, obligación de hacer la declaración de la renta, y claro, el hombre me decía que cómo iba una niña a hacer la declaración. Mi respuesta fue "bueno, es que tu hija gana más que yo". Y claro, él ya me decía "bueno, es lo típico de que hemos puesto las acciones a nombre de ella, y..." Vamos, que por querer hacer la trampa y ahorrarse 4 perras, le salió el tiro por la culata. Es lo que tiene ir de listo por la vida sin saber.

Recuerdo también, con horror, una señora que vino dos días con sendas declaraciones de sus hijos.

Su hijo tenía un piso comprado un par de años ha en Castro (de momento Cantabria, y fuera del ámbito de la Hacienda foral de Bizkaia) y le pregunté si el hijo vivía ahí. Ella me contestó que sí, a lo que le dije que entonces tenía que hacer la declaración en Castro. "Es que está empadronado en Galdakao". Ya bueno, pues entonces puede declarar aquí, pero no se puede deducir la hipoteca de Castro, porque no cuenta como su casa a efectos de Hacienda. "Ya, pero es que el vive allí". Bueno, señora, pues entonces allí tendrá que hacerla. "Pero es que está empadronado aquí". A ver, su hijo, o vive en Castro o vive en Galdakao, que la Norma Foral no contempla el don de la ubicuidad. Castro o Galdakao, la que quiera, pero solo una.

...

Vale, hazla aquí pero metele la vivienda de Castro.

...

No, esto no funciona así. Si vive en Castro tiene que declarar en Castro, y si vive aquí, entonces no vive en Castro, y por tanto no puede declarar esa vivienda como habitual.

[inserte bucle]

Al final, con mediación del director, y ante su insistencia, le hicimos firmar un descargo donde ponía "me han explicado que si vivo en Galdakao la vivienda de Castro no es la habitual, pero aun así la declaro", y tras explicarle que haciendo eso le iría Hacienda a reclamar lo de años anteriores, accedió, y así fue la declaración.

Obviamente, tal escena hizo que cuando vi a la señora aparecer nuevamente con un taco de papeles por la sucursal, camino de mi mesa, el vello de mi nuca se erizara a causa del terror. Traía la declaración de su hija.

Primera en la frente. La hija tenía actividades económicas (trabajo por cuenta propia, para entendernos) por lo que no le podíamos hacer la declaración. Se lo intento explicar. Ella erre que erre "que mi hija no, que mi hija no". El papel delante. "Pero señora, será de algún curso que ha impartido, o algo". "No, no, no, mi hija no". El papel, con el apartado de "actividades económicas" brillando y emitiendo soniditos. La señora jurando y perjurando, defendiendo el honor de su hijita. ¿cómo una persona decente iba a tener actividades económicas de ésas?

Solución, nuevamente con la mediación del director de la sucursal. "Bueno señora, hacemos una cosa. Este papel usted no nos lo ha traído, nosotros no sabemos que existe, y le hacemos la declaración con el resto de los papeles" (y ya se las entenderá con Hacienda)

Pesadillas, oigan, pesadillas.

No recuerdo ahora mismo ninguna otra rocambolesca, pero como un par de años después volví a trabajar en la Renta, en la BBK, dedicaré otra entrada a tan lucrativa actividad. (Por el poco curro que era estaba muy bien pagado)

lunes, 23 de febrero de 2009

Memorias de un ex-demandante de empleo. [XV]

Son malvados... pero pagaban.

Hace ya bastante tiempo que tenía pendiente contar esto en el blog, otra de tantas batallitas en el ámbito de mi búsqueda activa de empleo, y además mi primer trabajo de verdad, con contrato, nómina, Seguridad Social, y toda esa parafernalia que la abogacía me negaba. Es además, por la parte que importa a este blog, una fuente de historietas, ya que el trabajo en banca, de cara al público, trae siempre estas cosillas tan incómodas en el momento, pero tan divertidas de contar a posteriori.

Lo cierto es que la BBK, aunque sí el único exitoso, no fue el único escarceo que tuve con el mundo de la banca, pues hice bastantes pruebas, psicotécnicos, entrevistas, envíos de CV, con otras entidades, todas ellas sin éxito, y esto viene a demostrar que el trabajo viene muchas veces cuando uno menos lo espera.

Aún ni siquiera era abogado, y estaba todavía estudiando el master, y trabajaba como pasante a las órdenes de Don Giuseppe, y no sé muy bien por qué, supongo que por imitar a mis compañeros de clase, presenté mi CV al proceso selectivo que la BBK estaba haciendo. La verdad, a veces todavía me pregunto por qué lo eché, pero el caso es que así fue, y como cumplía los requisitos, me citaron al examen.

En ciertos aspectos aquello se parecía a una oposición, con puntos que valoraban, y exámenes, que por suerte eran el mismo día. Lo cierto es que fui al examen sin ninguna convicción, prácticamente nula, y con pocas horas de sueño, pues el viernes había salido de fiesta y el examen era el sábado por la mañana en mi nada querida universidad de Deusto.

Del temario, ni papa. Se supone que el examen tenía varias pruebas; un psicotécnico, una prueba de euskera, otra de inglés y un test de conocimientos generales.

El psicotécnico recuerdo que fue a la mañana, bastante tarde, se retrasó y terminó a las 3 de la tarde o por ahí, y lo cierto es que no me fue muy complicado. He de decir que estas cosas se me han dado siempre bastante bien, y además, ser un poco avispado me ayudó bastante. En este tipo de ejercicios el problema suele ser el tiempo, pues no hay psicotécnico difícil si no te lo limitan, por lo que era vital exprimir este recurso. El examen en cuestión eran unos cuadernillos, todos ellos con sus correspondientes instrucciones, que explicaban por megafonía. Claro, nada impedía ignorar completamente a la megafonía, leer las instrucciones y empezar antes. En todo caso, aquello me permitió sacar una nota bastante alta, como también una pequeña dosis de picaresca en los ejercicios de cálculo y operaciones matemáticas. No se nos permitía escribir nada que no fuera la respuesta, y no nos facilitaban un papel en el que hacer las operaciones. Pero bueno, un lápiz, una mesa... ¿quién no ha escrito nunca en el pupitre?

La parte de los idiomas, pues sin más, y el test de conocimientos me pareció horrible, difícil y con cosas de las que no había oído hablar en la vida. Me resultaban complicadas las preguntas de cultura general, y hasta las de Derecho, por no hablar de las preguntas sobre economía y finanzas. Ni por asomo pensaba aprobar.

Pero basta que te dé igual un examen para que saques buena nota. Aprobé, y me citaron para la última fase. Varias entrevistas personales y dinámicas de grupo, donde no me fue tan bien. La dinámica ni tan mal, y una de las entrevistas, la que me hicieron en euskera, sin problema, pero la entrevista en castellano fue fatal. El entrevistador era sumamente agresivo y la entrevista más parecía un interrogatorio de Jack Bauer. No me refiero a que el tipo fuera desagradable, ni borde, de hecho era un tío bastante simpático, pero la entrevista era, digamos, hostil. Eso, unido a que yo no tenía muy claro si realmente quería ese trabajo, ya que entre otras cosas implicaba irse un tiempo a vivir fuera, algo para lo que por aquel entonces no me sentía preparado, y bueno, las preguntas me descolocaban totalmente. ¿Qué se responde cuando a uno le preguntan qué dinámica sigue cuando sale con sus amigos los fines de semana?

La verdad, a toro pasado, lo que más me pica de no haber obtenido el trabajo es precisamente lo que más me retraía en su momento, que es el haberme ido fuera, pero a la vez sé que me alegro de que no me cogieran, pues el trabajo de banca comercial es algo que particularmente me horroriza.

Así pues, no pasé el proceso, y yo ya me había olvidado por completo del asunto, y estaba totalmente centrado en el despacho, cuando un día, poco antes de navidades, recibo una llamada telefónica. Era de la BBK, diciendo que aunque no había pasado el proceso, habían tenido en cuenta mi CV y me ofrecían trabajar con ellos en la campaña de la Renta.

Continuará...

lunes, 9 de febrero de 2009

Memorias de un ex-demandante de empleo. [XIV]

Con mascotas así no me extraña que lo llamen lengua de Mordor

Siguiendo con la ristra de actividades profesionales o pseudoprofesionales que desempeñé, perpetré o cometí, está ésta, de índole académica, a la que me dediqué por un breve periodo de tiempo (aunque comparado con la duración media de los trabajos que relato aquí, casi podría decir que fue todo un mundo), ba neu:

Euskal irakaslea izan nintzen ere.

Que traducido a castellano significa que también fui profesor de euskera. De esto hace unos 4 años, cuando todavía malvivía en el despacho de Pedro, ya colegiado pero sin demasiado trabajo (quebraderos de cabeza todos los del mundo y más, pero lo que es dinero, entre poco y nada) y me llegó por medio de una conocida, que me comentó que un cliente suyo tenía una academia de idiomas, se le había caído la persona que tenía que dar unas clases de euskera, y que como le sonaba que yo tenía el EGA, tal vez pudiera interesarme.

La verdad es que yo nunca había dado clases de euskera (bueno, ni de nada, lo más parecido, enselar a jugar al mus a los compañeros de clase) pero no pagaban mal, así que todo era cosa de probar.

El trabajo consistía en lo siguiente: las clases se impartían a las administrativas de una empresa, dos señoras muy simpáticas, pero con una capacidad de aprender euskera similar a la de Carlos Iturgaiz, y tenía que ir un par de días a la semana, el horario creo que era de 14:30 a 15:30, a un polígono industrial que estaba en Basauri (en Ariz, para más señas). El horario no era muy bueno, pero coincidía que el dueño de la academia también daba una clase a esa hora, por lo que me llevaba y me traía. Lo malo es que era un poco estresante, salir del despacho a todo correr, ir a dar la clase, para volver, comer en casa a toda prisa y de nuevo al despacho. Pero me sacaba un dinerillo, que me hacía falta.

El trabajo en sí, no era muy complicado, ya que era nivel basiquísimo, elemental, y tan fácil como coger un libro, mandarles ejercicios y explicarles las cosas, que había que explicar un día tras otro, porque la capacidad humana de aprender es limitada, pero la de olvidar, es sorprendente. El jueves aún retenían algo de lo explicado el martes, pero el lunes... formateo y vuelta a empezar. (Pocas veces habré podido comprender tan bien a mis señores progenitores, profesores ellos)

Duró poco, ya que cuando acabó el contrato me ofrecieron renovar a la baja, y eso ya no salía tan a cuenta, dado que además quería meterme de lleno en la abogacía, y tanto estrés no era bueno. Pero como experiencia, la verdad, tuvo su gracia.

lunes, 2 de febrero de 2009

Memorias de un ex-demandante de empleo. [XIII]

Igualico pero sin pistola.

Entre las muchas cosas que me tocó hacer en los años de incertidumbre y tumbos, hay una que destaca por pintoresca, ya que durante un tiempo fui:

Juez de Paz

No miento, es verdad. Durante un breve periodo de tiempo fui el juez de paz suplente de una pequeña localidad costera llamada Zierbena (un pueblo bastante bonito, por cierto), aunque al ser suplente solo me tocó ejercer como tal un par de veces.

El cómo llegué a ser juez de paz es curioso. Vi que en la página de Lanbide estaba anunciado que hacía falta juez de paz den Zierbena, y eché la instancia por echar, medio en broma, y hete aquí mi sorpresa cuando un par de meses más tarde me anuncian de mi nombramiento.

Un juez de paz, más que un empleo, es un cargo honorífico, que técnicamente no está integrado en el organigrama judicial (aunque por ley siguen teniendo el tratamiento de señoría) y el que sea honorario se traduce a que no es retribuido. Pagan algo, pero es poquito. Pero bueno, como solo fui un par de días, tampoco pude comprobarlo, me suena que me pagaron 40 euros por ir un par de veces, pero no estoy seguro.

El trabajo en sí es más administrativo que otra cosa, firmar papeles, exhortos (casi todo lo que tiene un poco de entidad se envía al Juzgado de 1ª Instancia del que depende, y a esa solicitud se le llama exhorto) temas de registro civil (firmar certificados de defunción, nacimiento, matrimonio) así que habrá gente a la que he declarado oficialmente muerta (¿eso da PX?). Y bueno, de leyes poco hay que saber, tanto es así que entre los requisitos para ser juez de paz no está el de ser licenciado en Derecho (aunque creo que daba puntos, igual que el tener euskera).

Como ya he dicho, fueron solo dos mañanas las que ejercí mi cargo, coincidiendo con la ausencia de la titular, y cuando un tiempo más tarde me llamaron para decirme que al haber renunciado la titular al puesto pasaba yo a ser el titular, me vo obligado a renunciar, dado que es cuando estaba trabajando en Vitoria, y ambas actividades eran bastante incompatibles.

Quién sabe qué locas anécdotas me habría encontrado de haber permanecido en el puesto, ¿habría oficiado bodas? ¿habría levantado cadáveres? ¿habría dirigido juicios de faltas? En fin, que no pasa de ser algo meramente anecdótico, pero puedo presumir, sin miedo a ser un mentiroso, que durante un tiempo fui juez.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Memorias de un ex-demandante de empleo . [XII]

El corro de las patatas, es particular...

Otro glorioso episodio de mi no menos gloriosa búsqueda de empleo (y digo gloriosa porque me cubrí de gloria con las cosas que me topaba), una a la que llamaré...

El círculo

Ese nombre, que bien podría indicar algún tipo de vínculo con alguna secta esotérica, encierra una oferta de empleo que desdeñé (aunque casi por casualidad), una de las primeras que miré nada más abandonar el despacho del señor Pedro (no es el de la foto, pero bien podría serlo), y mis ojos se fijaron en toda oferta de trabajo que se movía en el periódico, y entre ellas estaba una de comercial, creo que no ponía la empresa.

En la inocencia propia de la juventud, ignorante de lo que era un trabajo de comercial, llamé y concerté la cita. Allí descubrí que la empresa en cuestión era el Círculo de Lectores. Recuerdo que pasé a una sala, donde rellené unas hojas con datos, personales y académicos, y luego tuve una especie de entrevista, donde me informaron de las condiciones del trabajo; unos horarios infernales, incluyendo sábados, un trabajo tan divertido como pueda ser la venta ambulante, y un raquítico sueldo fijo. Pero a falta de nada mejor, iba a aceptar.

Mas la suerte se cruzó en mi camino, y sí, apareció algo mejor (bueno, eso creí yo en su día, ya que ese algo era lo de Axa), y creyendo que lo de los seguros iba a ser un bombazo, rechacé la oferta del Círculo (creyendo en mi inocencia que había tenido suerte de cazar la oferta de "asesor financiero" de la compañía aseguradora).

Diría que elegí mal, que habría hecho mejor en quedarme en lo de los libros, pero descubrí por medio de un amigo que había estado en su día en el Círculo, que lo del sueldo fijo, al igual que en otras ofertas, no era sino un bulo para captar al pobre pringado que aspira a ganarse la vida.

Conclusión: que me habría dado igual una que otra, y que de haber aceptado lo de los libros, me habría largado al de dos semanas, ¿quién sabe si para caer en las redes de alguna otra secta laboralista?

jueves, 11 de diciembre de 2008

Memorias de un ex-demandante de empleo. [XI]

Operadora, póngame 5 miligramos de Amoxicilina

Otro patético episodio de los tumbos y vueltas que di en pos de un medio de vida, está este intento fallido de encontrar en su momento una fuente temporal de ingresos, que al final quedó reducida a una absoluta y aburrida pérdida de tiempo. Como indica la foto, tiene que ver con telefonía, y este episodio he venido en titularlo:

El teleoperador

Supongo que ésta debía de ser una de tantas ofertas a las que me apunté por apuntarme en Infojobs. No era la primera vez que me llamaban, pero ésta vez les dije que sí. La falta de trabajos decentes, y la cada vez más firme convicción de querer mandar la abogacía a paseo, me hizo abrir las miras un poco y dije que sí.

El trabajo consistiría en estar en el servicio de atención al cliente en el call center de una empresa que Resulta ser la subcontrata de una operadora de telefonía. El trabajo eran muchas horas, una pesadez y mal pagado, pero "mal pagado" es infinitamente superior en lo económico a "no tener trabajo", así que no tuve más remedio que aceptar. Además, en breve iba a empezar el curso para la campaña de la Renta (la cual tendrá, como ya prometí en su día, sus correspondientes entradas) sabía que como mucho me iba a tirar ahí un mes. Y si me sacaba un dinerillo, pues eso que ganaba.

Pero lo peor era el curso previo que había que jamarse. El horario, 9 a 15, invitaba a cortarse las venas. Un auténtico coñazo, con el infumable manual (el temario de las oposiciones me parece más liviano que aquello) que nos impartían en un curso acelerado, y sobre todo tediooooooooso.

Un dolor, levantarse a las 8, con aquel frío polar (era la última semana de 2005) y estar allí hasta las 3 de la tarde, para llegar a casa a comer ya casi sin hambre. No es que las 15:30 sea muy tarde, pero tal era el tostón, que quitaba las ganas de nada. Y así sería por 10 días. Dos insoportables semanas, de lunes a viernes.

Pero lo peor no fue eso. Como ya he dicho, esta historia fue una completa y absoluta pérdida de tiempo. Aunque por suerte, en vez de 10 días solo perdí 6, puesto que el lunes, a mitad de mañana (hablamos de 2 de enero, con los ecos de año nuevo aún retumbando) nos dicen a otra chica y a mí que pasemos por el despacho de la jefa. Eso solo podía significar dos cosas: que nos hacían firmar el contrato, o que nos echaban. Resulta ser la opción B: Sin dar ninguna explicación, nos dicen que solo necesitan 10 personas y que en el curso estamos 12, y que estamos, por tanto, excluidos.

¡Qué tacto! ¡Qué elegancia en su proceder! ¡Qué delicadeza!

Y así se lo hice saber a la que nos daba el curso, una chica bastante simpática y razonable, y dado que era ella la que había tenido que tomar la decisión, le manifesté que me parecía una jugarreta bastante sucia, no el hecho de que echaran gente a mitad del curso (eso lo entiendo), sino que lo hicieran de esa forma. A buen seguro la decisión ya la tenían tomada de antes, y si me lo llegan a decir el viernes, yo me habría ahorrado perder esa mañana y madrugar para nada, así como me habría ahorrado las 2-3 horas de peñazo de ese día.

Quiso el azar que un año más tarde, cuando trabajé en Gobierno Vasco, esa chica fuera compañera mía de trabajo, y comentando el tema me dijo que en esa empresa actuaban así habitualmente, y que no muestran ningún tipo de consideración con los empleados ni con los aspirantes.

No obstante, debo decir que en parte tampoco me molestó tanto-tanto, ya que como mucho habría estado un par de semanas ahí, antes de irme al curso de la renta, por lo que no perdía tanto, pero eso sí, de haber trabajado ahí, habría sido una interesante fuente de batallitas para este blog. Por "suerte" también tenemos atención telefónica al "cliente" donde trabajo ahora.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Memorias de un ex-demandante de empleo. [X]

Y si te portas bien te ofrecemos un trabajo de mileurista: mil euros anuales brutos.

Esta entrada, la verdad, no sabía muy bien si catalogarla en las memorias de ex-abogado o, como he hecho, en las de ex-demandante de empleo, pero como quiera que aquella categoría ya la di por finiquitada, la decisión era fácil.

Y el porqué de la cuestión es debido a la temática, ya que esta entrada se titula:

Despachando despachos.

Había abandonado el despacho de Pedro y todavía quería (animalico) ejercer el noble arte de la abogacía, y una de las vías de búsqueda fue bombardear con mi CV los despachos de abogados de la zona, atender a todos los anuncios en prensa, del tablón de anuncios del Colegio de Bizkaia, y bueno, como es sabido, no acabé trabajando en ninguno. Fueron unos cuántos, la mayoría de los cuales ni respondieron, unos respondieron más o menos pronto, otros respondieron muchos meses más tarde, y a todos les une una nota común: me dijeron que no o les dije que no yo a ellos.

Destacando, podría hablar del despacho 2.0. ¿Por qué lo llamo así? Pues hombre, me citaron para la entrevista y me soltaron el rollo de que eran un despacho recién abierto, que necesitaban a alguien que les echara una mano en los temas (en romano paladino: queremos a alguien que meta más horas que un tonto en el despacho), y que no anduviera anteponiendo temas personales al trabajo (eso sí lo dijeron tal cual) y la frase que lo mató, que ellos en principio no iban a pagar, que su filosofía era no pagar durante los 3 primeros meses hasta ver la valía de la persona. Mi inevitable respuesta fue "me parece muy bien, mi filosofía es no trabajar durante esos 3 primeros meses". Acababa de salir de un despacho donde me intentaron hacer lo mismo, no pensaba saltar de la sartén al fuego. No quería otro "Pedro".

Era la tónica general: "ven, trabaja, pero de cobrar nada", que me hizo optar por la vía propia, pero bueno, cierto es que hubo despachos que me dieron a mí calabazas. Algunos por viejuno "es que buscamos a alguien recién salido de la carrera y tú tienes ya demasiada experiencia para el perfil que buscamos y creemos que poco podríamos aportarte" (Traducción simultánea: Lo que queremos es un pipiolo que nos ponga cafés y haga fotocopias, no un osado que pretenda esquilmar nuestras arcas y vivir de esto). En otros, que sí tenían buena pinta, pues no me cogieron porque simplemente había candidatos mejores, o no les gusté, que también pasa.

Entre los que rechacé, hubo uno que sacó mi parte idealista, más o menos, cuando me convocaron para el proceso de selección de un sindicato, no diré cual, y me especificaron que uno de los requisitos era compartir la ideológía del partido político de ellos, que motivó que rechazara siquiera la entrevista. Por una cuestión muy sencilla; en primer lugar, no me hacía demasiada gracia un trabajo tan politizado, en una actividad, como la abogacía, en la que la autonomía del profesional es clave, hay cosas que no encajan muy bien, y por otro lado, una cuestión de supervivencia laboral; admito que no comparto gran parte del ideario del citado sindicato, y con algunas de sus ideas clave choco frontalmente y, seamos sensatos. Es difícil ocultar eso mucho tiempo, y teniendo en cuenta que "callar" y "ocultar reacciones" no están entre mis mayores virtudes, pues como que no habría durado ni cuatro días allí.

Otra oferta (y cuando digo oferta me refiero a que me llamaran para la entrevista) que, en atención al momento en que llegó, me hizo más gracia que ilusión, fue un despacho, más o menos grande, y que por aquel entonces se anunciaba mucho en el periódico, que me llamó en un par de ocasiones, pero en ambas llegaron tarde. Una fue justo cuando acababa de tomar la decisión de dejar la abogacía, que me llamaron para la entrevista, por inercia les dije que sí, para el mismo día decidir que no iba (prefería llamar por teléfono y decir que no que ir hasta ahí para decir lo mismo, y así les ahorraba media hora, y yo me ahorraba la media hora, más la espera más el ir y el volver).

Lo gracioso del tema es que meses más tarde, estando yo ya en plena vorágine opositora, me llamaron de nuevo, y me di el gustazo de no ya rechazar el trabajo, sino de condicionar mi presencia en la entrevista a que me contaran antes las cosas. Decir al que te llama por teléfono "decidme cuánto es el sueldo y según lo que me digáis os digo si voy a la entrevista o no" suele ser un suicidio, pero dadas las circunstancias (tenía claro que por muy buena que fuera la oferta difícilmente iba a aceptar nada a un mes de examinarme) tan a gusto que me quedé.

Así que entre una cosa y otra, despachos que me rechazaron o despachos que rechacé, acabé poniéndome por mi cuenta y no trabajando en ninguno de ellos. Lo cual, a toro pasado, fue lo mejor que me pudo pasar.