lunes, 23 de noviembre de 2020
Memorias de un ex-demandante de empleo [XXVIII]
jueves, 19 de julio de 2018
Memorias de un ex-demandante de empleo [XXVII]
martes, 26 de junio de 2018
¡Pues haber estudiado!
Terminada la carrera pude hacer un máster (no como Pablo Casado), y no tenía que andar haciendo números. Siempre tenía la certeza de que si quería estudiar ahí estaban mis padres para poner el dinero necesario.
Llegó la primera oposición. No saque plaza (no tenía puntos), pero como podía dedicarme casi al 100% a ello, saqué una nota altísima, y seguro que quedé por delante de gente que se lo curró tanto como yo pero no tenía la suerte de poder dedicarle tanto tiempo. Porque con la ETT trabajé muy duro, pero también podía permitirme el lujo de decir "en diciembre no me llaméis, que tengo que estudiar". No todos podían.
lunes, 18 de junio de 2018
Memorias de un ex-demandante de empleo [XXVI]
El entrenador
lunes, 16 de octubre de 2017
Memorias de un ex-demandante de empleo [XXV]
El comando OPE
jueves, 10 de noviembre de 2016
Memorias de un ex-demandante de empleo [XXIV]
jueves, 8 de enero de 2015
Memorias de un ex-demandante de empleo [XXIII]
miércoles, 26 de noviembre de 2014
Memorias de un ex-demandante de empleo [XXII]
martes, 19 de julio de 2011
Memorias de un ex-demandante de empleo [XXI]
domingo, 21 de noviembre de 2010
Memorias de un ex-demandante de empleo [XX]
Entre los sitios que me ha tocado trabajar hay uno tan dedicado a la cultura como un museo, y en él se encuadra uno de mis primeros y más duros trabajos en la ETT, que fue:
Limpiar el estanque del Guggenheim
Primero era criminal por las horas a las que tenía que estar uno ahí, ya que si mal no recuerdo, teníamos que estar a las 7 ya cambiados, con el mono y unas incomodisimas botas de suela de finísima goma, a dar caña a la increíble cantidad de mugre y cieno que se junta en el fondo del estanque. Afortunadamente vacío, que si no iba a ser una risa.
El modus operandi era separar a manguerazos, con chorro de agua a presión, la mierda del suelo, y luego, con unas escobas ir empujando esas cantidades de agua hacia los sumideros. Las masas de agua eran bastante pesadas, y la verdad es que costaba, y así como al principio tienes fuerzas, llega un momento en el que no puedes ni con los huevos.
El horario era duro (mañana y tarde, aprovechando las horas de sol), aunque se agradece que en la pausa para comer, la comida fuera incluida, pero el trabajo era agotador. El último día me costaba mantenerme en pie, y no tanto por el cansancio sino por el dolor de pies, por culpa de esas horrorosas botas. Tampoco ayudó que uno de los días, pasando por una parte muy resbaladiza, la gravedad surtiera efecto y yo me diera de lomos contra el suelo.
Lo que más me llamó la atención de esto fue la cantidad de moneditas (sobre todo de 1 y 2 céntimos) que tiraba la gente. De vez en cuándo, cuando salían yacimientos golosos solíamos cogerlas, y creo que llegué a contar unos 7 euros en monedas de céntimo, que no es barro (bueno, barro había bastante).
Aquel fue un trabajo duro, pero reconfortante, sobre todo a la hora de cobrarlo, y ahora, cada vez que paso cerca el museo recuerdo la ocasión en que me tocó limpiar el estanque.
lunes, 18 de octubre de 2010
Memorias de un ex-demandante de empleo [XIX]
Fiestas de Llodio
No llevaría ni dos días apuntado a la ETT, cuando recibí el primer encargo. Tenía que plantarme a las 8 de la mañana en Llodio, para ayudar en las tareas de montaje del escenario principal, donde se hacen los conciertos, así que acepté la oferta, y al estilo GTA, el icono de Randstad apareció sobre Llodio en el mapa.
La putada del madrugón se acrecentaba por el hecho de que eran fiestas de Bilbao, y encima el día antes tenía turno de txozna, por lo que tan pronto acabé de servir katxis, a las 12 en punto, hice lo que no había hecho nunca. Irme directamente a casa.
Al día siguiente, madrugón y coche, con tan mala suerte de que los nervios me jugaron una mala pasada, erré el desvío, y no solo me perdí, sino que encima una de las ruedas de mi coche tuvo a bien pincharse. Yo quería avisar de que iba a llegar tarde (brillante manera de empezar en un trabajo), pero no tenía el teléfono de la empresa, y la ETT, los únicos a los que podía llamar, no estaban todavía abiertos.
Total, que entre cambiar la rueda y las vueltas que di hasta que encontré el sitio (bueno, encontrar Llodio no fue especialmente difícil, el problema era saber dónde me había metido yo), a lo que había que sumar lo que tardé en aparcar y encontrar el sitio, pues llegué como 2 horas y pico tarde, con la cara roja y las orejas gachas.
Poco pude responder al capataz cuando me recriminó mi retraso, y solo pude decirle que tenía todo el derecho del mundo a decirme que me fuera por donde había venido, pero por suerte no lo hizo, y me pude poner manos a la obra, y nunca mejor dicho.
El trabajo consistía, como ya he adelantado, en montar el escenario de fiestas, con todo el montón de pesadas tablas y tuberías que ello implica.
Y la verdad, la experiencia fue entretenida, aunque físicamente agotadora, y más cuando me sentía en el deber moral de hacer un esfuerzo extra para compensar el haber llegado tarde. Acabé sudado cual mona, y con las manos encallecidas, pero con algo más de dinero en el bolsillo, pero pensando que no me iban a volver a llamar por haber llegado 2 horas tarde el primer día.
Aunque tan mal no debí de hacerlo, ya que un par de días más tarde me volvieron a llamar de la ETT.
Pero eso ya es otra historia.
jueves, 14 de octubre de 2010
Memorias de un ex-demandante de empleo [XVIII]
Hoy abrimos pues con:
ETT
Nos remontamos a verano de 2006, cuando ya había tomado la decisión de opositar, y de hecho ya estaba apuntado a la academia y llevaba un par de meses de estudio. Pero faltaba una cosa llamada dinero, y se me ocurrió que tal vez una empresa de trabajo temporal fuera una buena opción. Y como resulta que un antiguo conocido de la universidad trabajaba de gestor en una de ellas (Randstad) me acerqué a preguntar antes de acabar el verano, en plena Semana Grande de Bilbao, y a dar mis datos, con la esperanza de que me llamaran para algo y sacarme unos eurillos, cosa que no tardó en suceder, pero de la que ya hablaré en otro momento.
Los curros se fueron sucediendo, y la frecuencia con que me llamaban era la óptima para lo que yo quería. A mi amigo le había explicado mi situación y le había pedido expresamente "trabajos de días sueltos y de no tener que pensar", pues los estudios eran lo primero y una cosa es llegar a casa cansado de haber movido cajas, pero con la cabeza fresca y otra muy distinta llegar con los ojos acuosos por haberse tirado 8 horas cuadrando balances.
Además esto tenía una ventaja añadida, y es que en un par de meses de trabajo físico obtuve una forma física bastante majilla, con un volumen de brazos como nunca antes lo había conocido. Diría que era como ir al gimnasio pero cobrando, solo que mentiría, ya que no pocas veces me tocó trabajar precisamente en un gimnasio, por lo que muchas veces era ir al gimnasio cobrando.
Estuve unos meses, hasta que empecé a trabajar en Vitoria (por las fechas en las que nace este blog) y la verdad estuve muy a gusto. Hubo sitios mejores y sitios peores, pero me llamaban con una cierta asiduidad (a veces más de la que yo quería) y pagaban puntualmente. Y lo mejor, que cobraba todas las horas que trabajaba, y al ser contratos cortitos, no tocaba tragar mierda. Si te tocaba ir a donde hubiera un jefe gilipollas, pedías no volver a ese sitio y ya está. Al menos en aquel momento era posible. Y la verdad, es que no me faltó curro. De mulo de carga la mayoría de las veces, pero curro. Era mejor que ser un ni-ni, y sin duda mejor que ser abogado. Al menos ganaba más pasta.
La experiencia fue grata, y no me arrepiento de haber pasado por esa fase. Todo lo más, me arrepiento de no haberlo hecho antes. Y claro está, todos aquellos minitrabajos dieron lugar a alguna que otra historia graciosa. Pero como dice Michael Ende, eso es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Memorias de un ex-demandante de empleo [XVII]
La campaña de la renta en la BBK
2: Barakaldo
Esta es otra de tantas batallitas que empiezan con "era 2006 y mi vocación como abogado estaba en crisis", y lo cierto es que lo estaba, tanto que ya había tomado la decisión de dejarlo y opositar. Pero para eso necesitaba una cosa: dinero.
Y la forma más eficaz, de entre las legales, era trabajando, así que envié mi CV a la BBK para repetir experiencia rentista y me cogieron. El curso se me hizo fácil, y además tuve la suerte de coincidir con un amigo de la universidad (y que curiosamente trabaja ahora en Diputación), lo que siempre hacía más llevaderas las clases. Obtuvimos muy buenas notas, y me quedé a un paso de ser coordinador (que significaba ganar 6.000 € por dos meses) pero me ofrecieron la opción, eso sí, de trabajar a jornada completa. Lo que significaba, claro, más dinero para el bolsillo. Y tuvo su gracia firmar el contrato el mismo día de mi cumpleaños.
La sucursal esta vez era más accesible que Galdakao. No era Bilbao, sino Barakaldo, pero al menos tenía metro, y no tenía que andar con trasbordos. Había un paseíllo desde el metro hasta la sucursal, pero nada del otro mundo.
La experiencia fue mucho más positiva, ya que en vez de estar en un islote apartado, estaba metido dentro con los empleados, y se hacía mucho más fácil integrarse y ser uno más, y de ahí me dio más pena irme que de la otra (también porque en el bar de al lado hacían unos pinchos cojonudos) y charlaba con ellos, me contaban historietas (les habían intentado atracar un par de veces) y lo cierto es que eran creíbles, porque a veces venían clientes de lo más siniestro (y de verdad), hasta me vino un día el ínclito "José Antonio", quien fuera cliente del no menos ínclito abogado señor "Pedro". O uno de los tipos que vino, a preguntarnos no me acuerdo qué, y que me estuvo un buen rato dando la chapa. Pero sí recuerdo que al día siguiente, apareció la puerta de la sucursal rota, y al próximo ese mismo tipo detenido por vandalismo. No tengo nada contra la puerta de la sucursal, pero oigan, mejor ella que yo.
No siniestro pero sí gilipollas fue uno al que tuve que sufrir, maleducado y más chulo que un ocho, pero con el aval de ser hijo de buen cliente de la sucursal, cualidad que según sus creencias le daba derecho a todo, en vez de colaborar como la gente normal, a la pregunta de "¿y en qué año compraste el piso que has vendido"? me decía "lo tienes en los papeles", pese a que los había rebuscado por todas partes y le expliqué "si estuviera en los papeles no te lo preguntaría", y en ese momento levanta el codo y saca el papel que estaba debajo mientras me dice, de forma desagradable "si es un perro de muerde". En ese momento me daban ganas de decirle de todo, pero hay que tener paciencia y callarse. Lo que no callé, y supongo que me costó emitir una leve sonrisa triunfal fue que al ver la fecha de adquisición no le podíamos hacer la declaración, que se tenía que ir a Hacienda o a una asesoría privada (o a tomar por culo, pero esa última opción no se la ofrecí) y su comprensiva respuesta era "es que no me la quieres hacer". Con una persona normal habría servido explicar la normativa, y que el ordenador no me dejaría hacerle la operación. Con una persona algo menos normal hasta habría servido dar la vuelta al monitor y mostrar el mensajito de "no se puede hacer", pero if not mate then not patata, y se fue airado al despacho del director, a chivarse de que un niño malo no le quería hacer la declaración. El director, le explicó que tenía yo razón, y que sintiéndolo mucho nos era imposible hacerle la declaración por Rentanet, y puede que no fuera así, pero yo recuerdo la escena con una sonrisa burlona en mi boca y el tipo éste lanzando una mirada de "se acaba usted de ganar un poderoso enemigo".
Hubo otro tipo, algo menos cretino, que también logró resultar ofensivo, no por pesado, sino porque cuando vio que la declaración le salía a pagar (el tipo ganaba del orden de los 70.000 anuales) exclamó ofendido, ¡Joder, siempre nos toca pagar a los mismos, a los del zapato! La expresión "los del zapato" nunca he llegado a saber muy bien a qué se refería, pero que el tipo me miraba como si el dinero de su declaración fuera a parar a mi bolsillo, sí. En fin, supongo que me había ganado otro poderoso enemigo.
Y ya que de ganar poderosos enemigos va el tema, en ese saco entraría la señora mayor que a las 8 de la mañana me increpaba por intentar colarme, a quien el hecho de que ella hubiera llegado antes le impedía atender a mi poderoso argumento de: "es que trabajo aquí".
De cosas buenas recuerdo que aunque trabajaba por la tarde, y solo el primero de los dos meses, raro era el día que no salía antes de la hora, ya que el asunto funcionaba con cita previa, y en cuanto venía el primero, si sobraba algo de tiempo (y siempre sobraba) llamábamos al último de la tarde, para que si quería viniera antes. Así ellos encantados, y nosotros también, porque podíamos cerrar antes y marcharnos (y las declaraciones de la renta concertadas eran la única función de la oficina por las tardes)
De cal y de arena. Si eso era bueno, malo era el segundo mes, cuando casi todo el mundo había entregado ya la declaración, y estar sentado en una mesa, languideciendo presa del tedio, era todo lo que podía hacer.
Y cosa buena, claro, que acabé aquella experiencia con dinerito en el bolsillo. Hubo más historietas, más anécdotas, pero algunas las habré olvidado, o simplemente no serán tan interesantes, y como que tampoco es cosa de hacer una entrada interminable. Y hubo un tercer escarceo con la campaña de la Renta, pero esa historia será contada en otra ocasión.
viernes, 17 de abril de 2009
Crónicas de un ex-demandante de empleo [XVI]
Ahora que se acerca la campaña de la Renta, el periodo en el que la mayoría de los contribuyentes reciben felices el dinero que Hacienda les "da", y otros pagan malhumorados su cuota tributaria, viene muy a colación esta entrada, ya que entre mis múltilpes empleos estaba:
La campaña de la renta en la BBK
1: Galdakao
Había hecho el curso. La teoría la dominaba bien, y el programa lo manejaba de forma adecuada, pero me enfrentaba al dilema del novato, me daba cuenta de que no sabía hacer la O con un canuto, y que no sabía qué hacer con los papeles.
Mi trabajo consistía en que los clientes de la sucursal me traían los papeles, y yo les hacía la declaración de la renta. Hasta ahí bien, pero luego, ¿y qué hago con los papeles? ¿qué meto dentro de cada sobre? ¿dónde les hago firmar?
Lógicamente, le fui pillando el truco, y a la fuerza, ya que mayo era un aluvión de gente, que no te dejaba tiempo ni para respirar. No así junio, donde como todo el mundo tenía ya hecha la declaración, no venía nadie, y me aburrí como una ostra. Encima, como el ordenador no tenía internet, mi mayor diversión era escribir cosas en word (al menos las podía mandar por e-mail) ¿un protoblog de Jokin?
Para que luego digan que en la Administración Publica no se trabaja y en la privada sí, doy fe de que nunca he trabajado menos que aquel junio de Galdakao, en el que estuve días enteros, desde que entraba a las 8 hasta que salía a las 2, sin hacer absolutamente nada. Y donde digo nada es nada. Horroroso aburrimiento.
En cuanto a anécdotas, siempre me acuerdo de estas dos. Una, la de un tipo que vino a hacer la declaración, y se topó con que no se podía deducir a la hija de 10 años, y todo porque la niña tenía unos ingresos por acciones de 7.000 euros.
Le dije que la hija tenía, por tanto, obligación de hacer la declaración de la renta, y claro, el hombre me decía que cómo iba una niña a hacer la declaración. Mi respuesta fue "bueno, es que tu hija gana más que yo". Y claro, él ya me decía "bueno, es lo típico de que hemos puesto las acciones a nombre de ella, y..." Vamos, que por querer hacer la trampa y ahorrarse 4 perras, le salió el tiro por la culata. Es lo que tiene ir de listo por la vida sin saber.
Recuerdo también, con horror, una señora que vino dos días con sendas declaraciones de sus hijos.
Su hijo tenía un piso comprado un par de años ha en Castro (de momento Cantabria, y fuera del ámbito de la Hacienda foral de Bizkaia) y le pregunté si el hijo vivía ahí. Ella me contestó que sí, a lo que le dije que entonces tenía que hacer la declaración en Castro. "Es que está empadronado en Galdakao". Ya bueno, pues entonces puede declarar aquí, pero no se puede deducir la hipoteca de Castro, porque no cuenta como su casa a efectos de Hacienda. "Ya, pero es que el vive allí". Bueno, señora, pues entonces allí tendrá que hacerla. "Pero es que está empadronado aquí". A ver, su hijo, o vive en Castro o vive en Galdakao, que la Norma Foral no contempla el don de la ubicuidad. Castro o Galdakao, la que quiera, pero solo una.
...
Vale, hazla aquí pero metele la vivienda de Castro.
...
No, esto no funciona así. Si vive en Castro tiene que declarar en Castro, y si vive aquí, entonces no vive en Castro, y por tanto no puede declarar esa vivienda como habitual.
[inserte bucle]
Al final, con mediación del director, y ante su insistencia, le hicimos firmar un descargo donde ponía "me han explicado que si vivo en Galdakao la vivienda de Castro no es la habitual, pero aun así la declaro", y tras explicarle que haciendo eso le iría Hacienda a reclamar lo de años anteriores, accedió, y así fue la declaración.
Obviamente, tal escena hizo que cuando vi a la señora aparecer nuevamente con un taco de papeles por la sucursal, camino de mi mesa, el vello de mi nuca se erizara a causa del terror. Traía la declaración de su hija.
Primera en la frente. La hija tenía actividades económicas (trabajo por cuenta propia, para entendernos) por lo que no le podíamos hacer la declaración. Se lo intento explicar. Ella erre que erre "que mi hija no, que mi hija no". El papel delante. "Pero señora, será de algún curso que ha impartido, o algo". "No, no, no, mi hija no". El papel, con el apartado de "actividades económicas" brillando y emitiendo soniditos. La señora jurando y perjurando, defendiendo el honor de su hijita. ¿cómo una persona decente iba a tener actividades económicas de ésas?
Solución, nuevamente con la mediación del director de la sucursal. "Bueno señora, hacemos una cosa. Este papel usted no nos lo ha traído, nosotros no sabemos que existe, y le hacemos la declaración con el resto de los papeles" (y ya se las entenderá con Hacienda)
Pesadillas, oigan, pesadillas.
No recuerdo ahora mismo ninguna otra rocambolesca, pero como un par de años después volví a trabajar en la Renta, en la BBK, dedicaré otra entrada a tan lucrativa actividad. (Por el poco curro que era estaba muy bien pagado)
lunes, 23 de febrero de 2009
Memorias de un ex-demandante de empleo. [XV]
Lo cierto es que la BBK, aunque sí el único exitoso, no fue el único escarceo que tuve con el mundo de la banca, pues hice bastantes pruebas, psicotécnicos, entrevistas, envíos de CV, con otras entidades, todas ellas sin éxito, y esto viene a demostrar que el trabajo viene muchas veces cuando uno menos lo espera.
Aún ni siquiera era abogado, y estaba todavía estudiando el master, y trabajaba como pasante a las órdenes de Don Giuseppe, y no sé muy bien por qué, supongo que por imitar a mis compañeros de clase, presenté mi CV al proceso selectivo que la BBK estaba haciendo. La verdad, a veces todavía me pregunto por qué lo eché, pero el caso es que así fue, y como cumplía los requisitos, me citaron al examen.
En ciertos aspectos aquello se parecía a una oposición, con puntos que valoraban, y exámenes, que por suerte eran el mismo día. Lo cierto es que fui al examen sin ninguna convicción, prácticamente nula, y con pocas horas de sueño, pues el viernes había salido de fiesta y el examen era el sábado por la mañana en mi nada querida universidad de Deusto.
Del temario, ni papa. Se supone que el examen tenía varias pruebas; un psicotécnico, una prueba de euskera, otra de inglés y un test de conocimientos generales.
El psicotécnico recuerdo que fue a la mañana, bastante tarde, se retrasó y terminó a las 3 de la tarde o por ahí, y lo cierto es que no me fue muy complicado. He de decir que estas cosas se me han dado siempre bastante bien, y además, ser un poco avispado me ayudó bastante. En este tipo de ejercicios el problema suele ser el tiempo, pues no hay psicotécnico difícil si no te lo limitan, por lo que era vital exprimir este recurso. El examen en cuestión eran unos cuadernillos, todos ellos con sus correspondientes instrucciones, que explicaban por megafonía. Claro, nada impedía ignorar completamente a la megafonía, leer las instrucciones y empezar antes. En todo caso, aquello me permitió sacar una nota bastante alta, como también una pequeña dosis de picaresca en los ejercicios de cálculo y operaciones matemáticas. No se nos permitía escribir nada que no fuera la respuesta, y no nos facilitaban un papel en el que hacer las operaciones. Pero bueno, un lápiz, una mesa... ¿quién no ha escrito nunca en el pupitre?
La parte de los idiomas, pues sin más, y el test de conocimientos me pareció horrible, difícil y con cosas de las que no había oído hablar en la vida. Me resultaban complicadas las preguntas de cultura general, y hasta las de Derecho, por no hablar de las preguntas sobre economía y finanzas. Ni por asomo pensaba aprobar.
Pero basta que te dé igual un examen para que saques buena nota. Aprobé, y me citaron para la última fase. Varias entrevistas personales y dinámicas de grupo, donde no me fue tan bien. La dinámica ni tan mal, y una de las entrevistas, la que me hicieron en euskera, sin problema, pero la entrevista en castellano fue fatal. El entrevistador era sumamente agresivo y la entrevista más parecía un interrogatorio de Jack Bauer. No me refiero a que el tipo fuera desagradable, ni borde, de hecho era un tío bastante simpático, pero la entrevista era, digamos, hostil. Eso, unido a que yo no tenía muy claro si realmente quería ese trabajo, ya que entre otras cosas implicaba irse un tiempo a vivir fuera, algo para lo que por aquel entonces no me sentía preparado, y bueno, las preguntas me descolocaban totalmente. ¿Qué se responde cuando a uno le preguntan qué dinámica sigue cuando sale con sus amigos los fines de semana?
La verdad, a toro pasado, lo que más me pica de no haber obtenido el trabajo es precisamente lo que más me retraía en su momento, que es el haberme ido fuera, pero a la vez sé que me alegro de que no me cogieran, pues el trabajo de banca comercial es algo que particularmente me horroriza.
Así pues, no pasé el proceso, y yo ya me había olvidado por completo del asunto, y estaba totalmente centrado en el despacho, cuando un día, poco antes de navidades, recibo una llamada telefónica. Era de la BBK, diciendo que aunque no había pasado el proceso, habían tenido en cuenta mi CV y me ofrecían trabajar con ellos en la campaña de la Renta.
Continuará...
lunes, 9 de febrero de 2009
Memorias de un ex-demandante de empleo. [XIV]
Euskal irakaslea izan nintzen ere.
Que traducido a castellano significa que también fui profesor de euskera. De esto hace unos 4 años, cuando todavía malvivía en el despacho de Pedro, ya colegiado pero sin demasiado trabajo (quebraderos de cabeza todos los del mundo y más, pero lo que es dinero, entre poco y nada) y me llegó por medio de una conocida, que me comentó que un cliente suyo tenía una academia de idiomas, se le había caído la persona que tenía que dar unas clases de euskera, y que como le sonaba que yo tenía el EGA, tal vez pudiera interesarme.
La verdad es que yo nunca había dado clases de euskera (bueno, ni de nada, lo más parecido, enselar a jugar al mus a los compañeros de clase) pero no pagaban mal, así que todo era cosa de probar.
El trabajo consistía en lo siguiente: las clases se impartían a las administrativas de una empresa, dos señoras muy simpáticas, pero con una capacidad de aprender euskera similar a la de Carlos Iturgaiz, y tenía que ir un par de días a la semana, el horario creo que era de 14:30 a 15:30, a un polígono industrial que estaba en Basauri (en Ariz, para más señas). El horario no era muy bueno, pero coincidía que el dueño de la academia también daba una clase a esa hora, por lo que me llevaba y me traía. Lo malo es que era un poco estresante, salir del despacho a todo correr, ir a dar la clase, para volver, comer en casa a toda prisa y de nuevo al despacho. Pero me sacaba un dinerillo, que me hacía falta.
El trabajo en sí, no era muy complicado, ya que era nivel basiquísimo, elemental, y tan fácil como coger un libro, mandarles ejercicios y explicarles las cosas, que había que explicar un día tras otro, porque la capacidad humana de aprender es limitada, pero la de olvidar, es sorprendente. El jueves aún retenían algo de lo explicado el martes, pero el lunes... formateo y vuelta a empezar. (Pocas veces habré podido comprender tan bien a mis señores progenitores, profesores ellos)
Duró poco, ya que cuando acabó el contrato me ofrecieron renovar a la baja, y eso ya no salía tan a cuenta, dado que además quería meterme de lleno en la abogacía, y tanto estrés no era bueno. Pero como experiencia, la verdad, tuvo su gracia.
lunes, 2 de febrero de 2009
Memorias de un ex-demandante de empleo. [XIII]
Entre las muchas cosas que me tocó hacer en los años de incertidumbre y tumbos, hay una que destaca por pintoresca, ya que durante un tiempo fui:
Juez de Paz
No miento, es verdad. Durante un breve periodo de tiempo fui el juez de paz suplente de una pequeña localidad costera llamada Zierbena (un pueblo bastante bonito, por cierto), aunque al ser suplente solo me tocó ejercer como tal un par de veces.
El cómo llegué a ser juez de paz es curioso. Vi que en la página de Lanbide estaba anunciado que hacía falta juez de paz den Zierbena, y eché la instancia por echar, medio en broma, y hete aquí mi sorpresa cuando un par de meses más tarde me anuncian de mi nombramiento.
Un juez de paz, más que un empleo, es un cargo honorífico, que técnicamente no está integrado en el organigrama judicial (aunque por ley siguen teniendo el tratamiento de señoría) y el que sea honorario se traduce a que no es retribuido. Pagan algo, pero es poquito. Pero bueno, como solo fui un par de días, tampoco pude comprobarlo, me suena que me pagaron 40 euros por ir un par de veces, pero no estoy seguro.
El trabajo en sí es más administrativo que otra cosa, firmar papeles, exhortos (casi todo lo que tiene un poco de entidad se envía al Juzgado de 1ª Instancia del que depende, y a esa solicitud se le llama exhorto) temas de registro civil (firmar certificados de defunción, nacimiento, matrimonio) así que habrá gente a la que he declarado oficialmente muerta (¿eso da PX?). Y bueno, de leyes poco hay que saber, tanto es así que entre los requisitos para ser juez de paz no está el de ser licenciado en Derecho (aunque creo que daba puntos, igual que el tener euskera).
Como ya he dicho, fueron solo dos mañanas las que ejercí mi cargo, coincidiendo con la ausencia de la titular, y cuando un tiempo más tarde me llamaron para decirme que al haber renunciado la titular al puesto pasaba yo a ser el titular, me vo obligado a renunciar, dado que es cuando estaba trabajando en Vitoria, y ambas actividades eran bastante incompatibles.
Quién sabe qué locas anécdotas me habría encontrado de haber permanecido en el puesto, ¿habría oficiado bodas? ¿habría levantado cadáveres? ¿habría dirigido juicios de faltas? En fin, que no pasa de ser algo meramente anecdótico, pero puedo presumir, sin miedo a ser un mentiroso, que durante un tiempo fui juez.
jueves, 18 de diciembre de 2008
Memorias de un ex-demandante de empleo . [XII]
El círculo
Ese nombre, que bien podría indicar algún tipo de vínculo con alguna secta esotérica, encierra una oferta de empleo que desdeñé (aunque casi por casualidad), una de las primeras que miré nada más abandonar el despacho del señor Pedro (no es el de la foto, pero bien podría serlo), y mis ojos se fijaron en toda oferta de trabajo que se movía en el periódico, y entre ellas estaba una de comercial, creo que no ponía la empresa.
En la inocencia propia de la juventud, ignorante de lo que era un trabajo de comercial, llamé y concerté la cita. Allí descubrí que la empresa en cuestión era el Círculo de Lectores. Recuerdo que pasé a una sala, donde rellené unas hojas con datos, personales y académicos, y luego tuve una especie de entrevista, donde me informaron de las condiciones del trabajo; unos horarios infernales, incluyendo sábados, un trabajo tan divertido como pueda ser la venta ambulante, y un raquítico sueldo fijo. Pero a falta de nada mejor, iba a aceptar.
Mas la suerte se cruzó en mi camino, y sí, apareció algo mejor (bueno, eso creí yo en su día, ya que ese algo era lo de Axa), y creyendo que lo de los seguros iba a ser un bombazo, rechacé la oferta del Círculo (creyendo en mi inocencia que había tenido suerte de cazar la oferta de "asesor financiero" de la compañía aseguradora).
Diría que elegí mal, que habría hecho mejor en quedarme en lo de los libros, pero descubrí por medio de un amigo que había estado en su día en el Círculo, que lo del sueldo fijo, al igual que en otras ofertas, no era sino un bulo para captar al pobre pringado que aspira a ganarse la vida.
Conclusión: que me habría dado igual una que otra, y que de haber aceptado lo de los libros, me habría largado al de dos semanas, ¿quién sabe si para caer en las redes de alguna otra secta laboralista?
jueves, 11 de diciembre de 2008
Memorias de un ex-demandante de empleo. [XI]
El teleoperador
Supongo que ésta debía de ser una de tantas ofertas a las que me apunté por apuntarme en Infojobs. No era la primera vez que me llamaban, pero ésta vez les dije que sí. La falta de trabajos decentes, y la cada vez más firme convicción de querer mandar la abogacía a paseo, me hizo abrir las miras un poco y dije que sí.
El trabajo consistiría en estar en el servicio de atención al cliente en el call center de una empresa que Resulta ser la subcontrata de una operadora de telefonía. El trabajo eran muchas horas, una pesadez y mal pagado, pero "mal pagado" es infinitamente superior en lo económico a "no tener trabajo", así que no tuve más remedio que aceptar. Además, en breve iba a empezar el curso para la campaña de la Renta (la cual tendrá, como ya prometí en su día, sus correspondientes entradas) sabía que como mucho me iba a tirar ahí un mes. Y si me sacaba un dinerillo, pues eso que ganaba.
Pero lo peor era el curso previo que había que jamarse. El horario, 9 a 15, invitaba a cortarse las venas. Un auténtico coñazo, con el infumable manual (el temario de las oposiciones me parece más liviano que aquello) que nos impartían en un curso acelerado, y sobre todo tediooooooooso.
Un dolor, levantarse a las 8, con aquel frío polar (era la última semana de 2005) y estar allí hasta las 3 de la tarde, para llegar a casa a comer ya casi sin hambre. No es que las 15:30 sea muy tarde, pero tal era el tostón, que quitaba las ganas de nada. Y así sería por 10 días. Dos insoportables semanas, de lunes a viernes.
Pero lo peor no fue eso. Como ya he dicho, esta historia fue una completa y absoluta pérdida de tiempo. Aunque por suerte, en vez de 10 días solo perdí 6, puesto que el lunes, a mitad de mañana (hablamos de 2 de enero, con los ecos de año nuevo aún retumbando) nos dicen a otra chica y a mí que pasemos por el despacho de la jefa. Eso solo podía significar dos cosas: que nos hacían firmar el contrato, o que nos echaban. Resulta ser la opción B: Sin dar ninguna explicación, nos dicen que solo necesitan 10 personas y que en el curso estamos 12, y que estamos, por tanto, excluidos.
¡Qué tacto! ¡Qué elegancia en su proceder! ¡Qué delicadeza!
Y así se lo hice saber a la que nos daba el curso, una chica bastante simpática y razonable, y dado que era ella la que había tenido que tomar la decisión, le manifesté que me parecía una jugarreta bastante sucia, no el hecho de que echaran gente a mitad del curso (eso lo entiendo), sino que lo hicieran de esa forma. A buen seguro la decisión ya la tenían tomada de antes, y si me lo llegan a decir el viernes, yo me habría ahorrado perder esa mañana y madrugar para nada, así como me habría ahorrado las 2-3 horas de peñazo de ese día.
Quiso el azar que un año más tarde, cuando trabajé en Gobierno Vasco, esa chica fuera compañera mía de trabajo, y comentando el tema me dijo que en esa empresa actuaban así habitualmente, y que no muestran ningún tipo de consideración con los empleados ni con los aspirantes.
No obstante, debo decir que en parte tampoco me molestó tanto-tanto, ya que como mucho habría estado un par de semanas ahí, antes de irme al curso de la renta, por lo que no perdía tanto, pero eso sí, de haber trabajado ahí, habría sido una interesante fuente de batallitas para este blog. Por "suerte" también tenemos atención telefónica al "cliente" donde trabajo ahora.
lunes, 1 de diciembre de 2008
Memorias de un ex-demandante de empleo. [X]
Y el porqué de la cuestión es debido a la temática, ya que esta entrada se titula:
Despachando despachos.
Había abandonado el despacho de Pedro y todavía quería (animalico) ejercer el noble arte de la abogacía, y una de las vías de búsqueda fue bombardear con mi CV los despachos de abogados de la zona, atender a todos los anuncios en prensa, del tablón de anuncios del Colegio de Bizkaia, y bueno, como es sabido, no acabé trabajando en ninguno. Fueron unos cuántos, la mayoría de los cuales ni respondieron, unos respondieron más o menos pronto, otros respondieron muchos meses más tarde, y a todos les une una nota común: me dijeron que no o les dije que no yo a ellos.
Destacando, podría hablar del despacho 2.0. ¿Por qué lo llamo así? Pues hombre, me citaron para la entrevista y me soltaron el rollo de que eran un despacho recién abierto, que necesitaban a alguien que les echara una mano en los temas (en romano paladino: queremos a alguien que meta más horas que un tonto en el despacho), y que no anduviera anteponiendo temas personales al trabajo (eso sí lo dijeron tal cual) y la frase que lo mató, que ellos en principio no iban a pagar, que su filosofía era no pagar durante los 3 primeros meses hasta ver la valía de la persona. Mi inevitable respuesta fue "me parece muy bien, mi filosofía es no trabajar durante esos 3 primeros meses". Acababa de salir de un despacho donde me intentaron hacer lo mismo, no pensaba saltar de la sartén al fuego. No quería otro "Pedro".
Era la tónica general: "ven, trabaja, pero de cobrar nada", que me hizo optar por la vía propia, pero bueno, cierto es que hubo despachos que me dieron a mí calabazas. Algunos por viejuno "es que buscamos a alguien recién salido de la carrera y tú tienes ya demasiada experiencia para el perfil que buscamos y creemos que poco podríamos aportarte" (Traducción simultánea: Lo que queremos es un pipiolo que nos ponga cafés y haga fotocopias, no un osado que pretenda esquilmar nuestras arcas y vivir de esto). En otros, que sí tenían buena pinta, pues no me cogieron porque simplemente había candidatos mejores, o no les gusté, que también pasa.
Entre los que rechacé, hubo uno que sacó mi parte idealista, más o menos, cuando me convocaron para el proceso de selección de un sindicato, no diré cual, y me especificaron que uno de los requisitos era compartir la ideológía del partido político de ellos, que motivó que rechazara siquiera la entrevista. Por una cuestión muy sencilla; en primer lugar, no me hacía demasiada gracia un trabajo tan politizado, en una actividad, como la abogacía, en la que la autonomía del profesional es clave, hay cosas que no encajan muy bien, y por otro lado, una cuestión de supervivencia laboral; admito que no comparto gran parte del ideario del citado sindicato, y con algunas de sus ideas clave choco frontalmente y, seamos sensatos. Es difícil ocultar eso mucho tiempo, y teniendo en cuenta que "callar" y "ocultar reacciones" no están entre mis mayores virtudes, pues como que no habría durado ni cuatro días allí.
Otra oferta (y cuando digo oferta me refiero a que me llamaran para la entrevista) que, en atención al momento en que llegó, me hizo más gracia que ilusión, fue un despacho, más o menos grande, y que por aquel entonces se anunciaba mucho en el periódico, que me llamó en un par de ocasiones, pero en ambas llegaron tarde. Una fue justo cuando acababa de tomar la decisión de dejar la abogacía, que me llamaron para la entrevista, por inercia les dije que sí, para el mismo día decidir que no iba (prefería llamar por teléfono y decir que no que ir hasta ahí para decir lo mismo, y así les ahorraba media hora, y yo me ahorraba la media hora, más la espera más el ir y el volver).
Lo gracioso del tema es que meses más tarde, estando yo ya en plena vorágine opositora, me llamaron de nuevo, y me di el gustazo de no ya rechazar el trabajo, sino de condicionar mi presencia en la entrevista a que me contaran antes las cosas. Decir al que te llama por teléfono "decidme cuánto es el sueldo y según lo que me digáis os digo si voy a la entrevista o no" suele ser un suicidio, pero dadas las circunstancias (tenía claro que por muy buena que fuera la oferta difícilmente iba a aceptar nada a un mes de examinarme) tan a gusto que me quedé.
Así que entre una cosa y otra, despachos que me rechazaron o despachos que rechacé, acabé poniéndome por mi cuenta y no trabajando en ninguno de ellos. Lo cual, a toro pasado, fue lo mejor que me pudo pasar.