.Al antagonista de esta historia, al que llamaré Vázquez le conocí cuando siendo él empleado de uno de mis clientes, su madre recurrió a mí por un tema de una herencia, que al final quedó en nada, en una consulta de una mañana por la que yo no vi un solo euro. Nada que objetar hasta aquí, pues no era yo de esos abogados que cobran por preguntar. Me planteó un tema, le di un precio y no le interesó, hasta aquí todo correcto.
Un tiempo más tarde, mi cliente me llamó porque tenía una cuestión que resolver con el tal Vázquez, quien ya no trabajaba ahí, pero había recurrido a los servicios de mi cliente y tenían, por lo que le entendí, una cuestión respecto al precio.
Como casualmente yo estaba en aquel momento cerca del lugar, me acerqué, y cuando llegué presencié la discusión entre mi cliente y Vázquez, en la que él le decía a mi cliente "haz lo que te dé la gana, que yo no te pienso pagar". Cuando me vio aparecer por ahí Vázquez me dijo, de forma bastante grosera "y tú quién eres" y cuando me identifiqué y le dije que solo quería mediar, pareció acordarse, supongo que al oir mi nombre, y dijo "ah, sí, el abogaducho que le quería estafar a mi madre".
Eso me tocó bastante las narices, sobre todo porque, aparte de que en ningún momento le pedí ni un duro, simplemente le hice un presupuesto orientativo, sin contar con que me tomé la molestia de indicarle qué procedimiento tenía que seguir caso de querer hacerlo por su cuenta, las maneras totalmente barriobajeras e impertinentes me tocaron el ego.
Así que me limité a callarme y cuando se fue, las palabras que le dije a mi cliente se parecieron bastante a "a por él, esto es personal, me voy a encargar de que este tipejo te pague todo lo que te debe y no te preocupes que este tema no te lo cobro. Me ha tocado las narices".
La técnica de los monitorios me había funcionado bastante bien hasta la fecha (casos de Doña Gregoria o aquel Restaurante) con lo que nos pusimos manos a la obra. si contesta nos vemos las caras y si no, a pasar por caja.
Vázquez parecía que no nos iba a poner las cosas fáciles, puesto que se tomó la molestia de formular un escrito de oposición, aunque una simple lectura delataba que ese escrito no lo había redactado un abogado, ni tan siquiera alguien con un mínimo conocimiento de leyes, ya que alegaba argumentos bastante endebles y el lenguaje era muy... poco jurídico. Con lo cual, o lo había hecho él o si lo había hecho un abogado sería uno de la talla de mi ex-compañero Pedro, lo menos.
Pero bueno, pese a la falta de abogado, con eso ya era suficiente para tener que ir a juicio y, aunque contábamos con ventaja, nunca hay que subestimar el poder del Caos reptante con toga que son algunos jueces, así que había que preparar el tema a conciencia.
Para cuando llegó el juicio yo ya hacía tiempo que había dejado la profesión, y estaba metido de lleno en las oposiciones, pero a este tema le tenía especiales ganas, y como me había comprometido a llevarlo sin cobrarle no me parecía correcto derivarle el tema a un compañero quien, por supuesto, tendría todo el derecho del mundo a cobrar sus honorarios, así que me lo planteé como una despedida del mundo de la abogacía. Y quería que fuera por la puerta grande.
Preparé todo a conciencia; las preguntas, las posibles respuestas, los argumentos, un testigo (el otro empleado del negocio, que fue quien realizó los trabajos impagados), la declaración del cliente... la cosa estaba a priori muy fácil.
Todo parece mejorar cuando llegamos al Juzgado (¿habrá cogido un abogado aúltima hora?) y vemos que llega la hora de la vista y Vázquez no aparece. Pero no había lugar para la tranquilidad, ya que el juicio anterior al nuestro se estaba retrasando, con lo que a Vázquez le valía con aparecer antes de que ese juicio terminara.
Los minutos avanzaban lentamente y se hacían eternos, pensando que Vázquez aparecería en cualquier momento.
Pero no, no se dignó en aparecer, así que entramos nosotros solos en la sala (en los juicios civiles cuando una de las partes no se presenta el juicio se celebra igual, solo que la parte que no comparece pierde su opción de declarar e interrogar testigos, es lo que se conoce como Juicio en Rebeldía). Una vez en la sala, antes de comenzar con el juicio propiamente dicho, y para mi estupefacción, la juez nos informa de que Vázquez había ingresado en la cuenta del Juzgado la cantidad reclamada, dinero que podríamos pasar a recoger en cualquier momento.
Estupefactos nos dejó aquello, y recuerdo que "Señoría, ojalá fuera siempre así de fácil" serían las últimas palabras que yo diría a un juez siendo abogado.
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