Este fin de semana tocaba cambiar de hora, a las 3 del sábado volvían a ser las dos, siendo el domingo el día más largo del año, un día de 25 horas, con lo que ahora anochecerá antes. Llega el horario de invierno.
Y me acordé el sábado a la noche de cambiar la hora en el reloj de pulsera, siendo innecesario cambiar la hora del móvil, proceso que es automático, y la del ordenador, que también.
Donde ya mi memoria fue menos brillante fue con el despertador, del que me olvidé alegremente de actualizar, cosa que he descubierto con horror al despertarme hoy, y cuando estaba a punto de levantarme de la cama, rumbo a mi matinal y reparadora ducha, la voz de la radio me comunicaba que eran las 6 de la mañana, las 5 en Canarias. Gruñido, gruñido, gruñido... vuelta a la cama, a dormir una hora más. Menos mal que uso radio-despertador y no alarma, que de lo contrario, la cara que se me habría quedado al llegar a la oficina y encontrármela cerrada habría sido de cómica para arriba.
¡Bravo Jokin!
Y me acordé el sábado a la noche de cambiar la hora en el reloj de pulsera, siendo innecesario cambiar la hora del móvil, proceso que es automático, y la del ordenador, que también.
Donde ya mi memoria fue menos brillante fue con el despertador, del que me olvidé alegremente de actualizar, cosa que he descubierto con horror al despertarme hoy, y cuando estaba a punto de levantarme de la cama, rumbo a mi matinal y reparadora ducha, la voz de la radio me comunicaba que eran las 6 de la mañana, las 5 en Canarias. Gruñido, gruñido, gruñido... vuelta a la cama, a dormir una hora más. Menos mal que uso radio-despertador y no alarma, que de lo contrario, la cara que se me habría quedado al llegar a la oficina y encontrármela cerrada habría sido de cómica para arriba.
¡Bravo Jokin!
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