Para viajar años atrás...
Mucho he hablado en este blog de las oposiciones 2008 en las que finalmente obtuve la plaza de funcionario en Diputación, de cuyo largo proceso han podido ser testigo mis lectores. Pero antes de estas oposiciones hubo otras (en las que no saqué plaza, pero me sirvieron para conseguir una buena interinidad), y dado que hoy se cumplen exactamente 3 años de que hiciera aquel examen, voy a dedicarles una entrada.
Empecé a estudiar en verano, y le di bastante caña, alternando academia con ETT, aprovechando cada minuto para estudiar (cuando no estaba vaciando camiones), salvo diciembre, que por proximidad con la fecha del examen les pedí que no me llamaran (pese a lo cual, en diciembre rechacé ofertas de trabajo a cascoporro) y estudié, estudié.
El 23 era el día, mi primer examen para la Diputación. El día anterior tenía un dilema: ir al partido del Bilbao Basket o quedarme estudiando. El partido (contra el Menorca) era el viernes a las 20:00, y decidí que era mejor ir al partido, que si me quedaba en casa, mi mente no iba a estar en las oposiciones (era, además, un partido vital) y había estudiado bastante, por lo que merecía un descanso.
Ese día ya no estudié más, y a la mañana siguiente fui a hacer el examen. Armado con mi bolígrafo fui respondiendo a todas las preguntas, y entregué. Alea jacta erat.
A la tarde (recuerdo que me pilló en Vitoria) llegó el mensajito con la nota: un 9,13 y estaba el 29º. Alegría indescriptible, emoción, aunque consciente de que lo más duro estaba por llegar. Pero antes, disfrutar de las Navidades.
Tras las festividades, tocaba la dura tarea de ponerse a estudiar a un mes vista (segundo examen: 2 de febrero). Algo muy difícil, dada la inversión de energía del primero. Sacar plaza era una quimera, pero estaba demasiado bien colocado como para no intentarlo, así que sacando fuerzas de donde me es posible, estudio y estudio, hasta la extenuación. Y anima el detalle de que las impugnaciones me suban una décima la nota, aupándome a un glorioso decimonoveno puesto.
Llega el segundo examen, y con él una encerrona criminal. Un examen difícil como no lo he visto nunca, una cosa diabólica, maquiavélica, espeluznante. Al margen de ser un examen tan mal hecho que no exagero ni miento si digo que con la ley en la mano era imposible sacar más de un 8. Y mi nota, pues un descorazonador 4,7.
No sacar plaza entraba dentro de los planes, pero suspender... mi alma se cayó al suelo, hizo un agujerito, se fue al subsuelo, y siguió bajando. Más de medio año estudiando como una mula, dándolo todo, y estando en una posición estupenda para suspender y caer a los abismos de la lista. Pero en fin, la vida sigue y había que seguir adelante. Tendría mucha ETT por delante hasta que llegara mi momento De momento, recurrir preguntas y ver si sonaba la flauta.
Pero el destino tenía guardada una carta que me daría la partida, y unas semanas más tarde me llegaba la noticia de que habían revocado un par de preguntas y mi 4,7 se había convertido en un 5,2. Un aprobado donde muchos habían suspendido. Un tuerto en el país de los ciegos. Insuficiente para sacar plaza, habida cuenta de que no tenía puntos y era concurso-oposición, pero un balance global más que positivo, que unido a mi PL 3 hace que de haber sido solo oposición hubiese podido optar a plaza. Pero bueno, un puesto 50
Luego llegaron Vitoria, un par de ofertas rechazadas, y finalmente la oferta de la Diputación que me hizo venirme hace ya dos años, cuando me ofrecieron la interinidad que ocupé hasta sacar la plaza, por lo que cuando por fin vine, vine para quedarme.
Y el resto ya ha sido contado en este blog, pero hoy quería acordarme de las consecuencias positivas y las sensaciones posteriores a aquel examen tan glorioso de hace exactamente 3 años. Aunque a título anecdótico, no sería ése mi mejor examen, sino uno que hice del IVAP, en el que quedé nada menos que segundo. (Y de ahí vino el trabajo para Vitoria)
Empecé a estudiar en verano, y le di bastante caña, alternando academia con ETT, aprovechando cada minuto para estudiar (cuando no estaba vaciando camiones), salvo diciembre, que por proximidad con la fecha del examen les pedí que no me llamaran (pese a lo cual, en diciembre rechacé ofertas de trabajo a cascoporro) y estudié, estudié.
El 23 era el día, mi primer examen para la Diputación. El día anterior tenía un dilema: ir al partido del Bilbao Basket o quedarme estudiando. El partido (contra el Menorca) era el viernes a las 20:00, y decidí que era mejor ir al partido, que si me quedaba en casa, mi mente no iba a estar en las oposiciones (era, además, un partido vital) y había estudiado bastante, por lo que merecía un descanso.
Ese día ya no estudié más, y a la mañana siguiente fui a hacer el examen. Armado con mi bolígrafo fui respondiendo a todas las preguntas, y entregué. Alea jacta erat.
A la tarde (recuerdo que me pilló en Vitoria) llegó el mensajito con la nota: un 9,13 y estaba el 29º. Alegría indescriptible, emoción, aunque consciente de que lo más duro estaba por llegar. Pero antes, disfrutar de las Navidades.
Tras las festividades, tocaba la dura tarea de ponerse a estudiar a un mes vista (segundo examen: 2 de febrero). Algo muy difícil, dada la inversión de energía del primero. Sacar plaza era una quimera, pero estaba demasiado bien colocado como para no intentarlo, así que sacando fuerzas de donde me es posible, estudio y estudio, hasta la extenuación. Y anima el detalle de que las impugnaciones me suban una décima la nota, aupándome a un glorioso decimonoveno puesto.
Llega el segundo examen, y con él una encerrona criminal. Un examen difícil como no lo he visto nunca, una cosa diabólica, maquiavélica, espeluznante. Al margen de ser un examen tan mal hecho que no exagero ni miento si digo que con la ley en la mano era imposible sacar más de un 8. Y mi nota, pues un descorazonador 4,7.
No sacar plaza entraba dentro de los planes, pero suspender... mi alma se cayó al suelo, hizo un agujerito, se fue al subsuelo, y siguió bajando. Más de medio año estudiando como una mula, dándolo todo, y estando en una posición estupenda para suspender y caer a los abismos de la lista. Pero en fin, la vida sigue y había que seguir adelante. Tendría mucha ETT por delante hasta que llegara mi momento De momento, recurrir preguntas y ver si sonaba la flauta.
Pero el destino tenía guardada una carta que me daría la partida, y unas semanas más tarde me llegaba la noticia de que habían revocado un par de preguntas y mi 4,7 se había convertido en un 5,2. Un aprobado donde muchos habían suspendido. Un tuerto en el país de los ciegos. Insuficiente para sacar plaza, habida cuenta de que no tenía puntos y era concurso-oposición, pero un balance global más que positivo, que unido a mi PL 3 hace que de haber sido solo oposición hubiese podido optar a plaza. Pero bueno, un puesto 50
Luego llegaron Vitoria, un par de ofertas rechazadas, y finalmente la oferta de la Diputación que me hizo venirme hace ya dos años, cuando me ofrecieron la interinidad que ocupé hasta sacar la plaza, por lo que cuando por fin vine, vine para quedarme.
Y el resto ya ha sido contado en este blog, pero hoy quería acordarme de las consecuencias positivas y las sensaciones posteriores a aquel examen tan glorioso de hace exactamente 3 años. Aunque a título anecdótico, no sería ése mi mejor examen, sino uno que hice del IVAP, en el que quedé nada menos que segundo. (Y de ahí vino el trabajo para Vitoria)
1 comentario:
El que lo sigue lo consigue, nadie te ha regalado nada pero tal como están las cosas es una suerte terrible tener un trabajo estable
Ufff, que peso nos hemos quitado de encima
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