Antes de publicar la segunda entrega es menester hacer desde aquí público mi agradecimiento al señor Pablo Fuentes-Pila, locutor matutino de Onda Vasca, quien ha tenido a bien dar vida con su sonora voz al capítulo que publiqué la semana pasada, dicho lo cual, pongo aquí el segundo capítulo (de 8).
"Cierto día en la fábrica, sonó la señal de inspección rutinaria. Una patrulla de los Cascos Azules tenía que venir a efectuar su control. Ya habíamos oído rumores de actividades ilegales en la zona, pero no sabíamos exactamente a qué podía deberse. Supimos que se trataba de Elías (13.555.761), uno de los operarios de la fábrica. Por lo visto, habían encontrado material ilegal en su taquilla, algo que le incriminaba como terrorista y que suponía una falta muy grave. Elías era un tipo simpático, de conversación fácil, y con quien había jugado más de una vez a las cartas. Me caía bien, pero cuando vi que se lo llevaban, y me di cuenta de lo que era, no pude evitar odiarle. Nunca supe, ni probablemente sabré qué es lo que hizo, o qué es lo que le encontraron, pero le odié tan profundamente como nunca había odiado a nadie.
Tuve una esposa, Tammy (13.756.212). Tenía una bonita sonrisa. Le faltaba un diente, debido a un accidente anterior del que nunca te quiso hablar, y una cicatriz en el labio, probablemente por la misma causa. Pero algo en su conjunto la hacía... agradable. Trabajaba en Gestión de Recursos, inventariando alimentos, un cargo importante, y era una mujer muy inteligente. Me sentía afortunado de que os hubieran asignado como consortes. Si hubiera podido elegir, probablemente la habría elegido a ella. Bueno, técnicamente la elegí, al igual que ella me eligió a mí, puesto que las pruebas de compatibilidad que todos los ciudadanos realizamos a los 18 años no son en absoluto vinculantes. El programa, a la vista de los resultados, y en función de la compatibilidad, sugiere los matrimonios, y cada uno es libre de elegir lo que quiera. Pero al igual que con la elección de trabajo, se espera de los ciudadanos responsables que sigan las sugerencias.
Nunca tuvimos hijos. Hicimos la solicitud, y obtuvimos una buena nota en el examen, quedando en el puesto 1.516 en la lista de espera, pero el tiempo pasaba, y la lista no corría. Tammy se mostraba intranquila, y su carácter empeoraba. No hablábamos mucho del tema. Tampoco era necesario, y cuando llegase llegaría.
Aunque lo peor vino una noche, cuando descubrí algo sobre Tammy. Trataba de dormir, pero hacía mucho calor. Oí un ruido que venía del cuarto de baño. Era Tammy, estaba vomitando. Cuando fui allí, a interesarme por su salud, mi realidad se partió en dos al escuchar sus palabras: "Randy, debo decirte algo. Estoy embarazada de 3 meses".
Embarazada...
La palabra se repetía una y otra vez en mi cabeza, martilleando insistentemente. Y no cabía la posibilidad de que yo fuera responsable. Es cierto que habíamos mantenido en alguna ocasión relaciones sexuales, pero yo respetaba taxativamente los tratamientos de esterilidad, y eso solo significaba una cosa: había otra persona. Y de alguna forma, me tranquilizó saber eso.
Pero seguía teniendo un problema. Había oído hablar de casos de embarazo, una de las faltas más graves que se pueda cometer, y en casos de mujeres casadas, las sospechas recaían siempre sobre el marido. Y las sanciones eran graves. Así que hice lo que tenía que hacer. Denuncié a Tammy, y me presté voluntario para las pruebas de ADN, y así demostrar mi inocencia. Las autoridades fueron benévolas conmigo, y agradecieron mi sinceridad y cooperación. Eso me supuso una inyección de puntos en mi siguiente test de ciudadanía.
En cuanto a Tammy, la última vez que supe de ella fue cuando los Cascos Azules vinieron a llevársela. Y por alguna razón, nunca podré olvidar sus ojos clavándose en los míos de aquella manera."
Sigue en el capítulo 3
"Cierto día en la fábrica, sonó la señal de inspección rutinaria. Una patrulla de los Cascos Azules tenía que venir a efectuar su control. Ya habíamos oído rumores de actividades ilegales en la zona, pero no sabíamos exactamente a qué podía deberse. Supimos que se trataba de Elías (13.555.761), uno de los operarios de la fábrica. Por lo visto, habían encontrado material ilegal en su taquilla, algo que le incriminaba como terrorista y que suponía una falta muy grave. Elías era un tipo simpático, de conversación fácil, y con quien había jugado más de una vez a las cartas. Me caía bien, pero cuando vi que se lo llevaban, y me di cuenta de lo que era, no pude evitar odiarle. Nunca supe, ni probablemente sabré qué es lo que hizo, o qué es lo que le encontraron, pero le odié tan profundamente como nunca había odiado a nadie.
Tuve una esposa, Tammy (13.756.212). Tenía una bonita sonrisa. Le faltaba un diente, debido a un accidente anterior del que nunca te quiso hablar, y una cicatriz en el labio, probablemente por la misma causa. Pero algo en su conjunto la hacía... agradable. Trabajaba en Gestión de Recursos, inventariando alimentos, un cargo importante, y era una mujer muy inteligente. Me sentía afortunado de que os hubieran asignado como consortes. Si hubiera podido elegir, probablemente la habría elegido a ella. Bueno, técnicamente la elegí, al igual que ella me eligió a mí, puesto que las pruebas de compatibilidad que todos los ciudadanos realizamos a los 18 años no son en absoluto vinculantes. El programa, a la vista de los resultados, y en función de la compatibilidad, sugiere los matrimonios, y cada uno es libre de elegir lo que quiera. Pero al igual que con la elección de trabajo, se espera de los ciudadanos responsables que sigan las sugerencias.
Nunca tuvimos hijos. Hicimos la solicitud, y obtuvimos una buena nota en el examen, quedando en el puesto 1.516 en la lista de espera, pero el tiempo pasaba, y la lista no corría. Tammy se mostraba intranquila, y su carácter empeoraba. No hablábamos mucho del tema. Tampoco era necesario, y cuando llegase llegaría.
Aunque lo peor vino una noche, cuando descubrí algo sobre Tammy. Trataba de dormir, pero hacía mucho calor. Oí un ruido que venía del cuarto de baño. Era Tammy, estaba vomitando. Cuando fui allí, a interesarme por su salud, mi realidad se partió en dos al escuchar sus palabras: "Randy, debo decirte algo. Estoy embarazada de 3 meses".
Embarazada...
La palabra se repetía una y otra vez en mi cabeza, martilleando insistentemente. Y no cabía la posibilidad de que yo fuera responsable. Es cierto que habíamos mantenido en alguna ocasión relaciones sexuales, pero yo respetaba taxativamente los tratamientos de esterilidad, y eso solo significaba una cosa: había otra persona. Y de alguna forma, me tranquilizó saber eso.
Pero seguía teniendo un problema. Había oído hablar de casos de embarazo, una de las faltas más graves que se pueda cometer, y en casos de mujeres casadas, las sospechas recaían siempre sobre el marido. Y las sanciones eran graves. Así que hice lo que tenía que hacer. Denuncié a Tammy, y me presté voluntario para las pruebas de ADN, y así demostrar mi inocencia. Las autoridades fueron benévolas conmigo, y agradecieron mi sinceridad y cooperación. Eso me supuso una inyección de puntos en mi siguiente test de ciudadanía.
En cuanto a Tammy, la última vez que supe de ella fue cuando los Cascos Azules vinieron a llevársela. Y por alguna razón, nunca podré olvidar sus ojos clavándose en los míos de aquella manera."
Sigue en el capítulo 3
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