¿Un videoclip de hora y media? ¿Una película de serie B con alto presupuesto? ¿Un despliegue de medios al servicio del fan? ¿Una mezcla sin ton ni son de elementos que molan metidos en la coctelera? ¿Un completo sinsentido?
Sin duda un "sí" es la respuesta que merecen todas estas preguntas sobre la inclasificable y psicodélica Sucker Punch, con un argumento simple cual chupete (estoy por pensar que bien podría ser la continuación bastarda de El Cisne Negro. A fin de cuentas, Sucker Punch también va sobre una loca que baila).
La película lleva al extremo todos los tópicos y se basa en la siguiente premisa: una película en la que atractivas colegialas manejan robots gigantes y matan a katanazos zombis nazis steampunk y orcos, no puede ser mala.
La historia, sin demasiados dobleces, es bien honesta: una chica es internada en un psiquátrico y todo lo que pasa está en su cabeza. Todo es una representación alegórica de lo que sucede en ese manicomio, donde las internas planean una fuga. Sin demasiadas sutilezas, a menos que yo me las haya perdido, y eso es la excusa para plantar delirantes escenas de acción en las que lo mismo tienen que derrotar a un samurai de 3 metros de alto, que al hermano nazi de Darth Vader, o a una veintena de droides asesinos.
Si a todo esto se le suma el plantel de niñas monas luciendo cacha, y una dirección artística espetacular, totalmente made in Snyder, pues tenemos una película perfecta para ser vista en compañía de un buen cancarro de palomitas.
Imprescindible, eso sí, verla con el chip adecuado. Absténganse cinéfilos que busquen profundas reflexiones, situaciones emotivas o una trama enrevesada. Sucker Punch es pura poesía, sí, pero una poesía con dragones, explosiones y minifaldas. Una irreverente mezcla entre Moulin Rouge, la Gran Evasión, Kill Bill y, por qué no, el Submarino amarillo.
Así que niños y niñas, por favor apaguen sus cerebros, ¡el circo ha llegado a la ciudad!
Sin duda un "sí" es la respuesta que merecen todas estas preguntas sobre la inclasificable y psicodélica Sucker Punch, con un argumento simple cual chupete (estoy por pensar que bien podría ser la continuación bastarda de El Cisne Negro. A fin de cuentas, Sucker Punch también va sobre una loca que baila).
La película lleva al extremo todos los tópicos y se basa en la siguiente premisa: una película en la que atractivas colegialas manejan robots gigantes y matan a katanazos zombis nazis steampunk y orcos, no puede ser mala.
La historia, sin demasiados dobleces, es bien honesta: una chica es internada en un psiquátrico y todo lo que pasa está en su cabeza. Todo es una representación alegórica de lo que sucede en ese manicomio, donde las internas planean una fuga. Sin demasiadas sutilezas, a menos que yo me las haya perdido, y eso es la excusa para plantar delirantes escenas de acción en las que lo mismo tienen que derrotar a un samurai de 3 metros de alto, que al hermano nazi de Darth Vader, o a una veintena de droides asesinos.
Si a todo esto se le suma el plantel de niñas monas luciendo cacha, y una dirección artística espetacular, totalmente made in Snyder, pues tenemos una película perfecta para ser vista en compañía de un buen cancarro de palomitas.
Imprescindible, eso sí, verla con el chip adecuado. Absténganse cinéfilos que busquen profundas reflexiones, situaciones emotivas o una trama enrevesada. Sucker Punch es pura poesía, sí, pero una poesía con dragones, explosiones y minifaldas. Una irreverente mezcla entre Moulin Rouge, la Gran Evasión, Kill Bill y, por qué no, el Submarino amarillo.
Así que niños y niñas, por favor apaguen sus cerebros, ¡el circo ha llegado a la ciudad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario