El USS Intrepid, también rebautizado como Intruder (debido a un intolerable lapsus), es un intimidante portaaviones, de intachable reputación en intrincados conflictos bélicos, como Vietnam o Pearl Harbor, donde logró salir intacto, convertido hoy en museo.
El Intrepid había estado cerrado bastante tiempo, y por medio de Internet supo Rubén que coincidiendo con nuestro último día, era la reapertura, por lo que intentamos acercarnos al mismo, y como intuíamos que habría bastante gente, nos fuimos a las intempestivas 8 de la mañana, lo que no nos impidió tener que sufrir una interminable cola a la intemperie bajo una cada vez más intensa lluvia, aunque lo de ir pronto resultó ser una medida bastante inteligente, ya que la cola crecía y crecía.
¡Se presenta el recluta Jokin en intendencia!
Tuvimos mala suerte, ese factor intangible que la intransigencia del intratable karma interpone en nuestros planes, y la cola se interrumpió justo antes de que nos tocara llegar a la taquilla, y nos quedamos a las puertas de oir el discurso inaugural, alabando la integridad de los soldados que combatieran en el Intrepid, con los marines interpretando el himno... Lo de quedarse a las puertas, pues tan apasionante como ser interrogado en la intimidad por Jack Bauer, oiga.
El helicóptero encendía los intermitentes para que Jokin se apartara, pero nada.
La cubierta estaba repleta de aeronaves; cazas, interceptores, helicópteros... (obviamente intocables) y una intermintente lluvia que nos empapaba integralmente. Diría que nos calaba, pero por hacer el chiste malo, y en atención a la temática de la entrada, diré que nos intercalaba.
Y ahora, pues un par de fotos de intrínseco gamberrismo:
Alevosamente atacado por el integrista Alí Bal-Drick
Intercambiando disparos con el enemigo
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