Si ayer dedicaba la entrada a los monumentos y lugares típicos de Nueva York, hoy le toca el turno a Washington DC, una ciudad que me encantó, y de la que me gustó el contraste con la otra: acogedora, con edificios pequeños, poca gente por la calle, y agradable para dar un paseo tranquilo. Y como ayer, dejaré que las imágenes hablen por sí solas.
Estaba entre ir al teatro o al boxeo: eligió mal.
Empezamos la ruta con el memorial de Abraham Lincoln, que está en uno de los extremos de "la milla" (llamada en pleno lapsus jokinístico "la milla verde"), un parquecillo que aglutina la mayoría de los hitos turísticos de la ciudad capital, y uno de tantos mausoleos memoriales de ex-presidentes de los EEUU que hay en la ciudad. El de Jefferson lo vimos, pero a lo lejos.
Freud vería algo fálico por alguna parte...
Desde la estatua de Lincoln está sacada esta foto, con la milla al fondo, donde se puede ver el memorial de George Washington, y gran parte del parquecito. Según se mira en la foto, la Casa Blanca estaría a la izquierda del pirulí (aunque ahí no se ve).
Pero aquí sí se ve, aunque lo de entrar, imposible, ya que había que pedir permiso en la embajada con 6 meses de antelación, y sacando cuentas nos dimos cuenta de que si esperábamos 6 meses, se nos iba a pasar la hora de la comida. Hago notar que esto nos lo dijeron en la oficina de turismo, donde también había arco de seguridad con detector de metales, y había que pasar por toda la liturgia de quitarse el cinturón, dejar cartera y móvil en bandeja, etc... y donde también me hizo gracia que vendieran, a modo de merchandising, peluches de algunos presidentes de los EEUU.
Llegamos al final del recorrido, dejando atrás todos los museos, de entre los que estuvimos viendo el del Holocausto, muy interesante, pero que requiere bastante tiempo. A decir verdad, Washington en sí, con tanto museo, requiere mucho tiempo, por lo que solo vimos ése, que era duro pero interesante, y donde me llamó la atención que al entrar dieran a cada asistente una réplica de pasaporte o algo, con los datos de un judío real de la época y su historia, todos diferentes.
Y bueno, lo que se ve en la foto, el Capitolio, tan famoso que sobran las palabras, y la pena es que estaba en obras y no pudimos encaramarnos a sus célebres escaleras. No se ve en la foto, pero por ahí cerca, más o menos donde estaría el fotógrafo, están los monumentos de la guerra civil, donde se conmemora a Lee, Grant y esta gente.
En Estados Unidos todo acaba siempre apelando al Supremo, y nuestra tourné washingtoniana no podía ser menos. Justo detrás del Capitolio está la Corte Suprema, órgano judicial que culmina todo procedimiento, en la cúspide del sistema legal, y tal y cual.
A efectos estadísticos añado que si no me fallan los cálculos, éste es el lugar del mundo más alejado de mi casa en el que he estado nunca.
¡Tiki-Taka Obama! ¡Kerry, dime algo!
Y ya que la entrada comenzaba con un tema electoral, justo es terminarlo con algo relacionado, y de lo que más me llamó la atención. Salimos a cenar y nos metimos en un bar, donde estaban retransmitiendo los resultados electorales, y el ambiente era como el de cualquier bar en el que estén emitiendo un partido, y la gente celebraba con auténtico fervor los "goles" de Obama, y cada vez que salía ganador en un estado la euforia se adueñaba del bar. A simple vista puede resultar chocante, pero analizado friamente tiene bastante más sentido que berrear con el partido de fútbol. Que tu equipo meta un gol no va a afectar a tu vida durante los próximos 4 años, ¿no?
Y bueno, es curioso cómo la Historia se traga a los perdedores, pues cuando volvimos al hotel, de las dos siluetas que se ven en la primera foto, la de McCain ya la habían quitado, y no hacía ni una hora de que se supiera el resultado.
Y bueno, que a partir de ahí, encontrar una chapita de McCain (ahora rebautizado como McQuién???), es una verdadera proeza.
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